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La ciudad de ayer El barrio de las 2.500 viviendas

Con Las Rehoyas a cuestas

En los sesenta se levantó una urbanización de más de 2.500 viviendas sociales en el barranco de Mata para acoger a gentes de los Riscos

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La ciudad de ayer | Las Rehoyas, el barrio de las 2.500 viviendas

Los Riscos de Las Palmas de Gran Canaria, esas laderas de casitas enmarañadas. Barrios de gentes trabajadoras que, en muchos casos, tuvieron que vivir hacinadas. Fue en los años cincuenta cuando el franquismo decidió buscar una solución a ese problema. La humildad de las casas terreras y los portones se cambió entonces por la precariedad vertical, en bloques de cuatro o cinco plantas sin ascensor, hechos con materiales de dudosa calidad y sobre terrenos inestables. En esa década se repartieron las fincas situadas en el barranco de Mata, nació así la planificación de las urbanizaciones que se conocen ahora como El Polvorín y Las Rehoyas.

Pinito la panadera, como la conocen todos en Las Rehoyas, nació hace ahora más de 80 años en la calle Saturno, en el risco de San Lázaro. Con solo siete años comenzó a repartir pan junto a su padre. Vivió con la ciudad a cuestas. Se levantaba temprano para ir a buscar las barras al Lugo y luego subir hasta las primeras casas terreras que se construyeron en los aledaños de la carretera general del Norte, donde repartía la mercancía en talegas.

"Ya con más de 20 años iba por los primeros bloques que hicieron en Los Arapiles y veía la construcción de este", señala el edificio a sus espaldas, "y me decía, esa de la esquinita será mía; efectivo, allí me dieron casa", apunta Pinito sentada en un banco de la calle virgen de la Macarena. A su sombra se levanta el monolito en recuerdo de una mítica palmera. La tormenta tropical Delta la derribó en noviembre de 2005 y ahora ha quedado en el recuerdo de los vecinos. "Era el punto de encuentro del barrio, un sitio muy novelero donde todos venían a hablar", señala.

El patronato Francisco Franco entregó entre 1960 y 1964 más de 2.500 viviendas de renta limitada subvencionada en tres fases. Las dos primeras, Los Arapiles, están hoy encaramadas a la ladera previa a la meseta de Schamann. La tercera fase sepultó el barranco de Mata para siempre bajo el asfalto y el hormigón. Hasta aquí llegaron multitud de familias procedentes de los Riscos, del Puerto y de otras barriadas que crecían en precario por toda la capital grancanaria.

"Aquí siempre hemos sido gente trabajadora, honrada", apunta la panadera. "Unos pagaban al día, pero otros siempre te debían", continúa. Aunque lo mejor era poder enterarse de todos los chismes que ocurrían en el barrio, "me contaban de todo". No obstante, no estaba sola en el mundo de los negocios. Antoñito fue el otro panadero de Las Rehoyas que traía las barras en su furgoneta desde Arucas.

Pinito ha sido una mujer luchadora, que trabajó duro para sacar a su familia adelante. "De pequeña lo pasamos muy mal, hasta tuvimos que pedir dinero para curar a mi madre, no quise eso para mis hijos", reconoce. Desde los 10 años tuvo que compaginar el oficio de panadera con el de costurera, incluso llegó a fabricar alpargatas.

Según el libro Origen y Noticias de lugares de Gran Canaria, el nombre de Las Rehoyas hace alusión a "muchas hoyas o espacios llanos que quedan entre los barrancos". En un principio se denominó así a todo el conjunto de lomos y barranqueras por encima de la ciudad de Las Palmas. La venta de parcelas y la aparición de diversos pagos relegó este topónimo al barrio actual. La carretera general del Norte, que empezó a construirse en 1855, hizo la primera división. Al sur de este camino quedaron las fincas de tabaco primero, y plataneras después, del empresario Tomas Miller.

El magnate británico dominó el comercio marítimo durante décadas gracias, en parte, a los excedentes de las fincas de este barranco. Los bloques de viviendas y un recinto industrial ocupan hoy las antiguas plantaciones. Al otro lado de la carretera estaban las tierras de los herederos de Diego Betancor. Más campos de plátanos. Otro polígono del patronato ocupa desde principios de los setenta esta parcela: Cruz de Piedra.

Gente trabajadora

Poco antes, en 1962, Manuel Luján llegó a Los Arapiles desde su Juncalillo natal. Durante mucho tiempo fue la única persona que tenía coche entre sus vecinos. "Todo el mundo me llamaba para que lo llevara a la casa de socorro en Bravo Murillo", señala. "Era la ambulancia del barrio", añade, entre risas, su hijo Ángel. Sin embargo, su vida la dedicó al comercio. Poco antes de mudarse edificó una pequeña tienda de alimentación en la calle virgen de Guadalupe. Luján conserva antiguos clientes como Mela, mitad de San Nicolás, mitad de San Roque. Como tantos otros vino de las laderas sobre Triana y Vegueta. "Risquera, pero nací aquí, estrené la casa", apunta antes de llevarse la compra.

A principios de los ochenta tenían clientes de toda la ciudad. "Salía con mi hermano a repartir la compra en un Mitsubishi a montón de sitios", hace memoria Ángel. En aquel entonces no había mucha competencia. Varios locales de barrio como el de Don Vicentito y poco más. Aunque, si alguien les hacía frente era Hermanos Domínguez, el germen de Hiperdino, que estaba a pocas calles.

La transformación de esta zona comenzó en el verano de 2002, cuando se derribó el conjunto de viviendas del Buque Guerra. Durante años este grupo de 60 viviendas fue uno de los mayores focos de conflictividad social de la ciudad. Tras su demolición el aspecto de la calle Agustina de Aragón cambió con un aparcamiento, un supermercado y un parque. Ahora, tras años de eternas esperanzas, la reposición de las viviendas del Patronato de Las Rehoyas llegará a lo largo de los próximos meses.

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