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Diario de una librera de Santa Catalina

La tienda de libros de ocasión de la calle Cirilo Moreno liquida por cierre del negocio | La dueña confiesa haber encontrado cartas de amor entre los volúmenes

Diario de una librera de Santa Catalina

La tienda de libros de ocasión de la calle Cirilo Moreno echa el cierre tras cuarenta años abierta al público en las cercanías del parque Santa Catalina. Su actual propietaria, María José Arcediano Santana, recibe estos días el cariño de vecinos y de clientes que la han visto crecer en el local. No en vano, se crió prácticamente en el establecimiento, fundado por su padre, José María Arcediano Molina, en 1980, y cuyo testigo recogió su madre, Isabel Santana Suárez, al poco tiempo de quedarse viuda. El cierre del establecimiento, supone un mazazo a la vida del barrio y a los bibliógrafos y aficionados a la lectura que, por unos pocos euros, encontraban tesoros con los que disfrutar otras vidas.

Su padre, José María, cuando abrió el negocio

La pandemia del coronavirus ha removido las conciencias de todos, también la de la librera, que decidió durante los meses de encierro poner punto y final al negocio familiar tras decaer en los últimos años la venta por el crecimiento de las nuevas tecnologías, que no solo permiten la adquisición de libros online, sino también la lectura gratuita desde cualquier dispositivo, la competencia de las asociaciones sin ánimo de lucro, que venden libros donados para sufragar sus gastos, y los cambios de hábitos de consumo; entre otras razones, también de índole personal. “Este negocio es como una montaña rusa; unas veces se vende y otras no, pero todos los meses tengo que pagar el alquiler y el impuesto de autónomo. Los meses de confinamiento han sido la puntilla, prefiero irme ahora, con el cariño de la gente, que venga y me compre un libro; un pedacito de nuestra vida porque para mi lo es, que cerrar porque no me quede más remedio”, cuenta la joven, convencida de que una retirada a tiempo es más una victoria que una derrota.

La librera ha puesto a la venta cada ejemplar a dos euros, salvo los cómics, para sacar adelante el stock en el que hay libros de cualquier materia y género. Algunos de ellos curiosos como “Tratado de mecanografía”, de Heriberto Castellón, o todo un clásico como las novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía, de los años 40 y 50 del siglo pasado. Y, por supuesto, el rincón de libros canarios.

“Las obras de Galdós estaban en los estantes hasta que llegó el centenario”

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Los clientes también pueden llevarse tres libros por el módico precio de cinco euros y cinco obras por diez euros. Una oportunidad para los empedernidos lectores y también para las familias para comprar textos escolares, cuentos y clásicos de lectura dado el inicio de curso.

La nostalgia invade estos días a María José, de 36 años, rodeada de volúmenes por todos lados. En el establecimiento aprendió a caminar y en él comía y hacía los deberes cuando salía del colegio Santa Catalina antes de regresar a casa cuando era pequeña. “Mi madre me puso un pedazo de moqueta para que no estuviera en el suelo cuando aprendí a gatear porque se pasaba todo el día trabajando aquí”, recuerda con admiración por el “esfuerzo y sacrificio” que hizo su madre por sacarla adelante después de que la dulce vida familiar se truncara al fallecer su marido de un infarto cerebral a los 34 años y cuando estaba embarazada.

Tras la jubilación de la madre, hace ocho años, María José decidió coger las riendas del establecimiento y proseguir con las prácticas de compra venta que había aprendido de sus padres. “Ni yo misma sabía lo que iba a coger. Mi madre se jubilaba, yo no tenía trabajo y lo vi como una oportunidad laboral, como un aprendizaje y una bonita herencia”, prosigue.

María José Arcediano heredó el establecimiento que montó su padre en los 80

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Casualidades de la vida, el negocio fue objeto de un reportaje en el Diario de Las Palmas, adscrito hoy a este periódico, al poco tiempo de abrirse, y cuyo recorte de prensa guarda con cariño la familia. En noviembre de 1980, y bajo el título de ‘Tiendas de viejo’, el padre de María José confesaba al periodista Adolfo Santana cómo se le ocurrió el negocio. “En Valladolid existen muchos lugares como éste. Sin embargo, la idea me surgió luego de ver el establecimiento que en la calle Travieso tiene el señor Castejón, verdadero pionero en las islas de esta clase de actividad. Pretendo compaginar el sentirme a gusto y ganarme mi sustento con el afán de servir a muchas personas que hasta ahora no han tenido la oportunidad de intercambiar los objetos que ya no les sirven por otros que puedan serle más útiles o que, incluso, llevan mucho tiempo buscando y que ya habían pensado no encontrar”, decía José María, que entonces también vendía discos.

Durante las cuatro décadas de vida del establecimiento, los libros han llegado de muy diversa forma a los estantes. Bien porque la gente se desprendía de herencias, ya no cabían en casa o el propietario se marchaba de Canarias. Algunas personas donaban los textos pero otras muchas los vendía a la librería. Los textos quedaban en depósito y hasta su venta no se pagaban.

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Cierra una tienda de libros de ocasión en Santa Catalina

La tienda también ha hecho uso del intercambio por el que, por un módico precio, un lector podía llevarse unos cuantos libros para canjearlos por otros cuando acababa su lectura por lo que los libros volvían a tener una segunda y hasta una tercera o cuarta vida.

La librera relata cientos de anécdotas ocurridas entre libros, donde el regateo sigue funcionando si ve que alguien no puede adquirir un libro. “He encontrado entre los libros cartas de amor, estampas religiosas, recordatorios de comunión, esquelas de fallecidos, fotos de familia, billetes de embarque, flores secas, recibos de luz y hasta extractos de cuentas bancarias”, enumera. Por supuesto, no faltan las dedicatorias de los escritores a sus lectores.

“El coronavirus ha sido la puntilla a las ventas, que habían caído por las nuevas tecnologías”

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Precisamente, el escritor Alberto Vázquez Figueroa encontró en la tienda, en tiempos en los que su madre la regentaba, uno de sus libros que él mismo no tenía. “Mi madre, lo reconoció, y se lo regaló”, recuerda María José, que también guarda algún recuerdo malo de sus horas en soledad.

La joven dice que las novelas y obras de teatro de Benito Pérez Galdós han estado durante años en los estantes sin que nadie se acercara a escogerlas, pero que la celebración del centenario de su fallecimiento ha venido a recordar la grandeza del escritor y que ahora todo el mundo pregunta por el padre de los Episodios Nacionales, Fortunata y Jacinta, y otros títulos. “Los que siempre han salido con rapidez son los libros de Gabriel García Márquez y Vargas Llosa”, apunta la librera, que reconoce que la Biblia ha sido uno de los libros que más ha vendido. Los libros esotéricos y de brujería también tienen salida en el siglo XXI.

Las obras de la II Guerra Mundial, el nazismo y cualquier conflicto bélico son libros que también tienen gran acogida, lo mismo que los de psicología y filosofía, aunque parezca lo contrario. “La gente suele venir a buscar un libro de psicología cuando se les ha muerto alguien, ha tenido un desamor o tienes problemas en el trabajo. Curiosamente, durante la pandemia han venido también muchas personas buscando libros de Medicina como si todo el mundo fuera hacerse enfermero de golpe”, añade la joven, conocedora de que cualquier materia o escritor puede convertirse en objeto de deseo en cuanto se renombra durante algún tiempo en los medios de comunicación como ocurrió con las novelas negras del sueco Stieg Larsson, autor de la saga Mileninum; la novela erótica de la británica E. L. James, escritora de ‘Cincuenta sombras de Grey’, o las románticas de toda la vida, de la inglesa Barbara Wood.

“El 50% de los clientes viene buscando un título exacto y cuando me piden uno con asiduidad lo leo para saber de qué va y venderlo”, afirma como buena vendedora. Ella prefiere los libros de Eduardo Mendoza y “los que me hacen reír”.

La tienda ha llegado a vender hasta revistas pornográficas, un género que ha descendido en los últimos años, aunque ha sido sustituido por cómics de alto contenido erótico. En los estantes también se pueden encontrar a los clásicos españoles como El Jabato, Mortadelo y Filemón y el TBO.

En cuanto a los libros canarios, María José menciona que los turistas se llevan libros de cocina, de paisaje y tradiciones como recuerdo. Y que en los últimos años, los dueños de viviendas vacacionales han ido a buscar obras en lenguas extranjeras para incluirlo en la decoración de las casas.

No todos los libros se han usado para leer. La librera explica que se los han pedido para ilustrar escaparates o servir de atrezzo para una película, para hacer collages con los que empapelar paredes y hasta servir para llevar los anillos de boda.

La librera confiesa que tiene cientos de historias porque al establecimiento se han acercado personas de todo tipo y condición. Y es que gracias a los libros de segunda mano muchas personas han tenido la oportunidad de disfrutar y aprender donde el bolsillo no alcanzaba para comprar cultura. “Me va a costar el día que no esté; este espacio ha sido mi vida”, puntualiza la joven, que se tomará un tiempo de calma para ver dónde dirigir sus pasos.Sobre estas líneas, la librera María José Arcediano Santana, ayer en el local. A la izquierda, su padre, José María, cuando abrió el negocio.

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