El barrio de Todoque, el más afectado hasta ahora desde que estalló el nuevo volcán de La Palma el pasado 19 de septiembre, ya es historia y se suma a las localidades canarias sepultadas bajo la lava, como ocurrió hace casi 300 años en el suroeste de Lanzarote con las erupciones del siglo XVIII que dieron origen al Parque Nacional de Timanfaya.

El derrumbe parcial, el pasado sábado, 9 de octubre, de la cara norte del cono del volcán de Cumbre Vieja produjo una nueva colada que permanecía en reposo en el cráter y terminó por destruir los escasos edificios que aún permanecían en pie en el norte de esa población del municipio de Los Llanos de Aridane, de alrededor de 1.300 vecinos, engullida por los ríos de fuego y lava, según la información facilitada por el Instituto Vulcanológico de Canarias (Involcan). El 21 de septiembre la lava alcanzó por primera vez Todoque y desde entonces, como si de un efecto dominó se tratase, cayeron viviendas, la iglesia de San Pío X, la asociación de vecinos, el centro de salud, la farmacia y los colegios El Campito y Todoque, entre otras infraestructuras.

Afortunadamente, la catástrofe de Cumbre de Vieja no ha dejado víctimas humanas a su paso. Tampoco en los procesos vulcanólogicos recientes acontecidos en Lanzarote entre el 1 de septiembre 1730 y el 16 de abril de 1736 y del 31 de julio al 25 de octubre de 1824, que afectaron a una cuarta parte (174 kilómetros cuadrados) de su territorio.

El doctor en Historia y arqueólogo José de León Hernández calcula “en unas 12 aldeas y 15 pagos” las áreas poblacionales destruidas y sepultadas en los seis años de erupciones seguidas en Lanzarote, datos que recoge en su investigación Territorio, recursos y patrimonio edificado destruidos por los volcanes en el siglo XVIII en la isla de Lanzarote.

Algunas de las poblaciones arrasadas, detalla De León, fueron “Tíngafa, Santa Catalina, Mancha Blanca, Chimanfaya, Chupadero, Peña Palomas, El Rodeo, Maso, Jarretas, Buen Lugar, Masdache, Guatisea, Testeyna, Maretas, Tenemozana, Masintafe, Iniguadén, Conil, Gerias y Chichirigauso”. En ellas se asentaba una de las actividades económicas más importantes de la Isla, basada en la agricultura y ganadería, y una de las mayores concentraciones de propiedades.

En la información histórica recabada por De León se hace referencia a la aportada por el obispo Dávila y Cárdenas, quien detalló que las poblaciones desaparecidas más importantes fueron las de “Tíngafa con 64 vecinos, Chimanfaya con 24, Mancha Blanca con 44, Santa Catalina con 42 y Peña Palomas con 18”.

Asimismo, en una evaluación “provisional” el arqueólogo estima en “algo más de 2.000 personas”, casi la mitad de la población lanzaroteña en ese momento, las afectadas directamente por el volcán. Los habitantes huyeron hacia el centro de la Isla, a donde llegaron posteriormente las coladas. La actual población de Tías es una de las que se creó con los vecinos que huyeron de zonas alcanzadas por la lava. En La Palma la erupción de Cumbre Vieja ha obligado a evacuar hasta (13 de octubre) ahora a 6.000 personas.

La lava destruyó unas 700 casas en Lanzarote -620 en los primeros 23 días de erupción del volcán de Cumbre Vieja en La Palma-, más de 1.500 aljibes, tres ermitas (San Juan Evangelista, Santa Catalina y Nuestra Señora de Candelaria) una cilla para granos (la de Chimanfaya, donde se guardaba y contaba el grano), maretas (esenciales para almacenar el agua en una isla tan sedienta como es Lanzarote por la escasez de lluvia y fuentes naturales), tahonas y numerosos corrales, pajeros y eras, además de los mejores terrenos de cultivos de la Isla, entre ellos los de el Boiajo, las Vegas de Iseo, Santa Catalina, Chimanfaya, Iniguadén, Guagaro, Tíngafa, Masdache, Candelaria y Testeina, detalla De León.

El 'milagro' de La Caridad

Cabe destacar que la actual ermita de La Caridad, en pleno corazón de La Geria (municipio de Yaiza), sobrevivió al volcán al no ser barrida por la lava. La cubrieron las cenizas y los habitantes del lugar retiraron los piroclastos procedentes de la Caldera de los Cuervos que la taparon. Cada 15 de agosto, se celebra en ese pequeño templo la festividad de La Caridad coincidiendo con la vendimia tradicional en camello que rememora en La Geria las antiguas labores de recolección de uva y su traslado en camello hasta el lagar para la pisada tradicional y obtención del mosto.

Actuación de la Agrupación Folclórica Rubicón, del municipio de Yaiza, en la ermita de La Caridad el 15 de agosto de 2018. LP/DLP

La furia del volcán de Lanzarote se llevó a su vez por delante a su vez el Puerto Real de Janubio, uno de los más importantes de la Isla debido a su protección del oleaje, grandes dehesas de ganado, como Fuego Mácher y Tegurrame y varios caminos y “algunos barrancos de gran importancia como el de Tomaren, que canalizó buena parte de las extensas coladas que alcanzaron Arrecife y el Jable”.

El poderío económico y político de Lanzarote se vio seriamente mermado por la pérdida de su patrimonio. Es es el caso de “poderosas familias”, como la del cura de Yaiza Andrés Lorenzo Curbelo, autor del diario de las erupciones, “los herederos del capitán D. Luis de Betancur Ayala, que fue, entre otros grandes cargos, Comisario del Santo Oficio de la Inquisición, y el Alguacil Mayor y Alcalde Mayor de la isla, que poseían casas en las zonas afectadas”, enumera De León. Añade que “las erupciones arruinaron a grandes terratenientes, como Bernabé Gutiérrez y Baltasar Díaz Grano de Oro de Mancha Blanca, Francisco González Guerra, Roque Luis y José de Calleros de Santa Catalina”

Los restos arqueológicos de los Majos, como se denominan a los habitantes de Lanzarote y Fuerteventura antes de la llegada de los europeos en 1402 a Lanzarote, también quedaron enterrados bajo el rofe y las corrientes lávicas y prueba de ello son los yacimientos con casas hondas hallados en Masdache, La Geria, Uga y Ortíz, asegura De León en su trabajo.

El lanzaroteño, lejos de dar la espalda al volcán ha convivido con él y supo sacar provecho del mismo. Prueba de ello es el ingenio agrícola que creó con el sistema de cultivo en los campos de cenizas procedentes de las erupciones, práctica que trasladó a diversas zonas de la Isla.