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Crisis del coronavirus | Consecuencias en las Ongs

San Juan de Dios incorpora a nueve personas para cumplir con las exigencias del Covid-19

La necesidad de crear grupos burbuja ha obligado a contratar a más personas | La entidad confía en la solidaridad para pagar el sobregasto

Niños de San Juan de Dios en una foto de archivo.

San Juan de Dios ha tenido que ampliar la plantilla -180 trabajadores- para hacer frente a las medidas de protección sanitarias impuestas por el coronavirus. La entidad ha contratado a nueve personas más, entre auxiliares y terapeutas, para establecer los grupos burbujas requeridos para atender con seguridad a los usuarios del centro, mayores y menores con problemas de discapacidad y de salud mental. Ese incremento de personal, junto al material sanitario correspondiente de mascarillas, geles y equipos Epis para proteger a los trabajadores, ha supuesto un sobre esfuerzo económico a la entidad, sin animo de lucro, cuyo presupuesto se nutre de las subvenciones de la administración pública, de las aportaciones de benefactores, empresas y personas privadas, así como de la recaudación de sus campañas. Son las consecuencias económicas que ha tenido el covid-19 en el complejo sociosanitario, construido hace 48 años en El Lasso.

Pese a que esta Navidad no habrá Belén, ni rastrillo por la crisis epidemiológica, la comunidad no ha querido dejar atrás la campaña, que supone un importante aporte económico para su sustento . Solo el pasado año, la obra social recaudó 646.464, 50 euros entre las campañas tradicionales; las donaciones de los bienhechores; las aportaciones en especie y las ayudas puntuales. La generosidad de la sociedad dio también para enviar dos contenedores a países en vías de desarrollo, donde los religiosos están presentes, con 25.339 Kilos de productos de primera necesidad y 20.479 euros en ayuda humanitaria.

La campaña navideña lleva este año como lema Ayúdanos a dibujar una sonrisa y permite hacer aportaciones a través de la plataforma de envío de dinero Bizum con solo teclear el código 01331. También se pueden hacer a través de la página de la entidad www.sjdlaspalmas/solidaridad, donde a partir del día 8 de diciembre se visualizará el belén que la organización está ultimando para seguir cumpliendo con la tradición. No faltarán tampoco las huchas recaudatorias en 100 establecimientos comerciales.

La campaña servirá para financiar los gastos extras que la pandemia del covid-19 ha traído consigo, dado que los servicios concertados con la Administración no han faltado durante este periodo.

El centro acoge en la actualidad a 96 personas en su residencia; de los cuales 10 son menores, a 158 alumnos entre los 3 y los 21 años en su colegio de Educación Especial y a 61 usuarios en su centro de día. El complejo ya está a pleno rendimiento después de abrir hace unas semanas la piscina.

Como a toda la sociedad, la pandemia pilló a San Juan de Dios de sorpresa y el temor a contagios obligó a cerrar el colegio, el centro de día y el servicio de rehabilitación. Solo permaneció abierta la residencia, cuyos usuarios prácticamente se enclaustraron para superar la epidemia.

La decisión permitió mantener alejado el virus, y no se produjeron contagios ni entre los usuarios ni los trabajadores. En la segunda ola, sin embargo, dos trabajadores resultaron infectados, aunque sin mayores consecuencias que pasar la cuarentena en casa.

La entidad ha tenido que adaptarse a pasos forzados a las circunstancias y a los planes de contingencia que requería Sanidad, así como las distintas consejerías de Educación y Servicios Sociales, a medida que se tenía más información sobre cómo actuaba el virus en los seres humanos. En lo que va de crisis epidemiológica han tenido que activar ocho protocolos diferentes lo que ha supuesto un “pequeño galimatias” para un centro habituado a las rutinas, dado el tipo de personas que atiende, y cuya máxima preocupación era y es garantizar la seguridad de los usuarios y trabajadores.

Es lo que cuenta el gerente del centro Lorenzo Esma, quien señala que uno de los grandes handicaps de la pandemia han sido las restricciones de las visitas familiares, tan necesarias para los usuarios. No solo porque se han reducido en cuanto a frecuencia y deben ajustarse a un horario limitado, sino porque en los encuentros no puede haber abrazos.

Los usuarios del centro de día han perdido movilidad y elasticidad, por el cierre en pandemia

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Para atenuar esta situación, idearon un sistema con mamparas de plástico que permite abrazarse sin tener contacto físico y ampliaron también las llamadas telefónicas a través de tablets y dispositivos móviles para que los dependientes pudieran mantener el contacto con sus allegados. Esa necesidad virtual ha implicado ampliar la red y la anchura de banda en el centro para ofrecer ese servicio.

Las actividades al aire libre dentro del centro se incrementaron gracias a los 4.000 metros cuadrados de espacios ajardinados, el vivero, y la granja que dispone el complejo sociosanitario. “Nos vino muy bien para evitar contagios al ser espacios más seguros y sabiendo que, de este modo, manteníamos a los residentes atendidos y con la menor incidencia posible”, explica el gerente, que añade que las salidas terapéuticas a la calle se están retomando, aunque como es lógico a entornos abiertos como el campo, la playa, y sabiendo que hay escasa afluencia de público.

La pandemia ha pasado factura a los usuarios del centro de día, y a sus familias pese a que el centro ofreció manuales de fisioterapia básica para que pudieran solventar los problemas. “Las semanas de encierro en casa ha hecho estragos en ellos; han perdido movilidad, elasticidad. Ha sido empezar desde cero”, narra Lorenzo Esma sobre las consecuencias de frenar en seco tratamientos diario.

“Han estado muchísimo tiempo en casa, el centro estaba cerrado y no los podíamos visitar. Estamos hablando de usuarios que tienen además a sus padres mayores o, en los casos más graves, que necesitan de ayuda para un cambio postural porque su discapacidad es de un 90%”, continúa.

La crisis del coronavirus ha hecho reflexionar a la institución sobre la necesidad a medio plazo de establecer un servicio a domicilio para que las personas no pierdan lo adquirido si se vuelve a dar una situación similar.

“Pero para todo eso hace falta también recursos, formación y tiempo. Y más para San Juan de Dios, que tiene unos valores y una forma de funcionar muy específica y que no nos gusta ni dar un servicio a medias o mal dado. Cualquier paso que demos en esa línea deberá ser estudiado”, concreta el gerente, que agradece las muestras de solidaridad que ha tenido la sociedad con San Juan de Dios durante estos tiempos de crisis sanitaria.

En estos meses el miedo también ha hecho acto de presencia entre los trabajadores, sobre todo cuando se conocían los estragos del virus en residencias de mayores. “Por supuesto que había miedo pero mi discurso en estos casos siempre ha sido el mismo: que nos necesitaban. Que si nosotros teníamos miedo cómo lo verían nuestros usuarios, sin defensa alguna, salvo nuestra ayuda permanente. No podíamos trasmitir ese miedo; nos condicionaba a la hora de trabajar, nos empañaba la visión sobre nuestra principal tarea que es atender a las personas. La mejor bandera era trabajar con respeto y con mucha precaución”, manifiesta.

Si todo discurre como hasta ahora puede que 2021 traiga una buena noticia a la familia de San Juan de Dios: la puesta en marcha de la residencia de Salud Mental de Tafira, en el antiguo seminario del Obispado de Canarias, en la urbanización Zurbarán. El edificio, que se rehabilita con fondos del Cabildo insular, dispondrá de 60 plazas.

Aunque las obras se pararon por el estado de alarma, continúan a buen puerto. El gerente confía en que a mediados de año puedan entrar. “Lo esperamos con mucha ilusión; hay un déficit importante de plazas en Salud Mental. Dicha atención la llevamos en nuestro ADN, sabemos de la necesidad por la que están pasando muchas familias”

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