¿Cómo se enfrenta el ciudadano de a pie a esa perversión del lenguaje que pone de relieve el monólogo La lengua madre, que usted interpreta y es una reacción contra la realidad de términos como prima de riesgo, hipoteca subprime o cashflow, creados por "los que dominan el mundo"?

El ciudadano de a pie no acepta esa realidad. No por el hecho de que la llamen en sí de una manera o de otra, sino porque esas palabras han provocado una perversión del lenguaje grande. Y ésa es la perversión que utiliza el poder, no llamar a las cosas por su nombre. Ni siquiera un voto es un voto, sino depende. La democracia está pervirtiéndose en el sentido de que es más una apariencia que una democracia real. Una democracia tiene que profundizar en lo que la Constitución dice sobre el derecho a una vivienda y educación digna para todos... Llega un momento en el que el ciudadano se asfixia en su casa, si la tiene, o en sus cartones y entonces tiene que salir a gritar. Los políticos no deben encerrarse en las casas, en el Congreso, tienen que salir, visitar los barrios. Tienen que saber que el dinero que les dan a los bancos con nuestros impuestos no salvan las hipotecas de la gente que acaba en la calle. Ésa es la perversión del lenguaje, no llamar pan al pan y al agua agua porque ya no queda ni para vino.

La rebelión de los ciudadanos a través de movimientos como el 15-M o el 25-S, ¿servirá para conseguir finalmente un cambio en los poderes públicos?

Sí. Lo que no sirve es quedarse en casa y aceptar una detrás de otra como si fuésemos ganado manso. Durante una serie de años nos han dado nuestra capacidad para que votemos y cada año depositamos nuestro voto, el que lo hace, y decimos misión cumplida y en esos cuatro años no te enteras de qué hacen una serie de señores que trabajan para tu bienestar. El estado del bienestar ha desaparecido.

¿En medio de tanta oscuridad hay una ventana para el optimismo?

En La lengua madre, la mirada del protagonista invita al optimismo, a reflexionar, a llamar a las cosas por su nombre, a tener distancia, ironía, causticidad, que es desde donde Juan José Millás hace esto. Y eso, de alguna manera, origina sorprendentes e interminables carcajadas, cosa que a mí me asombra, porque yo no sabía que yo era un cómico humorístico, para entendernos. Nunca había hecho esto porque no tenía a un Millás que lo escribiera. Reflexionar desde la esperanza es muy bueno, porque al final invita a amar algo, a las palabras, al conocimiento.

¿En qué personaje de la calle podría reflejarse el protagonista de esa historia?

En la intrahistoria que yo hago podría ser un profesor de un instituto, amante de las palabras, quizás su gran amor tras quedarse solo. Las palabras son las que enamoran, las que producen, las que aman, las que hacen daño. En definitiva, la palabra es lo que somos, unos cuerpos originados por un mecanismo que es el cerebro y eso produce una manera de comunicarnos e incidir en el otro para bien o para mal. Entonces las palabras cumplen el objetivo más noble, pero no hay que fiarse de ellas del todo, como hemos comprobado.

¿Qué es lo primero que le gustaría escuchar cuando se levante de la cama?

Tengo en la cabeza desde hace muchísimo tiempo que un mundo y una España más justos son posibles en todos los sentidos. Y, sobre todo, una Europa.

¿Qué le ha aportado su personaje en el monólogo La lengua madre en relación a otros que ha interpretado en su larga vida de actor?

Es el personaje más entrañable que he hecho. Es el menos personaje y más persona imbuida dentro de una sociedad que mira, el más imaginativo. A mí me gustaría ser como él. Quizás soy más bocazas que el personaje, que las clava mejor. Es un solitario, viene a dar una conferencia sobre la lengua y se lía.

¿Qué futuro le queda al mundo de la cultura y el ocio con los recortes y la subida del IVA?

Para el poder, cuanto menos gente tenga acceso a la cultura, muchísimo mejor. Cuando hablo de la cultura hablo también de la formación de la gente. No puede haber colegios donde desaparezcan los profesores de apoyo y se despida a gente como en la investigación y desarrollo. El ciudadano se tiene que reformular qué vota, a quién y por qué lo hace. Si la cultura desaparece de nuestro tejido social nos vamos a quedar sordos y ciegos y si nos equivocamos un poco más, nos quitan la palabra que, de momento, nos están pervirtiendo. Es lo que ocurre aquí y en Europa. En España la industria del ocio representa entre el 3% o 4% del Producto Interior Bruto y emplea a alrededor de 800.000 trabajadores.

¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Continuar con la gira de esta obra y terminar la película Anochece en la India, dirigida por Chema Rodríguez. Es la historia de un joven que tiene una enfermedad lateral amiotrófica y de, pronto, se entera de que esa enfermedad le ha invadido y decide irse a la India a buscar a su amor y morir allí con ella. Se va en una silla de ruedas y conduciendo una furgoneta.

La Academia de Cine acaba de conceder el Goya de Honor a la actriz Concha Velasco. ¿Llega tarde este premio?

El Goya de Concha me parece justísimo, aunque un pelín tarde. Nunca es tarde si la dicha es buena. Es una gran noticia y la admiro muchísimo. Está bien que los Goya se los den también a las mujeres, pues casi todos van a los hombres.

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