Si Darwin levantara la cabeza, además de darse con la tapa, se hubiera venido a Las Palmas de Gran Canaria en el primer chárter que saliera de Gatwick. El hombre se pasó lo más grande en las Galápagos, persiguiendo a unos pollos sin alas y esperando a que unas tortugas XXL cumplieran 100 años para llegar a la conclusión de que los homo sapiens, es decir nosotros, -unos más que otros- venimos del mono. Él científico british puso las bases, y después otros han ido desenterrando fémures, clavículas y cráneos más o menos chocaos... Un hueserío tremendo para ir colocando las piezas del puzle de la evolución. Pero hete aquí que faltaba uno, el llamado eslabón perdido, que unos dicen que está en Atapuerca y otros que si es un enano cabezón como de El señor de los anillos... Pero no, investigadores de la Universidad de Oxford de Garza han avisado a sus colegas, en la revista Bastante Interesante, de que dejen de buscar, el espécimen que faltaba se ha criado desde chico en ambiente carnavalero, es difícil encontrarlo en su versión más genuina y solo los más avezados han logrado dar con él: es el homo mogollonus.

Se da la circunstancia de que el reputado arqueólogo y antropólogo galés Jeremaia Jones encontró un dos por uno en unos apartamentos de Las Canteras en una oferta por interné. Se cogió a los amigos, todos ellos unos vinagres, y se vino a los carnavales con un par de mudas para 20 días. En nada se hicieron con el territorio. De Las Canteras al bar, del bar al apartamento leonera y de allí al mogollón... Y así en un bucle mortal para sus respectivos hígados. Pues bien, en una de estas incursiones, el doctor Jones se fijó en un individuo que parecía crear a su alrededor una especie de perímetro de seguridad. A pesar de que tocaba Armonía Show La de Migué y, por tanto, el mogollón estaba más apretado que el corsé de Escarlata O'Hara, el extraño personaje lograba que nadie rebasara su círculo virtual, lo que le permitía realizar con holgura sus inquietantes movimientos. Jones dejó caer a su amigo Ernst O'Mate, al que llevaban sosteniendo por turnos desde hacía horas, y se acercó al objeto de su curiosidad; luego, en su publicación, escribiría: "El homo mogollonus suele tener estatura media, lleva peluca cambada, vestido de mujer, aunque con chándal para el frío, y zapatillas de deportes bastante perjudicadas. Sostiene un vasotubo con un fondillo de roncola con el hielo derretido. Al bailar con espasmos incontrolados, los sapiens suelen mantener la distancia para evitar lesiones. No levanta nunca la vista del suelo y canta todas las canciones con el mismo estribillo. Ah... y su grito de guerra es: '¡Yosss, chiquillos, qué buenos están los carnavales este año!" La investigación está en la terna del Nobel.