Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección.

Los cristianos sabemos bien que el camino de la resurrección siempre pasa por el sepulcro no como lugar de destino sino como sitio de paso.

¿Por qué Dios eligió la resurrección como prueba suprema de su amor? Todas las pruebas que nos dio Jesús en su vida terrena pueden ser o no humanamente creíbles, pero la resurrección entra de lleno en el mundo de la fe profunda, de la experiencia gozosa de quien ya no esperaba nada, de los discípulos desanimados porque aparentemente todo había terminado... Pero Jesús con su muerte por nosotros nos abre en su resurrección la inmensidad de Dios, nos abre la vida para la eternidad con Él.

No es accidental que casi todos los que rodeaban a Jesús en el momento de su muerte no esperaban la segunda parte de aquel gran acontecimiento. No esperaban nada... como tantas personas en este mundo nuestro envuelto en una crisis generalizada...

El Sábado santo nos mantenemos en silencio contemplando y orando, esperando con esperanza el ritmo de Dios para el tiempo de la resurrección.

La celebración es el sábado por la noche, es una vigilia en honor del Señor, según una antiquísima tradición (Ex. 12, 42), de manera que los fieles, siguiendo la exhortación del Evangelio (Lc. 12, 35 ss), tengan encendidas las lámparas como los que aguardan a su Señor cuando vuelva, para que, al llegar, los encuentre en vela y los haga sentar a su mesa.El Sábado Santo es un día que comienza con la muerte y acaba en la resurrección. En realidad este día es como la vida de todo creyente, el Sábado santo es el resumen de nuestra vida de cristianos...