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Un pedaleo que vale 35 árboles

Alejandro Quesada recibe un diploma al ser el usuario que más distancia recorrió en Sítycleta en 2020, y evita echar 758 kilos de CO2 a la atmósfera

Ramírez (iz.) y Quesada (d.) posan con el diploma que acredita a este como el que más recorrido ha hecho con Sítycleta LP/DLP

Alejandro Quesada, de 29 años, tiene claro cuáles son los beneficios que tiene, tanto para él como para el medioambiente, el uso de la bicicleta compartida como medio de transporte en sus recorridos por la ciudad. No solo para ir a trabajar ni desplazarse en su día a día, sino también para relajarse y evadirse de la rutina, este ingeniero informático pedaleó en 2020 más de 4.500 kilómetros, todo un logro que evitó expulsar a la atmósfera 758 kilos de CO2.

Pedaleo a pedaleo, Alejandro Quesada logró recorrer durante el último año 4.507 kilómetros utilizando el sistema público de bicicletas de la ciudad, Sítycleta. Es el usuario de este medio sostenible de transporte que más distancia sumó a sus piernas en 2020, ayudando a evitar que hasta 758 kilogramos de dióxido de carbono fueran emitidos a la atmósfera -los que expulsaría un coche transitando el mismo trayecto-. “Tengo en cuenta el medioambiente, claro, pero uso mucho la bicicleta por la utilidad, me parece mucho más útil que ir en guagua”, explica este ingeniero informático de 29 años, que ayer se convirtió en jardinero por un día para ayudar a plantar 35 árboles en el parque infantil de la urbanización Díaz Casanova, el número de ejemplares necesarios para absorber esa cantidad de CO2.

Quesada lleva muchos años pedaleando por la ciudad, primero con la anterior concesionaria del servicio público de bicicletas compartidas, y ahora con Sítycleta, por lo que ya es un asiduo en las estaciones dispuestas por la ciudad. Vecino de Vegueta, la del Gabinete Literario es la que más cerca le queda de su casa, y desde ahí acude cada día a trabajar donde le toque, sino que también la usa para despejarse, con un uso más recreativo. “Para mí es como el que hace running”, confirma entre risas para referirse a sus rituales sobre dos ruedas, muy similares a los de los amantes de correr por las calles de las ciudades y pueblos.

Además, admite, en los tiempos que corren, con la pandemia de Covid-19 afectando todos los escenarios de la vida cotidiana, le parece un medio de transporte más seguro que otros colectivos como la guagua, “que está más masificada”. Según su opinión, la bicicleta, siempre y cuando sus usuarios cumplan con las medidas de prevención en la higiene de manos, no conlleva tantos peligros al no estar expuesto a la gente. Al mismo tiempo, y pese a que la normativa establece que al hacer un esfuerzo físico importante no sea necesario el uso de las mascarillas, Quesada dice llevarla siempre puesta, aunque sea a la altura de la barbilla, para subírsela siempre que se tope con alguna persona en su camino.

Un pedaleo que vale 35 árboles

En sus 4.507 kilómetros de bicicleta durante 2020, pese a los meses que pasó en cuarentena por el primer estado de alarma, recorrió sobre todo la línea costera de la capital grancanaria. “Lo más duro de repecho ha sido el paseo de Chil”, comenta, medio en broma. Y es que esa es una de las asignaturas pendientes que cree que tiene el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en lo que a carriles bici se refiere: lograr que lleguen también a Ciudad Alta, conectar la parte baja de la urbe con las zonas más cumbreras del municipio. Entiende, eso sí, que esas infraestructuras son “mucho más complicadas” de conseguir por la orografía y la idiosincrasia de la propia ciudad.

También censura cómo se ha llevado a cabo parte del plan de creación de carriles bici en los que se ha embarcado la ciudad en los últimos años. Cree que la idea es “genial”, pero que, pese a ello, “se pasaron un poco con alguna infraestructura redundante, sobrante”, ya que se pueden encontrar dos trazados muy similares muy cerca el uno del otro. Con todo, en términos generales está más que satisfecho con la transformación que está experimentando la capital hacia una forma más sostenible de que su población se desplace en su día a día.

Otro de los puntos positivos que Quesada destaca sobre el uso de Sítycleta es la posibilidad de usarla en sus trayectos con rumbo fijo, en los que termina dejándola aparcada en otra estación. “Si tuviera que usar una propia, tendría que aparcarla en sitios que pueden no estar preparados para ello, y hay algunos barrios que son más peligrosos que otros; así que, si alguna vez compro una, la usaría solo para esos recorridos que hago para desconectar”, explica en ese sentido.

Ayer, tras concederle el diploma acreditativo por haber contribuido a dejar de emitir 758 kilogramos de CO2 a la atmósfera, el concejal de Movilidad, José Eduardo Ramírez, le felicitó por su conciencia, al tiempo que insistió en que el objetivo de este reconocimiento es “comprometernos para impulsar la repoblación verde de la ciudad”. Así, se tiene una “compensación doble”, ya que no solo se deja de emitir esos gases contaminantes, sino que también se plantan más árboles para contribuir a que los absorban y quede un entorno más limpio para vivir.

El concejal de Movilidad, José Eduardo Ramírez, y Alejandro Quesada, el usuario de Sítycleta que más kilómetros recorrió en el servicio público, plantaron ayer, en el parque infantil de la urbanización Díaz Casanova, 35 ejemplares de cassias, brassias y palmeras canarias para favorecer la repoblación verde en la ciudad. En la imagen de arriba, Quesada planta uno de los árboles con la ayuda del servicio municipal de Parques y Jardines. Al lado de estas líneas, Ramírez y el propio Quesada posan con el diploma de reconocimiento que le acredita como el que más pedalea en la ciudad. |

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