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Árboles emblemáticos de Las Palmas de Gran Canaria

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Los abuelos de la capital

El catálogo de árboles singulares que prepara el Cabildo incluye 12 conjuntos en el municipio por su antigüedad, grosor y altura

Si hay unas Phoenix Canariensis singulares en la capital grancanaria esas son las del Lomo Verdejo. Este trío de palmeras canarias han germinado prácticamente de un mismo punto a los pies del barranco Guiniguada. Y, con sus 31 metros de altura, superan los 250 años de edad, según refleja el nuevo catálogo de árboles singulares de Gran Canaria, un informe con 85 ejemplares en toda la Isla, los cuales destacan por su antigüedad, grosor y talla. La ciudad alberga a 12 de estas plantas repartidas por toda su geografía. Un patrimonio natural que la institución insular quiere preservar y proteger al mismo nivel que el cultural.

"El Guiniguada cuenta con ejemplares de palmeras canarias muy interesantes", señala Tana Suárez, técnico de Medio Ambiente del Cabildo. Al mismo tiempo apunta que este entorno de Lomo Verdejo es un claro ejemplo de "zona deteriorada", símbolo del abandono del campo. No obstante, la planta está rodeada de antiguas fincas y estanques derruidos. Actividad económica que en su día permitió su rápido crecimiento.

Quienes también se alzaron de manera vertiginosa fueron las dos palmeras de Tenoya. Estas hermanas nacieron al calor de los primeros años del siglo XVIII. Tres centurias más tarde, la mayor de todas, con sus 36 metros de altura, supera a las torres de la catedral de Santa Ana, las cuales todavía no existían en el momento en el que aquella semilla germinó en una campo de labranza en mitad de un barranco del que ahora son faro vigía.

La mayor de estas dos palmeras está considerada la más alta y antigua del Archipiélago, según apunta Suárez. "La presencia de cultivos a su alrededor ha favorecido un rápido crecimiento", indica, pues el riego incesante sobre la planta supone una importante fuente de nutrientes. No obstante, a los pies de estas hermanas de Phoenix Canariensis hay una acequia y varias tarjeas, "aunque ahora abandonadas", apunta el técnico; pero junto a ellas hay varias fincas de plataneras todavía en activo.

El drago de la Concepción también nació en el siglo XVIII, al calor de una mansión de la aristocracia canaria. Este ejemplar de Dracaena Draco con más de 250 años de antigüedad, según el Cabildo, se encuentra dentro de una finca privada en Tafira Alta. Con sus 13 metros de copa, entre los de su especie es uno de los más imponentes en Gran Canaria. "Es muy señorial, magnífico", lo describe Suárez. Bajo su sombra han nacido multitud de hijos, los cuales ahora tienen diferentes tamaños, explica el técnico. "Destaca uno, pero en este lugar se ha formado un interesante dragonal", indica.

También histórica y singular es la cyca de San Martín. Con 230 años de edad, nació prácticamente al mismo tiempo que el antiguo hospital de Vegueta, edificio que la cobija en uno de sus patios. Oriunda de Japón, ha alcanzado los 11 metros de altura, algo poco habitual en estas "falsas palmeras" por culpa de su lento crecimiento.

También en Vegueta se encuentra la conocida popularmente como araucaria del Toril. Está situada en el patio de la Fundación Mapfre, en la calle Castillo. Con unos 100 años de antigüedad destaca por sus 40 metros de altura, por lo que sobresale por encima de los tejados del histórico barrio. Es uno de los árboles de la lista que necesitan cuidados especiales, según desveló Medio Ambiente cuando presentaron la iniciativa.

La capital cuenta con otra araucaria de renombre, situada en este caso en la finca de Los Traviesos, en pleno barranco de Guiniguada y muy cerca del barrio de San Roque. Se trata de dos ejemplares de esta especie arbórea sudamericana que superan los 40 metros de altura. Esta medida convierte a la pareja en la tercera más alta de la Isla según refleja el catálogo, solo tras los eucaliptos de Corvo -Moya- y el Pino del Mulato -Mogán-. Según el técnico del Cabildo, una está "un poco estropeada" a causa de una enredadera que creció por su tronco y perjudicó su desarrollo.

Con una edad similar, el árbol bonito de San Juan -en realidad un ficus- da nombre a la zona en al que se encuentra. Su tronco supera los nueve metros de diámetro, una medida que lo convierte en el cuarto ejemplar más grueso de toda la Isla. Sus hojas descoloridas son una muestra del "sufrimiento" que ha pasado estos años al estar al pie de la antigua carretera general del Centro, explica el técnico.

Pero, realmente este no es el árbol más grueso de la capital. El diámetro del ficus de socotra del Jardín Canario supera los 13 metros en su base. Esta planta, originaria de una isla cercana a Yemen, "crece muy rápido, con un sistema raticular de raíces y ramificaciones excepcional", explica Suárez. Un ejemplar único en la Isla que promete en convertirse en un "monstruo" a medida que pase el tiempo, pues apenas acaba de cumplir 60 años.

El acebuche del barranco de San Lorenzo sí es una auténtico abuelo de la capital. Con sus 200 años, destaca por estar situado en un espacio natural poco alterado, a pesar de estar muy cerca de urbanizaciones de reciente construcción. Los cardones de Santa Margarita, también en el catálogo, sobresalen precisamente por este motivo, pues este grupito de unos 20 ejemplares "apiñados" ha logrado "sobrevivir" en un entorno muy intervenido en las últimas décadas en Marzagán. Con sus dos siglos de historia, es el único conjunto de Euphorbia Canariensis digno de mencionar en la ciudad.

También con décadas de historia a sus espaldas, unos 150 años, los dos almácigos de Tafira han logrado sobrevivir. La construcción de la carretera GC-110 en la década de 1960 los amenazó, pero la labor de Luis Van Isschot, propietario de la finca donde estaban, permitió que se salvaran, explica Suárez. Hoy uno de ellos se encuentra dentro de la mencionada propiedad y el otro se ha quedado por fuera, junto al arcén de la autovía.

En la misma carretera destaca en el horizonte la palmera de Tafira. Este esbelto ejemplar roza los 30 metros y medio de altura y se encuentra aislado en mitad de la mediana de la antigua autovía GC-110. Lo cierto es que este ejemplar logró "salvarse" de la construcción de dicha carretera, pues su base, con menos de un metro de ancho en su tronco, marca la distancia entre ambos sentidos de circulación. La planta aporta a la zona el topónimo de "la palmita", explica Suárez. El acerbo popular es, sin duda, uno de los criterios más utilizados en este singular catálogo.

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