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ANÁLISIS

El secreto británico del Puerto

De la herencia de ingleses, escoceses e irlandeses hay que destacar la filosofía económica que hicieron del Reino Unido ejemplo de progreso

El secreto británico del Puerto

El secreto del éxito del Puerto de Las Palmas es muy posible que esté en parte de la historia económica del Reino Unido. Historiadores canarios pioneros en descubrir esa nueva ventana de información, como Francisco Quintana Navarro, con su libro Barcos, negocios y burgueses en el Puerto de La Luz, 1883-1913, y Víctor Morales Lezcano, con Los ingleses en Canarias, nos han dado algunas pistas para entender como el empuje industrial británico llegó a Gran Canaria de manos de compañías ingleses, escocesas e irlandesas. De esta herencia hay que destacar algo que me parece muy importante: la nueva filosofía económica, las reglas que le dieron impronta a cualquier actividad comercial y que hicieron del Reino Unido un ejemplo de progreso, tanto para el empresario y como para la clase trabajadora.

Con la salvedad que de que esté artículo no quiere ser exhaustivo, en el primer libro moderno de economía, de Adam Smith, Wealth of Nations, publicado más de un siglo antes de que construyera el puerto grancanario, se afirma que "la política de monopolio es una política de tenderos. La única ventaja que procura a cierto tipo de personas ?se torna, por conductos muy distintos, en perjuicio para los intereses generales del país". ?Smith argumenta que bajo protección la renta absoluta de una empresa será siempre inferior a la que ofrecería en régimen competitivo. Todo productor dispone de alguna ventaja singular, que prudentemente optimizada abrirá camino a otra y otras si no topa con restricciones al intercambio. ?El hecho de que todos los "traficantes" aspiren a evitar la existencia de competidores queda en mera aspiración, estimulando más bien una rivalidad que favorece al consumidor, según recoge Antonio Escohotado en su trilogía Los enemigos del comercio.

Jean-Baptiste Say, economista francés admirador de la obra de Smith, nos ofreció otra pieza fundamental de los nuevos criterios económicos que asumió la Gran Bretaña: ?las demandas aumentarán en la mayoría de los casos si aumentan las ofertas, y disminuirán si ellas disminuyen.

El Reino Unido ?llevó el progreso liberalizador fuera de las fronteras barriendo el principio del monopolio y el privilegio, creando así el fundamento ?para la futura Organización Mundial del Comercio. Los británicos unieron la liberación comercial con radicalismo democrático, reconocieron el ?derecho de huelga y negociación colectiva, abolieron privilegios, recortaron burocracias inoperantes y limitaron la presión fiscal a artículos prescindibles, entre otras iniciativas. En definitiva, grandes hombres por su visión económica hicieron grandes empresas desde la lucha contra el proteccionismo y la liquidación del pesimismo.

Esta impronta, como decía, caló en los puertos donde tuvieron presencia los británicos, como Funchal, Santa Cruz de Tenerife o Las Palmas de Gran Canaria, pero sólo en este último se mantuvo fiel la misión de reinventarse continuamente, de intentar no mantener privilegios y de crear demanda a través de la oferta. A esa conclusión puede llegar cualquier observador con un mínimo conocimiento de la evolución de estos tres puertos, que tras la salida de los británicos sufrieron las tentaciones propias de sociedad isleña, pues no entendieron que la industria portuaria tenía sus propia dinámica y reglas, las mismas que habían puesto en marcha los británicos.

El profesor Francisco Quintana dice que el Puerto de La Luz puede considerarse como una especie de laboratorio de ideas para el desarrollo posterior de prácticas y culturas políticas. "Una vez logrado, el puerto recibe de inmediato el arrope y la protección de la opinión pública local en su proceso de consolidación, aunque luego, nada más constituirse la Junta de Obras, también concita críticas a su gestión por su instrumentalización con fines corporativos o políticos".

De aquella presencia británica en el Puerto aun nos queda una pequeña joya de unión empresarial, donde prima la democracia y la competencia: la Asociación de Consignatarios y Estibadores de Buques de Las Palmas (Asocelpa), que está a punto de cumplir los cien años como la patronal más antigua de Canarias.

Si el puerto de Las Palmas aspira a revalidar su apuesta logística frente al mundo marítimo debe prestar atención a sus orígenes, los que propiciaron su crecimiento, su competitividad en todos los sectores, desde la pesca a las reparaciones navales, pasando por el avituallamiento, el tráfico de contenedores y los servicios propios de la actividad portuaria que mantienen engrasada la maquinaría logística, garantizando la conectividad interinsular, nacional e internacional. Como proponía Adam Smith, es tiempo de crear negocio para todos y dejar la política de tenderos.

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