Lujo ruso en Las Palmas de Gran Canaria: el rey de los fertilizantes hace escala en La Luz

El superyate 'Anna', que pertenece al oligarca Dimitri Rybolovlev, carga combustible en La Luz para seguir al Mediterráneo

El magnate, que compró una mansión a Trump, es dueño del club de fútbol Mónaco y de la isla privada que perteneció a Onassis

El yate 'Anna' sale del Puerto de Las Palmas.

El yate 'Anna' sale del Puerto de Las Palmas. / Andrés Cruz

Tras la visita del Opera a principios de semana, que pertenece al jeque Abdulah bin Zeyed Al Nahyan, ministro de Asuntos Exteriores de Emiratos Árabes, los grandes yates siguen con sus escalas de lujo en el Puerto de Las Palmas para repostar combustible. 

El último en asomarse a la bahía de Las Palmas de Gran Canaria es el Anna, una embarcación de afilado diseño que pertenece al oligarca ruso Dimitri Rybolovlev.

La historia del rey de los fertilizantes es la del gusto por las cosas caras, solo al alcance de la élite que se codea con Donald Trump y Vladímir Putin, trufada de obras de arte millonarias, clubes de fútbol, islas, un divorcio, aviones privados, mansiones y yates, entre otras aficiones de ricos. 

Con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, EEUU lo metió en la lista de millonarios cercanos a Putin, pero Francia se encargó de aclarar que eso no era del todo así. Al menos en la actualidad. 

Minas, fertilizantes y fútbol

Rybolovlev, en 2010, vendió al gobierno ruso su participación en Uralkali, la empresa con la que hizo fortuna en el mundo de los fertilizantes y las minas situadas a los pies de los montes Urales. Luego montó su base de operaciones en Mónaco y compró en 2011 el club de fútbol del Principado. Sus inversiones le dieron una liga, una investigación por corrupción y cierto peso en la Champions League, pues llegó a semifinales con una plantilla liderada por Kylian Mbappé. El equipo, según la prensa deportiva, está en venta. 

Otro indicio que aparentemente lo desvincula de la órbita del Kremlin es su familia, que siempre ha vivido en Suiza y otras partes de Europa, así como las sedes de sus principales empresas, que también abarcan Chipre y Grecia

La revista Forbes le atribuye una fortuna de 6.400 millones de dólares, tanto que su divorcio en 2015 fue calificado como el más caro de la historia. 

La mansión de Trump

Otras excentricidades de su trayectoria son la mansión que le compró en 2008 a Trump por 95 millones en Palm Beach; la isla Skorpios, que pertenecía a la familia Onassis, o una colección de obras de arte amasada con 2.000 millones de dólares.

A principios de año demandó a Sotheby’s por compincharse con un marchante suizo que le engañó en la compra de 89 piezas de arte, con precios superiores a los del mercado. A la casa de subastas llegaron 11 de esos cuadros y esculturas, pero un juez de Nueva York centró el juicio en solo cuatro de esas obras: Eran de René Magritte, Gustav Klimt, Modigliani y Leonardo da Vinci

Rybolovlev perdió el pleito, pero tampoco es que saliera mal parado de su relación con el marchante suizo. La joya del lote era Salvator Mundi, de Da Vinci, un cuadro que el marchante compró por 83 millones y vendió a Rybolovlev por 127,5 millones, quien, a su vez, lo colocó en Christie’s por 450,3 millones de dólares, según las crónicas del juicio celebrado el pasado enero.

Al Mediterráneo por África

Entre sus yates, además del Anna, destaca el velero de lujo Skorpios, que lleva el nombre de la isla griega comprada a una de sus hijas, con el cual suele participar en regatas y competiciones en el Caribe.

El Anna, un homenaje también a su hija es, quizá, su propiedad conocida más lujosa, con un diseño que derrocha curvas y ostentación. Tiene 110 metros de eslora, fue construido en 2018 y su valor ronda los 250 millones. 

En la capital grancanaria estuvo medio día, suficiente para repostar y seguir rumbo al Mediterráneo, con parada final prevista en el puerto de Argel. Navega con bandera de Islas Caimán, lo que le permite esquivar los embargos europeos por la guerra rusa, y viene de Sudáfrica, igual que el Opera. Esto confirma que los superyates de las grandes fortunas también han optado por evitar el Mar Rojo para bordear el continente africano y llegar a Europa en sus viajes de placer. 

La ruta por el Cabo de Buena Esperaza se consolida como alternativa al Canal de Suez y pone a Canarias en el mapa de la navegación entre el Este y el Oeste.