La vela latina siempre fue algo que le llamó la atención. Ya en su ciudad natal, la bella Florencia, indagó sobre la modalidad deportiva sin llegar a comprenderla en su totalidad. Claudio Anichini ha tenido que venir a Las Palmas de Gran Canaria para experimentar en sus propias carnes lo que es salir en un bote. "He esperado muchísimos años para entender este deporte", cuenta. Llegó a la Isla el pasado 6 de noviembre "en busca de un barco" y por ello, no dudó en inscribirse en la jornada de hermanamiento que tuvo ayer lugar en el Muelle Deportivo de la capital. "Me ha gustado muchísimo, sobre todo, la coordinación y las maniobras", explica. La adrenalina de Anichini aún es palpable, tal vez porque es el único que se anima a repetir en el segundo turno de la clase práctica. Sentado de nuevo en la embarcación continúa de la que, hasta la fecha, es su única experiencia como marinero. "La vela es muy hermosa". Rebusca en su español con fuerte tendencia al italiano las palabras adecuadas que resuman su vivencia. "Sí, es muy hermosa y su práctica guarda un sabor antiguo".

Lo vetusto lo conserva esta destreza de sus ya lejanos orígenes. "Cuando aún no existía el Puerto, se utilizaban estos botes para ir a recoger las mercancías de los barcos que fondeaban en las Alcaravaneras, de manera que el que llegaba el primero, cogía los mejores géneros", aclara Mimi González, concejal de Ciudad de Mar del Ayuntamiento capitalino que, aunque en esta edición opta por no navegar, saca el espíritu de patrón de barco que lleva dentro. La quincena de regatistas llegados de diferentes partes del mundo para participar en la ARC el próximo fin de semana prestan atención a cada detalle, antes de comenzar la aventura. Están ansiosos por meterse en el agua, pero antes, han de conocer algunas cosas básicas sobre un tipo de navegación que desconocen. Con ayuda de la traductora, Daniel Cáceres continúa con la explicación de los derroteros que siguió la Vela Latina Canaria, cuya primera regata se remonta a 1904, enmarcada en las fiestas de San Cristóbal.

Cáceres es uno de los monitores encargados de dirigir y coordinar la clase práctica orientada al disfrute y el descubrimiento de los extranjeros. Tras preparar los dos botes escuela de la Federación de Vela Latina Canaria, explicar las posiciones apoyados en una maqueta e intentar esclarecer el significado de términos como "palanca", llega el momento de demostrar las tablas en el Atlántico. "Queremos que se empapen de nuestra cultura y que vivan un día de vela latina como se vive aquí", apunta la edil.

"One, two, three, ¡down!, ¡abajo todos!", se escucha gritar al monitor al mismo tiempo que los movimientos ágiles de los navegantes logran amarrar la vela a la gavilla. "La verdad, es que para ser la primera vez de los extranjeros, lo están haciendo bastante bien y están coordinados", comenta desde la zodiac de salvamento, Francisco Martel, presidente del bote Puerto de la Luz. Y es que en la embarcación donde está Daniel, uno de los cinco forasteros, se atreve hasta a capitanear. "Se nota que son marineros", declara el instructor, quien asegura que lo más complicado es traducir al inglés algunos vocablos propios de la modalidad propia de la Isla.

Durante casi dos horas, los deportistas de diferentes nacionalidades practican maniobras como la tumbada -virar o cambiar de rumbo-, así como aprenden a aferrar -recoger la vela-. Al mismo tiempo, alternan los diferentes puestos como el de murero, contramuerero, palero arriba, palero abajo, cobrador, a razonar, al lastre, escotero o abrochador. La clase en vivo se divide en dos turnos. Los quince participantes se reparten en grupos de cinco en los dos botes escuela de la Federación de Vela Latina Canaria, y la embarcación que siempre les acompaña en las competiciones bajo el nombre de El Cristo de la Vera Cruz.

"Debería promocionarse más esta especialidad", manifiesta Hazel Sannders nada más pisar tierra. Entre risas, revela que tanto ella como sus compañeros anglosajones Josh Sykes y Rich Butterworth coinciden, han pensado en comprarse un bote, porque según cuentan, "ver cómo el barco respondía a los movimientos", en función de lo que ellos querían, fue "increíble". Son conscientes de que esto no es posible sin la ayuda de los monitores que les acompañan, a quienes Sykes tilda, en tono jocoso, de "geniales", pero "locos".

Gracias a esa "excelente instrucción", Xavi Rodríguez consigue descubrir, para su sorpresa, que se desenvuelve "bastante bien" en esta práctica deportiva. Ayer no solo fue su bautismo en Vela Canaria, también fue su debut como marinero. Se encuentra en la capital grancanaria, al igual que el resto, por la ARC, pero en su caso el objetivo es encontrar un navío con el que poder llegar hasta Méjico para ejercer su profesión de pianista. "La visión de las velas hinchadas me ha llenado de esperanza", confiesa antes de continuar con la garbanzada. Y es que no puede faltar un buen enyesque para compensar el esfuerzo en el mar. Las papas con mojo, los bocadillos de pata, el queso majorero, el chorizo de Teror y la pella de gofio se convirtieron en el estupendo broche final a una jornada en la que late, sobre todo, "lo de la tierra".