El jueves 26 de marzo se celebró el Día Mundial del Clima, aunque lo cierto es que España tenía poco que celebrar, al menos en lo que respecta a la movilidad sostenible. Y es que nuestro país se encuentra a la cola de Europa en electrificación de parque automovilístico e infraestructura pública de recarga.

La celebración del Día Mundial del Clima fue un momento perfecto para recordar el estudio que ANFAC, la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones, realizó al cierre de 2021, donde se reflejaba que España es uno de los países que menos coches electrificados y menos puestos de recarga públicos tiene en toda Europa. Según refleja el análisis, en 2021 se logró un crecimiento de 8,9 puntos, alcanzando un total de 27,5 puntos sobre 100 en el Barómetro de electromovilidad de ANFAC. Un resultado muy inferior al del conjunto de países europeos, que crecieron 21,9 puntos de media y cerraron el año con una valoración en 61,2 puntos.

Mientras que estos últimos valores están muy cerca del cumplimento de los objetivos de desarrollo de la electromovilidad planteados por el Barómetro para 2025 y los de España son alarmantemente lejanos de los planteados a su vez por el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) para alcanzar un parque de 5 millones de vehículos electrificados en 2030 de los que 3,3 millones corresponderían a turismos y vehículos comerciales. Para lograr esta meta, en 2021 se deberían de haber alcanzado entre 70.000 y 80.000 vehículos electrificados matriculados, y los puntos de recarga deberían haber llegado a los 28.240. Las matriculaciones, sin embargo, se quedaron 65.000 unidades y los puntos de recarga en 13.411.

Por lo que respecta exclusivamente a las ventas de coches electrificados en España, en 2021 se logró una cuota de penetración de casi el 8% del total de las ventas, lo que se sitúa muy lejos de otros mercados competidores del entorno europeo, como Alemania (26%), Francia (18,3%) o Portugal (19,7%).

Y no menos alentadoras son las cifras en cuanto al desarrollo de infraestructuras de recarga de acceso público, ya que en 2021 se registró una valoración de 9 puntos sobre 100 en el indicador correspondiente del Barómetro de electromovilidad de ANFAC. En todo el ejercicio se logró un crecimiento de 3.5 puntos, una cifra muy baja si se compara con la media europea que alcanza 18,1 puntos tras mejorar en 4 puntos. España está incluso por debajo de otros países a los que también les está costando arrancar en este aspecto, como Italia y Portugal, con un 4,5 y 4,6 respectivamente.

El año 2021 se cerró en España con 13.411 puntos de recarga, de los que 4.866 correspondieron a nuevas instalaciones. Pese a las muchas incorporaciones del pasado año, el crecimiento está muy lejos de los 28.240 puntos de recarga necesarios para alcanzar los 340.000 previstos para 2030. Y es que con menos de estos se hace complicado poder abastecer ese mismo año a los 5 millones de vehículos electrificados marcados para el PNIEC de los que 3,3 millones corresponden a turismos y vehículos comerciales.

España disponía al cierre de 2021 de apenas 0,4 puntos de recarga por cada 1.000 habitantes de población motorizable, mientras que países como Alemania o Francia cuentan con 0,9 y 0,7 puntos de recarga por cada 1.000 habitantes de población.

Pero no sólo se suspende en el número de cargadores, sino también en su potencia. Y es que 88% de la red actual de recarga pública está asociada a potencias iguales o inferiores a 22kW, es decir de carga lenta. 2021 terminó con tan sólo 109 puntos de recarga rápida (potencias superiores a 150 kW) en las carreteras y ciudades de España. Alguno hay de 55 kW, pero son los menos.

La casa por el tejado

En España se ha hecho todo lo contrario a una ordenada transición hacia la electrificación. Se soltó la mano de la liana cuando todavía no se tenía agarrada la siguiente, cayendo literalmente al vacío. En 2018 la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, dijo que el diésel “tiene los días contados”; y cuatro años después seguimos a la cola de Europa en la carrera de la electrificación y con uno de los parques automovilísticos más viejos del continente con una edad media de 14 años.

Se ha demonizado el diésel y señalado al coche de combustión como el gran culpable de la polución en las ciudades, sin un plan para sustituirlos por coches electrificados, más allá de unas ayudas a la compra insuficientes, mal gestionadas y poco realistas. Quien en España lleva un coche de 14 años no es por cariño hacia su vehículo, sino porque no puede permitirse uno nuevo, y menos si éste cuesta un mínimo de 30.000 euros, como suele ser el caso de los eléctricos, hacia los que se dirigen prácticamente todas las ayudas oficiales.

Si realmente se hubiese querido reducir los niveles de CO2 en las ciudades, como se recalca en el Día Mundial del Clima, lo más acertado hubiese sido dirigir las ayudas a la compra de accesibles coches diésel y gasolina, ya que éstos cuentan con los motores más limpios y eficientes de toda la historia. Un diésel antiguo contamina un 20% más que uno nuevo, de modo que alrededor del 50% de las emisiones totales de CO2 en España proceden del 15% de los vehículos sin etiqueta. Es mejor que hayan rodando millones de coches con etiqueta C que miles con etiqueta ‘0’, aunque el discurso no es tan triunfalista.

Por no hablar de lo que supone retirar los millones de coches viejos sin sistemas modernos de seguridad por los más actuales con tecnologías que protegen a los usuarios, antes, durante y después de los accidentes, llamando por sí solos a las asistencias si fuese necesario.

Pero no sólo se está perjudicando a los ciudadanos, impidiéndoles de algún modo tener coches más limpios, modernos y seguros, sino que también se está ahogando a una industria que supone hoy día el 8,5% del PIB de España con un total de 17 fábricas. Y es que al yugo de las restricciones climáticas europeas que las marcas automovilísticas tienen que soportar sobre sus hombros, se une la mala transición hacia la electrificación que se está realizando en nuestro territorio. Se están forzando a las firmas a vender coches eléctricos para los cuales no existe una infraestructura de recarga en la que poder dar un servicio digno al usuario.

A la postre, lo que debía ser una ventaja, se está convirtiendo en una tortura para el sector. En vez de ofrecer al usuario la gama de coches más amplia que jamás ha existido, con los gasolina y diésel más limpios de la historia, eficientes híbridos, polivalentes híbridos enchufables y ecológicos eléctricos, para que éstos decidan la mejor compra en función de sus gustos, posibilidades y necesidades; se les está enviando mensajes contradictorios y coaccionantes, que lo único que logran es paralizar la compra por medio a equivocarse o a adquirir un vehículo para el cual España todavía no está preparada.