El pequeño Aarón Marrero mira embelesado el rostro que le resulta conocido. Sobre unos brazos que hace tiempo no lo cargan, el bebé palpa con curiosidad la barba con la que su primo Aday Hernández ha vuelto a casa. Su diminuta mano va y vuelve a la cara, mientras su hermano mayor Aitor y el resto de su familia observa la escena con una mezcla de emoción y diversión. Y es que cuando Hernández se marchó hace cuatro meses y medio en el Buque de Acción Marítima (BAM) Tornado, rumbo a Somalia para luchar contra la piratería, lo hizo con un aspecto facial más despejado.

"Ha sido duro, sobre todo en Navidad, pero hemos hablado con él casi todos los días", cuenta la madre del recién llegado, Soledad Jiménez. Para Aday también ha sido una separación larga, si bien "se ha pasado rápido", comenta con el niño aún cogido. "Por fin", están en casa, ahora toca descansar y estar con los suyos hasta nueva misión.

Con el patrullero ya en Las Palmas de Gran Canaria, su capitán de corbeta, Juan José Belizón manifiesta su "satisfacción", especialmente ante el notorio aumento de la seguridad en las aguas del Índico, "gracias también a nuestra presencia". Según recuerda Belizón, "a finales de 2010 se producían hasta tres secuestros al día".

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