El Colegio Arenas despide a uno de sus profesores más longevos

El centro educativo organiza una emotiva sorpresa para celebrar la jubilación del profesor Gilberto Jorge Acosta que lleva casi 38 años ejerciendo la enseñanza

Despedida del profesor Gilberto Jorge Acosta en el Colegio Arenas.

C. T.

Un pasillo lleno de niños con globos esperaba pacientemente, en un asombroso silencio una aparición tras las escaleras. Para el que no estuviera enterado del percal, el escenario parecía la llegada de alguna celebridad, rey o, teniendo en cuenta el rango de edad de los alumnos, quizás un cantante como Quevedo. Pero nada más allá de la realidad, la sorpresa estaba preparada con motivo de la jubilación del profesor Gilberto Jorge Acosta, uno de los docentes más longevos del Colegio Arenas con casi 38 años de experiencia. Desde que apareció el profesor, con cara de asombro y brazos extendidos como quien no sé cree tanto jaleo, los pequeños comenzaron a gritar "¡Gilberto!" una y otra vez. Jorge recorrió el pasillo dando besos y abrazos, visiblemente emocionado por una despedida que no se esperaba.

Mucho ha llovido desde que empezó a ejercer en 1986. "El colegio era solo este chalet y lo demás era campo", recuerda. Jorge rememora que iba con los pequeños a hablar con los cabreros para conocer el tiempo de gestación de las cabras y los pormenores de su anatomía. En la actualidad, el colegio se ha expandido y digitalizado para habituar a los niños a usar la tecnología de una forma educativa. "El principal cambio en los chicos es que quieren usar tecnología. Todo el tiempo libre que tienen en su casa lo dedican a estar con los juegos tecnológicos y si son un poquito más mayores están con el móvil todo el día", asegura.  

"Me meto en la clase y soy feliz", cuenta el profesor

Cuando iba a acceder a la universidad su idea era estudiar Bellas Artes, pero terminó decantándose por Magisterio. A día de hoy no se arrepiente de su decisión porque ha encontrado su vocación en la enseñanza. Lo suyo fue un golpe de suerte (o el destino) porque tras terminar la carrera comenzó a echar currículums, y el segundo colegio en el que lo presentó se quedó toda su vida. "La directora, que ya falleció, me vio ahí y no sé si le caí bien de entrada que me dijo que me harían una prueba y a partir de ahí ya me quedé. Llegué y besé al santo", cuenta.

Empezó como profesor de Educación Física y ha pasado por todas las materias, aunque desde hace unos años imparte Dibujo Técnico a partir de tercero de primaria y Tecnología en la E.S.O. El edificio del instituto está en Arucas, por lo que algunos de sus alumnos se desplazaron hasta Siete Palmas para también estar en la despedida de su profesor.

Su vinculación con el colegio es muy especial, sus hijos, que ahora tienen 30 y 32 años, también estudiaron en el colegio. Además de que ha impartido clases a dos generaciones, muchos de sus alumnos en la actualidad son hijos de antiguos estudiantes. "Te sientes orgulloso cuando ves antiguos alumnos por la calle y empiezan a recordar anécdotas y te cuentan lo que han estudiado, incluso algunos que eran muy malos alumnos", indica. "Todo el mundo puede cambiar, no se puede encasillar a los alumnos, sino que tienen sus momentos y van saliendo poco a poco, al final, la mayoría llegan a donde quieren", opina.

Las anécdotas se pueden contar por miles, pero Jorge recuerda una en especial, después de años viajando con los estudiantes de aquí para allá. En este caso, el destino era La Palma, pero el cambio de horario despistó al profesor, y llegó una hora tarde al aeropuerto bajo la sorpresa de todos los padres. Como eran por lo menos 30 personas la aerolínea les esperó en la pista de aterrizaje hasta que pudieron embarcar todos. "También había gente que trabajaba en el aeropuerto que me conocían y había algunos trabajadores que también tenían hijos en el Colegio Arenas", explica.

Gilberto Jorge Acosta recoge emocionado las dedicatorias de sus alumnos.

Gilberto Jorge Acosta recoge emocionado las dedicatorias de sus alumnos. / juan castro

Después de tres décadas Jorge sigue disfrutando como el primer día de su labor, sobre todo estar con los niños y enseñarle porque lamenta que el trabajo cada vez se ha vuelto más burocrático. "El tema de la educación está tan complicado que tienes que dejarle más tiempo al papeleo, pero me meto en la clase y soy feliz", aclara.

El alumnado sostenía pancartas con mensajes como "Gilberto, una leyenda en el Colegio Arenas" o "Gilberto siempre en nuestros corazones" y Jorge no podía moverse más de dos pasos sin que un estudiante fuera a darle un abrazo o a despedirse. Aún le quedan algunas semanas de trabajo antes de despedirse definitivamente para poder "descansar".

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