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Colin Cameron Davies Joyce, un obispo grancanario en Kenia

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ANÁLISIS

Un obispo grancanario en Kenia

Colin Cameron Davies Joyce, nacido en la calle Albareda y bautizado en La Luz, hijo de un portuario, se ordenó sacerdote Westminster y terminó de misionero en África

La reciente incorporación al episcopado canario de Monseñor Cristóbal Déniz Hernández, como Obispo Auxiliar de nuestra Diócesis, originó que la Santa Sede actualizara sus anuarios, elencos y repertorios para incluir en sus catálogos los nuevos nombramientos. Y en la laboriosa lectura de estas relaciones apareció, para gran sorpresa de los isleños, que un obispo emérito recientemente fallecido en Inglaterra a los 92 años de edad, había nacido en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Lógicamente, la curiosidad por conocer los antecedentes isleños de este purpurado británico ha entusiasmado tanto a la curia insular como a los historiadores, y desde que se ha conocido que el natalicio del longevo prelado acaeció en suelo canario nos pusimos a consultar registros, archivos, consulados y hemerotecas con la finalidad de poder aclarar las circunstancias. Y sí, han sido muchas las noticias encontradas que nos dan un extenso perfil del diocesano grancanario.

Comenzaremos diciendo que a principios del pasado siglo arribó a la bahía del Puerto de La Luz el buque inglés Ruahine. De él bajaron diez súbditos británicos que habían llegado contratados por la serie de empresas del Reino Unido que tenían abiertas en nuestra ciudad sus instalaciones. Entre los pasajeros viene el joven Arthur Henderson Davies, un ingeniero de veinticuatro años natural del condado de Wednesbury contratado por la Cory Brothers y Cía. para que se ocupara del suministro carbonero.

El llamado oro negro fue poco a poco dando paso a los combustibles, ya que esta modalidad se imponía para que las casas inglesas no perdieran la hegemonía de sus mercados. Y en el ínterin de esta sustitución, Mr. Arthur regresa a Inglaterra y contrae matrimonio con su paisana, Ellen Mary Joyce Moore, una joven del condado de Walsall muy cercano a Birmingham.

De regreso a Las Palmas Arthur es nombrado responsable de la creada Compañía General Canaria de Combustibles, S.A., de la que con los años será el director gerente de su Consejo de Administración, asumiendo luego presidencias y otras importantes representaciones, llegando incluso a figurar en la junta de gobierno de los consignatarios del Puerto, para cuyo cargo de tesorero lo recomendó su presidente, Emilio Ley Arata, representante en aquel momento de la Elder Dempster y Cía. El emprendedor inglés había abierto sus propios almacenes para depositar en ellos la variada mercancía procedente de Europa que también comercializaba para avituallar las despensas canarias, teniendo a un fiel guardián, José Corujo Pérez, que vigilaba con esmero sus instalaciones.

Afincado en la Isla con su mujer, el matrimonio abre casa en la calle Albareda del Puerto, residencia cercana a las oficinas británicas y al tránsito en donde también habitan muchos miembros de la colonia inglesa. Tan nutrido estaba por entonces el enclave anglosajón en el recinto portuario que se tuvieron que abrir dos representaciones consulares independientes, una en Triana y la otra en el Parque Santa Catalina con la categoría de viceconsulado.

Mr. Arthur y su esposa Ellen Mary se desenvuelven muy activos en la sociedad isleña de la ciudad. Sus amistades canarias les señalan ya como don Arturo y doña Elena. Son miembros del Club Inglés y asiduos a los deportes que los ingleses establecieron en la isla, como el golf y el tenis. Una peculiaridad hacía al matrimonio diferenciarse de la mayoría de sus paisanos. No asistía a la Holy Trinity Church de Ciudad Jardín porque no eran anglicanos, sino católicos romanos, circunstancia que se llegaba a comentar a la hora del té en los amplios círculos de la burguesía insular.

Y en la casa portuaria de la calle Albareda, cercana al popular almacén de la majorera doña Narcisa Casanova, viuda de Díaz, empiezan a venir los cuatro primeros vástagos del matrimonio: Elizabeth María, Sidney Eduardo, Colin Cameron y Desmond Vicente. Como son católicos, reciben las aguas bautismales en la cercana pila de la iglesia de Nuestra Señora de La Luz.

Refiriéndonos al tercero de los hijos, Colin Cameron Davies Joyce, que será el futuro obispo, diremos que vino al mundo a las seis y media de la tarde del 10 de marzo de 1924. Su nacimiento se inscribe en el Registro Civil del distrito de Triana. Trece días más tarde es cuando se lleva a bautizar al templo vecino. Le suministró las aguas del Jordán el celoso párroco don Matías Artiles Rodríguez y actuaron de padrinos dos súbditos de la colonia británica, Juan José Rankin, gerente de la Africa Eartern, y su esposa, Isabel Morris.

Al ministro celebrante de la ceremonia no debió hacerle mucha gracia que entre sus dos onomásticas no se incluyera el nombre de un santo de la Iglesia de Roma, pues por entonces no se bautizaba a un neófito con filiaciones que no estuviesen acreditadas en el santoral católico, como sí se les había incluido al resto de sus hermanos.

Sus primeras andanzas

A falta de colegios apropiados para los pequeños ingleses, en la misma calle Albareda de su natalicio había una maestra británica, Victoria Mackinnon, que será la encargada de dar clases a los niños del vecindario, incluyendo música, y será en aquel parvulario donde Colin Cameron aprende las primeras letras.

Nada hacía presagiar en aquellos años que el hijo del ingeniero se entusiasmara por abrazar la carrera de la Iglesia. Entonces era un muchacho espabilado al que le gustaba jugar al fútbol con los adversarios de la Isleta, un deporte que desde principios del siglo enloquecía a los jóvenes del barrio, y no había buque británico que recalara en el Puerto que no organizara en los polvorientos tesos cercanos un encuentro.

La facilidad que tenía don Arturo y su familia para viajar a Gran Bretaña en los castles que asiduamente hacían escala en nuestra bahía, propició que los inglesitos canarios siguieran los estudios secundarios en el Reino Unido. Inicialmente Colin se convirtió en aprendiz de ingeniero y obtuvo en Argentina el título en Ingeniería Civil, en donde desarrolló por poco tiempo la profesión.

Años más tarde, Europa se empieza a ver envuelta en preocupantes aires bélicos, cada vez más alarmantes, y el joven ingeniero decide regresar a Inglaterra con la finalidad de servir a su patria.

Tan pronto llega es enviado a Canadá para formarse como piloto instructor e incorporarse a la Aviación de su país, pero nunca prestó sus servicios activos en la contienda ya que su graduación coincidió con el final de la Segunda Guerra Mundial. En la guerra sí había intervenido Sidney Eduardo, su hermano mayor, que desgraciadamente perdió la vida en aquel desastre.

Tras la catástrofe de la devastadora conflagración, que hizo tantos estragos en medio continente, el joven ingeniero y ex militar canario de 23 años, decide entrar en el seminario educativo de la ciudad de Westminster, siendo luego destinado a St Edmund´s, la escuela católica más antigua de Inglaterra.

En este centro hizo su juramento perpetuo en 1951 y fue ordenado sacerdote misionero el 13 de julio de 1952 por el arzobispo Edward Myers, coadjutor de aquella importante ciudad inglesa.

Después de siete años de instructor en el colegio St Peter´s del condado de Freshfield, en 1959 fue designado para que realizara el ensayo de una nueva misión en la diócesis católica de Ngong, una ciudad perteneciente a la prefectura de Kenia donde va a desempeñar su trabajo con la tribu semi nómada del pueblo masái.

África será a partir de entonces su nueva patria. Allí será donde el isleño comienza a desarrollar durante 45 años su extraordinario ministerio sacerdotal. Primero como misionero, luego, desde 1964, como prefecto apostólico. Y más tarde es elegido obispo de la diócesis de Ngong, en cuya prelatura estuvo veintiséis años transformando la sede en una mitra pastoralmente efectiva y financieramente viable.

Jubilado por alcanzar la edad reglamentaria, se retiró de la diócesis africana el 23 de noviembre de 2002, después de celebrar con gran regocijo su jubileo de oro como sacerdote. Por sus méritos y extraordinaria labor, al año siguiente la Reina Isabel lI de Inglaterra lo hizo Caballero de la Orden del Imperio Británico.

Tras su renuncia, fue capellán de las Hermanas Misioneras del Catecismo y de las Hermanas Franciscanas de San José, establecidas en los pueblos kenianos de Asumbi y Homa Bay, unas comunidades formadas por religiosas jubiladas y mujeres enfermas que esperaban en aquellas santas casas el final de sus encomiables existencias.

Pasados unos años, Monseñor Colin volvió en 2013 a Inglaterra con su familia, refugiándose en el próspero distrito de Freshfield, en el condado de Lancashire. Y en aquel paradisiaco lugar frente a las costas de Irlanda, donde publicó un libro sobre la historia de la Diócesis Católica de Ngong, titulado Mission to the Maasai, el reverendo obispo emérito dejó de existir. El prelado canario-inglés falleció tras una larga existencia, a los 92 años de edad, en el momento que los relojes británicos daban las seis cuarenta y cinco horas de la mañana del domingo 8 de enero de 2017.

Nuestra ciudad debe sentirse halagada al saber que la urbe ha sido cuna de este ilustre obispo que tanto bien realizó en aquella lejana diócesis de la costa Este africana. En el catálogo de los mitrados canarios es el primer y único prelado que después de los obispos Manuel Verdugo y Luis de la Encina, hace más de dos siglos, vio la luz de sus días en la capital grancanaria.

En la nómina del siglo XX casi se podría haber incluido el nacimiento del franciscano fray Jesús Pérez Rodríguez, administrador apostólico y arzobispo de Sucre, pero vino al mundo en el barrio de Las Perreras de Tamaraceite en 1936, cuando este distrito seguía aún perteneciendo al municipio de San Lorenzo. Este ilustrísimo purpurado grancanario falleció en Bolivia en marzo del pasado año 2021.

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