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Un grupo de mascaritas en una terraza, la foto esta fechada entre 1930-1940.

Carnaval 2021 | El coronavirus suspende la fiesta

Mascaritas bajo el objetivo

El Ayuntamiento organiza una exposición fotográfica de estampas del Carnaval recogidas por fotógrafos de prensa y agencias

El Ayuntamiento organiza una exposición para homenajear a las mascaritas que este año no podrán ocupar el parque Santa Catalina a causa del coronavirus. Y lo hace de la mano de una decena de fotógrafos de prensa y agencia que en las últimas décadas han seguido la fiesta. Las primeras imágenes sobre el Carnaval datan de principios del siglo XX y las guarda el Archivo de fotografía histórico de Canarias del Cabildo de Gran Canaria. 

Este año el parque de Santa Catalina no se llenará de mascaritas por la pandemia del coronavirus, que ha obligado a aplazar los festejos hasta 2022. Los carnavaleros no estarán físicamente pero si en espíritu gracias a las imágenes de una decena de profesionales de la fotografía de periódicos y de agencias que han retratado la fiesta durante sus últimas décadas. El Ayuntamiento ha querido de este modo agasajar a los verdaderos protagonistas de las carnestolendas: vecinos y turistas, que tendrán que esperar doce meses más para ponerse el disfraz y salir a la calle. La muestra, que se inaugura este viernes al aire libre, recoge un total de 48 imágenes de gran formato que ya son historia del Carnaval tras su recuperación en 1976 tras la muerte del dictador Franco.

Un buen punto de partida para descubrir cómo ha evolucionado la fiesta y sus mascaritas es adentrarse en la web del Archivo de fotografía histórica de Canarias del Cabildo de Gran Canaria que contiene 1.558 imágenes referidas al Carnaval entre sus más de 140.000 documentos datadas entre 1840 y 1980. Tan solo 88, sin embargo, pertenecen al Carnaval capitalino, mientras que el resto pertenecen a otros municipios de la Isla y del Archipiélago.

Las primeras imágenes de las carnestolendas de Las Palmas de Gran Canaria corresponde a principios del siglo XX y están relacionadas con cabalgatas por la calle Triana y su entorno y por retratos infantiles y de grupo, pese a que la fotografía había llegado a Canarias pocos años después del primer daguerrotipo, inventado en 1839 por Louis Jacques Mandé Daguerre en Francia.

El responsable del archivo, Gabriel Betancor Quintana, señala que varias circunstancias determinan que haya menos material documentado referido al Carnaval de la ciudad pese a ser una de sus fiestas más populares. “Se trata de fotos históricas -anteriores a los años 80 del siglo pasado-; la mayor parte corresponden a la primera mitad del siglo XX, una época en la que los medios fotográficos no eran los de hoy en día y en donde los fotógrafos seleccionaban mucho por lo que la cantidad que nos encontramos es menor. A medida que la foto se generaliza y aparecen los fotógrafos amateur nos encontramos con más imágenes”.

Dos personajes de la Cabalgata del pasado año

Entre las fotos, descubrimos a un grupo de señoritas ataviadas sobre un carromato en la calle Peregrina, fechado en 1910 y en formato de postal, y a un grupo de niños en la Alameda de Colón, ambas de la serie de José A. Pérez Cruz, un gran coleccionista que llegó a recopilar cerca de 19.000 imágenes en diferentes formatos y técnicas de reproducción relacionadas con el Archipiélago y cuyo archivo compró en 1999 el Cabildo de Gran Canaria.

El Carnaval había traspasado ya el ámbito familiar y al amparo de las sociedades culturales y recreativas de la época ocupa la calle y los salones de baile de los principales círculos sociales.

Las mascaritas que se ven en esas primeras fotografías tienen clase, posición económica. Se ve en sus ropajes, en los coches en los que desfilan y hasta en la sonrisa con la que saludan a la gente a pie de calle. Solicitar un fotógrafo para un retrato no estaba además al alcance de todo el mundo por lo que solo las familias adineradas conseguían tener un recuerdo para la posterioridad de aquellos momentos lúdicos.

El Archivo fotográfico del Cabildo guarda fotos de principios del siglo XX

El doctor en Historia Moderna y Contemporánea Gabriel Betancor indica que el Carnaval comenzó a popularizarse entorno a los años 30 con la República, el desarrollo del capitalismo y el surgimiento de la clase obrera así como la expansión del Puerto y la urbanización de la ciudad. Es el momento en el que las marcas y firmas comerciales entran en el Carnaval, y así lo podemos ver en algunas cabalgatas, donde encontramos publicidad vinculada a furgonas y camionetas.

Una de las fotos más llamativas en este campo es la un grupo de niños en carroza desfilando por la calle León y Castillo a la altura de la plaza de La Feria u ataviados como si fueran paquetes de mantequilla. La imagen, datada en 1922 y pertenece a la colección de José A. Pérez. Se titula la carroza de La Manteca Chivilcoy.

En esa época, las mascaritas se convierten en postal de la mano de Foto Arte, una empresa editora que comercializó fotografías en dicho formato. En el Archivo se encuentra una pareja disfrazada de árabes que posa en un decorada para tal fin, fechada en 1933.

Un grupo de niños disfrazados de paquetes de mantequilla en la cabalgata de 1922

Una foto curiosa es la de un grupo de mujeres y de hombres sentados en una terraza, donde solo las mujeres están disfrazadas y llevan antifaz, mientras que los varones portan su clásico traje de chaqueta. La enigmática foto se enmarca entre 1930 y 1940.

La llegada de la dictadura franquista al poder en 1939 y la prohibición del Carnaval influye en que apenas haya imágenes de ese periodo en el Archivo Histórico de Fotografía de Canarias. “El Carnaval se recluye al ámbito familiar, a los barrios; el que celebra la fiesta se esconde porque está prohibido”, cuenta Betancor.

De ese Carnaval prohibido y popular hay una foto, datada entre 1965 y 1970 y perteneciente a la colección de vecinos de La Isleta, que bien podría ser “el origen de los drag”, subraya en tono jocoso el responsable del Archivo, por su indumentaria: dos jóvenes ataviados con un par de sacos de papas, con zapatos y bolsos incorporado como si fueran unas señoritas. Una imagen que también hace referencia a ese imaginario colectivo de lo que eran los primeros carnavales tras su resurgimiento en La Isleta y que consistía en ponerse lo primero que uno encontrara.

El historiador señala que desde que el Ayuntamiento se hizo con la organización del evento, el Carnaval se fue estandarizando como ocurre con todas las fiestas populares por lo que las fotos que verán las próximas generaciones no encontrarán tantas diferencias pese a desarrollarse en municipios y contextos alejados y diferentes. “Las fiestas populares se han tuneado; más que fiestas son eventos o representaciones, y el Carnaval está viviendo también ese proceso, que no es único de las fiestas sino que tiene alcance global”, apunta. En esa dirección a la que vamos, la mascarita se ha desprendido de su idiosincrasia canaria y recurre a disfrazarse de personajes e iconos culturales más allá de sus fronteras y conocidos por todos gracias al cine, la televisión, la música, la literatura, el cómic e incluso la tecnología digital en “demérito del disfraz hecho en casa”. Una perdida de identidad que seguro quedará reflejado en los documentos gráficos.

El fotógrafo Luis del Rosario, que ha trabajado varias décadas en La Provincia y en el Diario de Las Palmas de Gran Canaria cuenta que el “momento ideal” para hacer fotos para un fotógrafo de prensa siempre ha sido la Cabalgata. “Hace 40 años prácticamente nadie tenía una cámara de fotos por lo que la gente posaba sin problemas para los fotógrafos de prensa para que les retratasen; algunos hasta te buscaban en el parque Santa Catalina”, rememora del Rosario, que tenía hasta grupos fijos cada año si entre ellos iba algún conocido.

Postal de pareja disfrazada de árabes, de 1933

Entonces el Carnaval de calle convivía con las fiestas privadas, a donde acudían políticos, empresarios, artistas y demás personajes de la sociedad. El fotógrafo Luis del Rosario también acudía a ellas con su cámara. “Siempre llevaban disfraces sofisticados; ellos no se ponían cualquier cosa como ocurría entre las mascaritas de la calle”, recordaba este profesional que entraba sin problemas en aquellos eventos privados a los que había que ir con invitación.

El fotógrafo apunta que las mascaritas de alto copete “guardaban siempre las formas” en referencia a su indumentaria o al personaje que interpretaban para no caer en el ridículo o la excentricidad a la hora de ser retratados para la posteridad.

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