La Provincia - Diario de Las Palmas

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El hombre que vive para pintar

Juan Cabrera abre las puertas de su estudio, un templo del arte donde crea

obras que ‘beben’ de maestros como Francisco de Goya o Francis Bacon

El pintor Juan Cabrera, en su estudio de Las Palmas de Gran Canaria.

Formado en la escuela Luján Pérez, Juan Cabrera ha participado en más de 40 exposiciones en las últimas tres décadas. En su estudio, localizado muy cerca del antiguo Estadio Insular, este artista «trabajador, responsable y algo bohemio» crea obras en una multitud de formatos y usando variadas técnicas. Entre sus trabajos más recientes se encuentra un mural por el quincuagésimo aniversario de San Juan de Dios.

El templo del experimentado pintor grancanario Juan Cabrera presenta la típica imagen de lo que es un estudio con cuadros, lienzos, caballetes y pinturas por todos los lados, incluyendo en su habitación, los pasillos y el baño. El artista va la cocina a calentar la cafetera, porque intuye que la mañana será larga. Acto seguido enciende un cigarro y confiesa que el tabaco le puede. Entrar en el fantástico y apasionado mundo de este pintor es bastante fácil porque es un tipo abierto, culto, comunicativo y sobre todo muy transparente. Es de esas personas que dicen las cosas como son o como él cree que son.

Juan Santiago Cabrera Cruz nació en Las Palmas de Gran Canaria el 25 de abril de 1966, tiene por lo tanto 56 años. Es hijo de Juan y Lolina, está casado con Marta y tiene una hija, Carlota, de 18 años. Su infancia y gran parte de su juventud transcurrió en el barrio de Las Rehoyas. Según él, un lugar encantador, «no sólo porque era un barrio de familias humildes y trabajadoras como la mía, sino porque en sus calles y en los terrenos colindantes podías jugar libremente a cualquier cosa, sobre todo al fútbol, hacer amistades en aquellas pandillas de chicos y chicas, y dar rienda suelta a los sueños y a la imaginación».

Se suele decir que todo el mundo nace con un don y el de Juan parecía muy claro desde que era un niño. «Pues sí, desde que era pequeño sentí la necesidad de dibujar, de pintar, de hacer realidad, metafóricamente hablando, las fantasías que entonces pasaban por mi casa. No paraba, mi mente iba muy rápida, dibujaba muñecos en cualquier lado, en papeles, en cartones, en telas, en madera. A eso tengo que añadir el incondicional apoyo de mis padres. Recuerdo a mi viejito, que era tapicero, diciéndome: si te gusta pintar dedicate de pleno ello pero no copies, crea tus propias diseños».

Otra cosa que le ayudó a entrar en el mundo artístico fueron los cómics. «Por aquel entonces», explica, «los jóvenes leíamos y veíamos muchos cómics y yo fui uno de ellos. Pero a mí lo que realmente me gustaban eran las ilustraciones, sobre todo las del argentino Horacio Altuna y las del español Francisco Ibáñez».

Pasaron los años y entró a formar parte del alumnado de la histórica y centenaria escuela de arte Luján Pérez, cuna de los mejores artistas grancanarios. «Me inscribí en Artes y Oficios para realizar el curso de fotografía y dibujo publicitario que duraba cinco años, dos de comunes y tres de especialidad. Lo terminé aprobando sin problemas. Luego estuve muchos años trabajando en publicidad. Pero lo bueno de la escuela era que en un piso más arriba estaban pintando un grupo de artistas de renombre como Manolo Millares, Felo Monzón, Pedro González y Antonio Padrón entre otros. Esas visitas me dieron que pensar y al poco tiempo decidí que quería pintar como ellos pero con mi estilo propio».

Mientras Juan prepara un bastidor y un nuevo lienzo para ofrecer una prueba de lo que hace cada día, explica cómo se define como pintor y comenta cuáles son esas condiciones que lo hacen diferente al resto. «No hay una definición absoluta. Pienso que yo soy un ser curioso al que le gusta plasmar lo que ve. Soy apasionado, inquieto y tranquilito a la vez y creo poseer unos registros que me permiten cambiar de estilo. También me considero un tío trabajador, responsable y algo bohemio. A mi hija se lo digo muchas veces, con el trabajo hay que ser serio si quieres ganarte el respeto de los demás».

En la pintura, tiene claros sus referentes: «De los clásicos el español Francisco de Goya que pasaba de trabajar por encargo para la corte a pintar gratis lo que sentía, como por ejemplo la etapa negra pintada con la técnica de óleo al seco o el perro semihundido. Entre los modernos, uno que me impactó siempre fue el irlandés Francis Bacon, pintor que dominaba preferentemente el surrealismo y el expresionismo. Sirva como ejemplo la obra Tres estudios de figuras al pie de una crucifixión en 1944».

Cabrera ofrece más detalles sobre su pintura: «Lo que yo hago a veces esta preparado, documentado, estudiado y otras es pura improvisación. En algunas obras aporto colores y en otras no. En cuanto a materiales, uso todos los que me convienen en ese instante. Suelo mezclar estilos y técnicas, no me dan miedo. En cuando a la idea u objetivo final intento siempre que sea duradera, que se mantenga firme y que pueda ser observada por mucho tiempo».

El pintor no se esconde cuando se le pregunta si prefiere estar solo o acompañado mientras se encuentra en el estudio metido de lleno en la creación. «Vamos a ver, a mí no me importa recibir visitas y que me hagan compañía, pero si soy sincero prefiero estar solo. Pongo algo de música, preferentemente el rock de Leonard Cohen, que me inspira mucho para algunos temas determinados. La música es un gran aliado, te ayuda a concentrarte».

El artista tiene algún ritual especial a la hora de enfrentarte al lienzo u otros soportes: «Creo que sí, aunque lo hago mecánicamente y no lo tengo como un ritual, pero sí, pongo el caballete o la mesa en posición, ordeno los materiales, como los pinceles que voy a utilizar, la mayoría de las veces apago el móvil, me tomo un cafecito y me fumo un cigarro. Así arranco la mayoría de las veces».

No muestra una especial preferencia por materiales concretos para llevar a cabo sus obras. «Cualquier material se puede convertir en un buen soporte, depende lo que quieras hacer», detalla. «Una simple lámina de papel, un cartón, un chapa de madera, un lienzo, un trozo de tela, aquí no hay limites, como tampoco los tienen los materiales. Yo por ejemplo suelo utilizar en una obra carboncillo, pastel, óleo, acrílico y otro tipo de sustancia como los impermeabilizantes; un pintor es un alquimista».

Juan Cabrera vive para pintar, pero reconoce que hoy es muy complicado vivir exclusivamente de esto, por lo que alterna el trabajo que realiza durante la mañana en su estudio con las clases que imparte por las tardes en las escuelas municipales de Vecindario, Valsequillo, San Mateo y en la Luján Pérez. Desde 1991 hasta hoy, el pintor de Las Rehoyas ha expuesto en las primeras salas y galerías de Gran Canaria, ha realizado más de 40 muestras, ha colaborado en un sinfín de colectivas, ha ganado algunos premios y ha colaborado con distintos proyectos solidarios.

Tiene buenas palabras para los jóvenes artistas de la Isla. «Hay bastante nivel y los alumnos se esfuerzan por aprender. Creo que el futuro lo tenemos asegurado». Ahora mismo acaba de terminar e instalar «el encargo de unos paneles para una de las fachadas de San Juan de Dios. También está «preparando nuevas cosas como un proyecto de la Conquista de Canarias, una obra que va sobre la Pasión de Cristo y otra sobre la Inmigración; aquí no paramos».

Juan, «un gran seguidor de la Unión Deportiva Las Palmas», vive a diez metros del desaparecido Estadio Insular. Mientras concluye el reportaje, un grupo de amigos tocan al timbre de su puerta. Es el momento de limpiar pinceles, de recoger caballetes y de poner al fuego la cafetera: «Aquí de vez en cuando nos reunimos para tomamos unas cervezas, algún que otro café y hablar de lo que pasa en el mundo y de arte, claro», concluye.

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