OBITUARIO

Muere el japonés que revivía las cámaras

Fallece a los 76 años Masao Kitazawa, el técnico y profesor de fotografía que trabajó más de un cuarto de siglo en la capital reparando las máquinas fotográficas

Masao Kitazawa en Camaretas, San Mateo.

Masao Kitazawa en Camaretas, San Mateo. / Nacho González Oramas.

Por las manos de Masao Kitazawa (Japón, 1946-2023) pasaron centenares, seguro que miles, de cámaras fotográficas, unos aparatos que volvía a la vida con una destreza prodigiosa tras hurgar en sus tripas.

A medida que se adentraba en sus secretos, crecían en el especialista la paciencia, la curiosidad y un tremendo amor por aquellos artefactos analógicos, que formaban parte de aquel viejo oficio aprendido en su juventud transformado más tarde con el advenimiento de las máquinas digitales, a las que también se adaptó poco antes de jubilarse.

De origen japonés, Masao Kitazawa falleció el pasado sábado en Las Palmas de Gran Canaria, la tierra que eligió para vivir a mediados de los 90 y en la que intentó residir tranquilo y feliz durante su último cuarto de siglo. Además de su trabajo como técnico, impartió cursos de fotografía Fashion en la Escuela de Ingeniería de Telecomunicación y Electrónica de la ULPGC.

  Aunque no está muy claro si fue Masao el que eligió la isla o fue la compañía Maya la que lo arrastró hasta aquí -cuando llevaba 22 años afincado en Suecia- porque necesitaba un técnico cualificado para sus marcas más vendidas, entre ellas las máquinas Nikon.

Durante años Kitazawa reparó las cámaras de los fotógrafos profesionales de la isla, un gremio en el que la desaparición del técnico ha provocado gran tristeza.

«Era una persona especial. Recuerdo que nos echaba broncas porque los fotógrafos íbamos con las cámaras como las teníamos y se enfadaba. Era un tío muy eficiente», recuerda el fotógrafo Nacho González Oramas

Algo parecido cuenta Tino Armas, quien resalta que Kitazawa era para los fotógrafos de los años 90 «la tabla de salvación, porque era el único técnico cualificado para reparar nuestras machacadas cámaras. Era un supermanitas y dominaba sobre todo las cámaras mecánicas analógicas, las últimas que llegaron antes de que arribaran las digitales. Cuando llegaron las digitales se reconvirtió un poco y trabajaba en El Sebadal y un día le perdí la pista».

En palabras del fotógrafo Tino Armas, Masao era «un referente. Un hombre muy peculiar; era como muy amigo de sus amigos, muy cariñoso. Era un buen tío, aunque había que saberlo llevar. Cuando le llevabas la cámara sucia, llena de polvo o de arena o la maltratabas mucho, te echaba unas broncas terribles».

El fotógrafo Adolfo Marrero, que trabajó muchos años en LA PROVINCIA, no tiene más que palabras de agradecimiento para Kitazawa.

«Al periódico nos hizo grandes favores. Nosotros siempre andábamos con prisas por recuperar las máquinas porque las necesitábamos para el día a día y pese a que tenía muchísimo trabajo, dejaba lo que tenía que hacer y nos atendía. Nos daba prioridad».

Marrero aún se acuerda del último trabajo que le hizo Kitazawa. Fue en El Sebadal, en Tirsons, el servicio técnico de Maya. «Era un tío magnífico, muy cordial», sostiene Marrero.

El especialista nació en la isla de Honshu un año después de la IIGuerra Mundial, lo que marcó su vida

Unas palabras que suscribe punto por punto Andrés Cruz, fotógrafo de LA PROVINCIA. «Era tal el amor que le tenía a la fotografía y a las cámaras», relata, «que se indignaba cuando veía una máquina maltratada. Recuerdo que una vez se enfadó con un fotógrafo y le dijo : ‘Usted no ve que no se puede tener una cámara así toda sucia. La cámara hay que cuidarla’. A mí me llegó a decir que tapara siempre los objetivos para que no les entrara el polvo. Cuando el objetivo no se podía reparar hacía un apaño para arreglarlo. Era muy bueno. Fue el último técnico que tuvo Tirsons y siempre estaba al tanto de las últimas novedades digitales. Lo que no podía resolver, lo enviaba a Madrid, pero era muy raro que no pudiera con el poblema».

Los efectos de la guerra

Kitazawa nació en Japón el 5 de junio de 1946, casi un año después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, una catástrofe que lo marcaría toda su vida por el daño que causó en su país y la amargura que   produjo en su familia. Le haría desear siempre un mundo en paz.

Así lo describe el propio Kitazawa en un escrito que escribió en 2017 para el blog de la Escuela Oficial de Idiomas de Las Palmas de Gran Canaria.

Nació, explica, «de entre la montaña de cenizas que cubría el país, al lado de un lago que se llama Suwaco en el centro de Honshu, la isla principal» del archipiélago japonés.

Recibió su primer juguete a los siete años: una red para pescar hecha con viejos calzoncillos

«Tuve suerte», añade, «mis padres y mis dos hermanos mayores sobrevivieron en aquella lamentable guerra, sin embargo, perdí a la mayoría de los parientes. Con los ojos llenos y arrasados por las lágrimas derramadas, hablaban despacio y repetidas veces sobre un tío que murió por hambre y una tía con tres niños pequeños, todos muertos por hambre y frío al norte de China, meses después» del fin de la guerra. Nunca olvidó el primer juguete de su vida, cuando cumplió siete años.

Era «una red para pescar peces en el lago y los ríos. A mí no me gustó nada de nada esa red, porque estaba hecha con mis viejos calzoncillos cortos...

-¡No puedo salir a pescar con mis amigos con esta mierda!, me quejé.

Mis padres y hermanos me respondieron: No te quejes, no tenemos nada». Yfue «poco a poco», añade, como aprendió que «tal vez la miseria era atribuible a la guerra».

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