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Crisis del coronavirus CORONADIARIO. DíA 11

De dónde viene la luz

La primera bombilla eléctrica se encendió en el Archipiélago hace 127 años y tres meses - Hasta mitad del siglo XX no se expandieron las redes por toda la geografía de Gran Canaria

Descarga de materiales para la central eléctrica de la Cicer, en el Puerto de la Luz. TEODORO MAISCH / MUSEO CANARIO

Es un hecho contrastado que en materia de entretenimiento hoy no falta de nada, y de hecho un confinamiento de este tipo en la Edad Media, por poner un caso, podría terminar con la Humanidad de puro aburrimiento.

En el archipiélago disfrutamos de luz eléctrica desde hace 127 años, cuando en la Nochevieja de 1893, según detalla Manuel Serrano Caballero en una deliciosa obra titulada Historia de la electricidad en Canarias, se encendía en Santa Cruz de La Palma el primer alumbrado público de esta parte del Atlántico.

El asombroso acontecimiento fue obra de Jackson Hermanos, empresa radicada en Madrid, y los trabajos de canalización de aguas y demás tinglados correspondía a la Sociedad Anónima Electrón, que ya solo por el nombre es una pena que no habite entre nosotros. El fluido provenía de la energía de un salto de agua ubicado a apenas tres kilómetros de la ciudad, una capital que en aquella época era un boyante puerto de terratenientes y burgueses.

Serrano detalla que aquel sistema de alumbrado "se componía de 138 lámparas, con una potencia de 100 vatios, y de dos lámparas de arco voltaico de la marca Siemens, una de ellas situada en la plaza de la Constitución y la otra en el muelle".

Cuando todo ese conglomerado comenzó a brillar en la noche palmera se montó el correspondiente "júbilo del gentío que había salido a la calle para presenciar aquel espectáculo inédito, y con notable repercusión en la prensa de todas las Islas".

Enfrente, en Santa Cruz de Tenerife, se debieron quedar a cuadros, sobre todo porque en esa época ostentaba la capitalidad de las islas, y el avance palmero no debió tener muy buena digestión hasta que definitivamente se le atragantó cuando La Orotava también se les adelantó, tras fundar en 1894 la Sociedad Eléctrica de La Orotava por iniciativa del empresario local Ricardo Ruiz.

Un año después se repetía la jugada en Gran Canaria, cuando Arucas se colaba por la derecha a su propia capital con una dulce y genial iniciativa, la de empatar una dinamo instalada en la fábrica de azúcar de San Pedro.

La ocurrencia, al principio, era para dar luz a las fiestas, pero fue tal la aceptación que rápidamente el excedente eléctrico del trapiche azucarero, según resalta Serrano, terminó aprovechándose "para alumbrar en horario nocturno y de manera esporádica las calles de mayor importancia de la ciudad", además de convertirse en un mágico atractivo cuando le daban macho a cuenta de las cada vez más afamadas y luminosas verbenas.

El avance científico aruquense motivó a sus acérrimos defensores a conquistar a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Y el Ayuntamiento se propone aprovechar el poderío hidráulico de la Heredad de Arucas y Firgas para instalar "una central hidroeléctrica que suministraría hasta 1800 CVh, lo que le permitiría no solo satisfacer sus necesidades, sino exportar el excedente" a la capital insular. Pero no pudo ser por falta de perras.

Entretanto en Santa Cruz de Tenerife intentaban no perder el cable de los acontecimientos, pero lo cierto es que llegaban tarde a los distintos modelos, aunque desde La Aldea de San Nicolás sabían lo que era la luz pública porque la veían allá lejos, en la capital tinerfeña, pero no era eléctrica, sino alumbrada desde finales del XVIII por lámparas de aceite que luego fueron sustituidas por belmontina, un derivado del petróleo.

A principios del siglo XX las dos capitales ya contaban, en mayor o menor medida, con una cierta red de electricidad, en Gran Canaria a través de la Compañía Insular Colonial de Electricidad y Riegos (Cicer), con su gran estación instalada en la playa de Las Canteras, pero lo realmente llamativo es que gran parte del archipiélago no contó con fluido eléctrico hasta casi mitad del siglo pasado, de forma que prácticamente en todo el sur grancanario, así como el de Tenerife, no se había expandido aún la red. Con lo que no sería descabellado afirmar que eso de encender una luz con el dedo es una novelería casi de última hora.

Sí, aunque no lo parezca.

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