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BARRIOS

Arenales se rebela contra las peleas y robos y exige cerrar las ‘narcocasas’

Los vecinos alertan de que el barrio es un supermercado de la droga. Íñiguez admite un incremento de la violencia y afirma que la lucha contra el narcotráfico compete a la Policía Nacional

Redada en Molino de Viento ANDRÉS CRUZ

Insultos a todas horas, gritos y golpes procedentes de las constantes peleas y las escalofriantes llamadas de auxilio de las víctimas de los cada vez más frecuentes robos y atracos son la banda sonora desde hace dos años de las calles de Arenales, entre Jerónimo Falcón y Paseo de Lugo y, sobre todo, de Molino de Viento, Agustín de Bethencourt, Pamochamoso y parte de Carvajal.

A Susy se le entrecorta la voz del coraje que le da cuando habla del imparable aumento de la violencia y el trapicheo que sufre el barrio, una conflictividad que se ha disparado aún más en los últimos meses.

La última pelea tuvo lugar hace dos noches, relata. Puede que esta noche, advierte, se añada otra más.

    Como Susy, otros vecinos y vecinas, que tampoco quieren dar su nombre auténtico por miedo a represalias, reclaman al Ayuntamiento capitalino y a la Delegación del Gobierno que cierre los prostíbulos que, en realidad, aseguran, son narcocasas.

Pelea en Arenales La Provincia

El barrio, advierten, se ha convertido en un auténtico «supermercado de la droga, a donde van a parar todos los yonquis y delincuentes del municipio. En la esquina de Carvajal con Molino de Viento «la gente viene a plena luz del día a comprar la droga, como quien compra tomates. Aquí todo el mundo lo sabe, cómo no lo va a saber la Policía Nacional. Lo que ocurre es que aquí hay proxenetas que tienen mucho poder y mucha influencia, porque saben muchas cosas», denuncia María.

«Queremos salir a la calle sin miedo a que te den un tirón y vivir tranquilos sin peleas ni gritos. Creo que no es mucho pedir», se desahoga María, que vive desde hace más de treinta años en la zona y comprueba con impotencia como la violencia y el tráfico de droga no hacen más que crecer. Alos toxicómanos se añaden los enganchados al juego de las cada vez más numerosas salas recreativas. Todos van parar a la zona y si no tienen dinero, lo buscan. A las buenas o a las malas.

Josué Íñiguez, concejal de Seguridad y Emergencias, reconoce que el barrio está sufriendo un «pico» de conflictividad, pero asegura que las competencias son de la Delegación del Gobierno y la Policía Nacional.

«La Policía Local está comprometida», subraya, «en reducir las molestias de los vecinos y en la medida en que podemos colaboramos con la Policía Nacional. Nos ocupamos del perímetro exterior en el que, desde hace dos años, hacemos controles permanentes de tráfico y de la alteración del orden público. Hace unos días comenté a los mandos que se vuelve a notar que estamos en un momento pico de molestias en la zona y le pedí que reforzara la presencia policial».

Pero los vecinos consultados no quieren ni oír hablar de la policía, ni de la nacional ni de la local. «Por regla general, no viene cuando la llamamos. A veces ni nos cogen el teléfono. Aquí debería haber una presencia permanente de la policía. Lo que está sucediendo es muy grave».

Abolir la prostitución


Josué Íñiguez, concejal de Seguridad, considera muy grave el calvario que están sufriendo los vecinos. «Y nos preocupa, pero el verdadero problema y donde hay que poner el foco en las mujeres» prostituidas, todas ellas víctimas de trata para explotarlas sexualmente. «La propuesta del PSOE es clara: abolir la prostitución. La abolición», sostiene, «acabaría con este tipo de delitos porque en Arenales las principales víctimas son las mujeres que, probablemente, viven en un estado de semiesclavitud y trata de blancas. Nos parece que la herramienta más idónea para que la policía pueda hacer su trabajo es la abolición de la prostitución». Al respecto añade que si alguna de estas mujeres «quiere denunciar un delito o quiere iniciar un proceso para sacarla de allí, tenemos a la Unidad de Protección y Acompañamiento (UPAL).

María sostiene que «la mayoría de los prostíbulos son tapaderas para el trapicheo. ¿Cómo es posible que hace algo más de dos meses cogieran un alijo de drogas y ese sitio siga abierto? ¿dónde ha visto usted prostíbulos con rejas? Eso sólo ocurre donde hay droga. Día sí y día también aquí tenemos peleas con cuchillos y navajas. Hace unos ocho meses hubo un tiroteo. El problema mayor de este barrio es la prostitución porque ya sabemos que alrededor de ella giran el narcotráfico y la delincuencia. La prostitución es la pantalla, el pozo oscuro donde acaba todo. Todos los delincuentes y maleantes de la ciudad acaban aquí».

Hace tan solo unos días una ciudadana china fue víctima de una paliza. Su hija pequeña presenció el ataque desalada. «A la pobre la dejó inflada por cinco euros una piba que iba en busca de dinero para droga», comenta Susy. Otra vecina señala un edificio de varias plantas con la fachada sin encalar de la calle Pamochamoso.

Inseguridad

«Menos dos vecinos, todos los demás son okupas. Ya mí no me importaría si fueran buena gente, pero no respetan nada», relata Delia, quien añade: «Todos los drogadictos vienen aquí y cuando no tienen dinero para comprar la dosis, asaltan al primero que encuentran. El Spar ha sufrido cinco robos en pocos días y el dueño de la papelería de León y Castillo ha puesto un palo detrás de la puerta para defenderse, después del último asalto».

«¿Se imagina usted que esto pasara en Mesa y López?, no, verdad, pues aquí nos tenemos que comer el marrón. Usted llama a la policía por la noche porque están robando un coche y nos dicen que están todas las unidades ocupadas, que no pueden venir. Y a los 45 minutos llegan, cuando ya se ha solucionado todo. Aquí ha habido varios incendios».

La calle Agustín de Bethencourt tiene su cruz particular. Como está como apartada, mucha gente aprovecha para hacer sus necesidades y consumir sus boliches de droga a la luz del día. «¿Por qué tengo que aguantar que un yonqui se haga caca en mi calle y otros vengan a mear? Este barrio parece un orinal público con las heces por todos lados, y no de perros sino de personas. La calle parece la casa de todos, aquí vienen para pincharse, para fumar, para tener sexo, para defecar. Ya está bien, hombre, estamos hartos de quejarnos y que la administración nos ignore», exclama María.

Ángel relata otro atraco ocurrido el pasado 27 de agosto. «A las dos de la madrugada nos sobresaltaron los gritos de una adolescente de 17 años, que fue asaltada por tres jóvenes para robarle a escasos metros de la oficina de Correos de Molino de Viento cuando intentaba llegar a su casa». Califica de preocupante el aumento atracos, peleas, el consumo de drogas en la vía pública, así como la ocupación de viviendas y solares. En relación con las mujeres prostituidas asegura que la mayoría «son yonquis. En las escaleras de la iglesia de Santa Teresita duerme una piba que no llega a los veinte años», se lamenta este vecino que advierte que a toda esta inseguridad se añade el «acoso por parte de inmobiliarias».

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