El reciente estreno de Summer of Soul ha devuelto a las pantallas de cine un género, el de los documentales de conciertos, que hizo especial furor en los años 70, a rebufo del auge de los primeros macrofestivales y de la progresiva inclinación de las grandes bandas hacia los espectáculos de dimensiones ciclópeas, pero que desde la década de los 90 parecía relegado a los ámbitos del consumo doméstico y el festival especializado.

Lo que sigue es una selección de una decena de títulos fundamentales que contiene, seguro, omisiones que algunos lectores juzgarán imperdonables (no figuran, por ejemplo, esa oda al exceso que es The song remains the same, de Led Zeppelin, ni el solipsismo entre ruinas de Live at Pompeii, de Pink Floyd), pero que sirve para trazar, a grandes brochazos, la evolución que ha seguido el género en las últimas seis décadas.

T.A.M.I. Show

Steve Binder, 1964

Grabado en Santa Mónica ante 3.000 adolescentes aulladores y considerado, con justicia, como la primera película-concierto relevante de la era rock, este documental pionero recoge las actuaciones de, entre otros, Chuck Berry, los Beach Boys, Marvin Gaye, las Supremes, Smokey Robinson & The Miracles, Jaqn & Dean, los Rolling Stones y un portentoso James Brown que barre a todos sus compañeros de cartel en 18 minutos de huracanada e inverosímil apoteosis soulera.

Woodstock

Michael Wadleigh, 1970.

El alfa y el omega de los documentales de conciertos. Su intererés no radica tanto en la calidad de las actuaciones -aunque algunas (The Who, Santana, Sly & The Family Stone, Jimi Hendrix…) son bien estimulantes-, como en su condición de testimonio de un momento histórico: aquel en el que las coloristas ensoñaciones de la nación hippie empiezan a quedar sepultadas por el barro y la paranoia.

Gimme Shelter

Albert y David Maysles y Charlotte Zwerin, 1970.

El epílogo siniestro de Woodstock. Los hermanos Maysles siguen a los Rolling Stones en el tramo final de su gira estadounidense de 1969 hasta el desastroso concierto gratuito en Altamont en el que, en una atmósfera de caos y violencia, un joven negro es apuñalado al pie del escenario. El trágico momento es captado por las cámaras y revisado, en la sala de montaje, por un Mick Jagger de semblante inescrutable.

Wattstax

Mel Stuart, 1973

Cuando en 1972 Stax Records, oriflama del soul sureño, organizó un macroconcierto benéfico en el Memorial Coliseum de Los Ángeles, los mejores días de la compañía habían quedado atrás, pero el documental que guarda memoria de aquella jornada, caldeada por las incendiarias actuaciones de Isaac Hayes, Carla y Rufus Thomas, los Staple Singers y Albert King, es una contundente y festiva exhibición de orgullo racial y cultura afroamericana.

Ziggy Stardust and The Spiders from Mars

D. A. Pennebaker, 1973.

La filmación del concierto que David Bowie ofreció en el Hammersmith Odeon el 3 de julio de 1973 brinda un hipnótico retrato de un artista de carisma imbatible y pómulos extraterrestres que lleva su juego al extremo al anunciar en directo, ante la incredulidad de todos los asistentes (incluidos sus propios músicos), la muerte de Ziggy Stardust y la disolución de la banda. Un suicidio rocanrolero que pone fin a una era.

El último vals

Martin Scorsese, 1978.

El concierto de despedida de The Band, con el concurso de amigos como Bob Dylan, Muddy Waters, Van Morrison, Neil Young, Eric Clapton y Joni Mitchell, sirve a un Scorsese al límite de la extenuación profesional y vital para construir una brillante elegía de un mundo en vías de desaparición. Su fenomenal trabajo de planificación y montaje se beneficia de la insuperable intensidad de las actuaciones. Un tótem del género.

Stop Making Sense

Jonathan Demme, 1984.

Concebida como un manifiesto artístico que diera respuesta a los excesos que caracterizaron a buena parte del rock filmado en los años 70, la película de Demme sobre los Talking Heads despliega un formidable arsenal de imaginativas soluciones visuales (el progresivo montaje del escenario, el traje absurdamente grande de David Byrne…), pero es la arrolladora interpretación de la banda la que secuestra la atención del espectador.

Sign O’ The Times

Prince, 1987.

Con el fin de empujar la carrera comercial de su álbum doble del mismo título en EEUU, Prince decidió filmar un par de conciertos de la triunfal gira europea de 1987 y sacar de ahí una película que pudiera estrenar en cines. Descontento con la calidad de la imagen y el sonido, volvió a rodarlo casi todo en su estudio de Paisley Park. El resultado es un monumento al perfeccionismo del genio de Minneápolis.

Awesome: I fucking Shot That Nathaniel Hörnblower

Adam Yauch, 2006.

Los Beastie Boys le dan otra vuelta de tuerca al concepto de documental de concierto entregando 50 cámaras portátiles a otros tantos miembros del público en el Madison Square Garden con la única instrucción de no dejar de grabar en ningún momento. Del heroico trabajo de montaje posterior sale un filme inevitablemente tosco y confuso pero cargado de energía, inmediatez y diversión.

Shut Up and Play the Hits

Will Lovelaces y Dylan Southern, 2012.

El filme con el mejor título del lote recoge el tumultuoso concierto de despedida de LCD Soundsystem, documentando la actividad del frontman James Murphy en las horas previas a la actuación y hasta la mañana siguiente, e incluye una reveladora entrevista conducida por el escritor Chuck Klosterman. Que la banda retomara la actividad al cabo de solo tres años no le resta un ápice de magnificencia.