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Ciudad del Ayer | La playa que sedujo a Gordillo

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La ciudad de ayer | Plaza de Santa Ana

La playa que sedujo a Gordillo

En el siglo XIX los vecinos tenían que pagar para pasar a la playa del Confital

Rafael Gordillo Vázquez recuerda el verano que pasó en Las Palmas de Gran Canaria como "uno de los mejores" de su vida. El que fuera futbolista del Real Betis Balompié y del Real Madrid visitó en los 80 el casco histórico de la capital y hasta fue a pasar un día con su familia al sur, sin embargo, es en el poblado de chabolas del Confital donde su concuñado tenía una caseta el lugar en el que confiesa haberse sentido más a gusto. "Nos pasábamos el día comiendo, bebiendo y visitando a unos y a otros de sus amigos", rememora el deportista retirado que espera convencer a su mujer para volver a visitar la Isla este año. De hacerlo, como ya sabe de antemano, no encontrará rastro de aquel epicentro de infraviviendas que sucumbieron bajo la piqueta hace ya más de una década. Pero por suerte la belleza del paraje sigue intacta.

Basta con seguir la continuación natural de la playa de Las Canteras para llegar a este espacio natural que, a pesar de ser uno de los más transitados, ha conseguido salvaguardar su estado salvaje que ha sido testigo de la propia evolución de la ciudad. Sin ir más lejos, en su montaña aún se puede apreciar la huella de los antiguos pobladores en las conocidas como Cuevas de Los Canarios. El conjunto arqueológico prehispánico está compuesto por una veintena de cavidades ubicadas en distintos niveles de la ladera que sirvieron a los primeros autóctonos de habitaciones y almacenes y que, desde 2009, están consideradas como Bien de Interés Cultural.

El yacimiento no es el único reducto del pasado que sobrevive en El Confital. Cerca existen restos de una cantera prehispánica utilizada para obtener piedras para molinos y, a pesar de que se conservan tan solo parte de algunos muros como "el del acueducto que llevaba el agua desde el mar a los cocederos", según recoge el blog Conoce La Isleta, también se puede vislumbrar la presencia de las antiguas salinas. Estas estaban ubicadas en la zona baja de Las Coloradas, y "se mantuvieron activas desde 1867 hasta 1956, llegando a comercializar 120 toneladas anuales" en una época en la que la ausencia de neveras hacía necesaria la sal para la conservación de los alimentos.

Su infraestructura sobre barro contó con un molino de madera y una casa del mismo material que hacía las veces de vivienda y almacén del salinero. El más conocido "por su generosidad y buen hacer", cuenta el libro Las Canteras y la Bahía del Confital, fue Celestinito. Si bien su oficio, así como la actividad de las salinas quedaron fuera de la propiedad cuando esta fue recuperada por los Bravo de Laguna. Y es que este paraje natural pertenecía entonces a esta familia que, entre otras cosas, tenía arrendados los secaderos de pescado que se encuentran a pocos metros.

Asimismo, al tratarse de una propiedad privada los vecinos tenían que pagar al guarda que controlaba el paso a la playa y que contaba con una caseta justo delante de la conocida como Puerta del Confital, que engarzaba con la muralla que marcaba los límites de la zona. Al otro lado, en primera línea de mar, otras construcciones hacen viajar al pasado, llegando incluso a ser recordatorio de tiempos de guerra. En la Punta del Confital, conocida también como Punta de Las Monjas por ser el lugar en el que antaño se bañaban en grupo las religiosas, tal y como apunta la página Mi playa de Las Canteras, se localizan los restos de los búnkeres que fueron cimentados durante la II Guerra Mundial ante el temor de una posible invasión de las fuerzas aliadas en caso de que España participase en el conflicto bélico del lado de Italia y Alemania. De ahí que las instalaciones militares estén orientadas "hacia el oeste para defender buena parte de la costa norte de la Isla", explica la web de Tino Armas.

Los nidos de ametralladoras formados por dos casamatas consiguieron mantenerse en pie durante décadas, pero hace unos años uno de ellos fue gravemente destrozado durante una operación de tapiado para que no se metiesen okupas en su interior. Aunque nunca fueron utilizados para los fines con los que se erigieron, llegaron a contar con la presencia de soldados. El Ejército llevaba años instalado en El Confital cuando por miedo a la ocupación estadounidense tras la Guerra de Cuba (1898) creó un enorme cuartel que, desde entonces, ocupa una considerable extensión de paisaje restringido por una verja de alambre a la población civil. Un hecho que más de un siglo después sigue creando controversia entre la ciudadanía sin que haya a la vista posibilidades de recuperar este espacio para disfrute social.

Hasta donde sí se puede llegar es a la conocida como Casa Roja. Esta vivienda, que se levanta en un escarpe de la Caleta del Cabrón, fue cimentada en los años 30 de la pasada centuria para albergar las bombas de aguas residuales de La Isleta. Conocida en sus inicios como la Casa Máquina, está habitada actualmente por Modesta Antonia Bolaños, hija de Santiago Bolaños, el primer mecánico al frente de la maquinaria de la estación de bombeo.

La casa, que es propiedad del Ayuntamiento capitalino, es la única del entorno que se mantiene perfectamente en pie. Tanto es así que, aunque tras varias inspecciones fue descartada, hace un año se convirtió en la principal sospechosa del foco de contaminación fecal que mantiene desde abril de 2017 la playa del Confital cerrada al baño. Su posición privilegiada también le ha hecho ser testigo de los movimientos que ha habido en las últimas décadas en la zona donde también estuvieron instaladas las factorías de pescado en naves de planta rectangular y paredes blancas.

La citada vivienda también ha logrado sobrevivir al chabolismo que comenzó de manera inocente en El Confital durante los meses de verano en torno a los años 70. En principio, los vecinos instalaban casetas en las que pasaban el periodo estival en medio de un paisaje de incuestionable belleza. A sus casi 69 años, Juan Domínguez, "isletero de los pies a la cabeza", recuerda cómo desde que tenía cuatro o cinco primaveras pernoctaba junto a su familia en el cubículo que su abuelo levantaba con dos o tres encerados. La tradición se mantuvo también de adulto, cuando iba de visita a la caseta que tenía su cuñado que, casualmente, también estaba emparentado con Rafael Gordillo.

Es más, Domínguez jugó en alguna que otra ocasión al envite en el bar de Pepín con el exfutbolista. Y es que por haber había hasta tiendas de comestibles y un bingo en aquella villa chabolista. Pero poco a poco la cosa fue degenerando y para finales de los 80 el poblado de infraviviendas ya era un foco de delincuencia y contrabando de drogas que terminó por ser completamente erradicado en 2004 cuando fue derribada la última chabola.

Una decisión municipal que tenía por objetivo recuperar El Confital para la ciudad y que, por supuesto, vino acompañada de planes urbanísticos que han pasado por la proyección de hoteles al parque de marítimo diseñado por César Manrique. Si bien la pasarela de madera que se instaló en 2008 es la única que ha alterado la imagen de este paraje natural que, pese a ello, ha conseguido mantener inmarcesible su estado salvaje.

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