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DESDE MI CIUDAD

Aspirinas para una crisis

Y alemanas, además, acreditadas como buenas. Pero esta crisis no se soluciona con aspirinas, aunque ayuden a aliviarla. En macroeconomía se combinan variables distintas que hacen imposible -precisamente por su cantidad y calidad- que sirvan como si fueran pantalones vaqueros estándar para cualquier cuerpo y, en este caso, nación. Eso de tanto de cintura y tanto de alto del pantalón, y a correr, no vale en este espacio. Y lo del traje a la medida, todavía no está inventado en economía. Hay elementos (capital, trabajo, dinero, recursos naturales, etc) que no permiten que lo que valga en un sitio se ajuste exactamente a las necesidades de otro. Y eso es lo que intenta Alemania, seguida por la cojeante Francia, al marcar unas líneas generales en lo que se refiere a políticas financieras y presupuestarias con el resto de la Unión Europea. Alemania trata, y esto no se le puede reprochar, de no ser tomada como la pariente rica que corra con los gastos de tanto ignorante para los que gobernar es disponer de una astronómica cuenta corriente aportada por los súbditos de cualquier país.

Alemania no trata, ni sabe, ni quiere saber, de la gran variable abominable española: el paro. Nuestro nivel de paro no tiene comparación con cualquier otro país de la Comunidad Europea. Hasta en eso somos diferentes. Y a pesar de todo seguimos impotentes, actuando como una vieja colonia africana, que sigue los mandatos del hombre blanco, deslumbrada por las gafas de sol y las botas de cuero. Por eso ante el fuerte sol que nos aplana, nos contentamos con mojarnos tan solo los pies. Se intenta disminuir el gasto, no mirando el paro sino el déficit presupuestario y la deuda impagable, que se han perdido entre dudosos gastos corrientes. Como consecuencia del espíritu ferial de nuestros dirigentes. Mas, el recorte del gasto (que también lleva a un aumento del paro) debe hacerse en nuestro caso bajo dos condiciones: la primera es que se libere dinero para su inversión en gasto de capital, generador de empleo productivo. La segunda condición es que impere la justicia en el reparto de las cargas.

Por ahora, parece que la piedra más grande se la han puesto ya en la espalda de los envidiados y denostados funcionarios, mientras el mando sigue subido al coche y devorando los canapés. Como el mando son los políticos y sus caminos son extraños vericuetos que mezclan nación, partido e individuo, si de verdad se quiere salir de esta crisis sin arrastrar máculas en el futuro incierto, se debe propiciar la creación de un comité de hombres sabios, justos e independientes que analicen y señalen los gastos a recortar con una vara inequívoca: la que separe el gasto esencial del accesorio. Tendrá que suprimir instituciones inútiles, como el Senado y otras de ámbito político-administrativo, empresas de cartón, subvenciones que se han ido acumulando durante décadas en el remanso paternal e interesado, mantenido por pura inercia presupuestaria, fundaciones de dudoso interés general, refugio de políticos amortizados, privilegios bien conocidos. Deberán, además, avivar las inspecciones fiscales a evasores del capital al extranjero, a profesionales liberales que cobran vestidos de negro. Inspecciones laborales efectivas para aquellos que cobran el paro y trabajan en otros espacios opacos. No sería malo que se buscara la fórmula de que mientras estén en el paro hagan prestaciones de trabajo de interés público.

Y por último, hace falta que se prepare una guía-catálogo de necesidades productivas con sus prioridades, donde se señalen las inversiones y los incentivos, que generen puestos de trabajo, sustituyan importaciones, aumenten exportaciones, etc. Llámese a eso Plan de Emergencia, Económico, de Empleo, de Salvación, Libro Blanco. No importa cómo se le llame sino como se ejecute porque asombra que a estas alturas no haya documentos de este porte. Y como creo que en España hay personas capaces para solventar estos problemas, solo puedo pensar que esta idea no goza de la simpatía de los políticos porque en parte serán grandes perjudicados y no tienen interés de abrir la finca a inquisidores molestos.

Posiblemente la mano se le ha ido a este enfermo capitalismo de corsé apurado y pata de palo, que pendiente de mantener un rentable ejercito de reserva del trabajo (paro), se le han descontrolado los cálculos, permitiendo la rotura del embalse por donde salen los furiosos caudales de agua, arrastrando a todos los que no llevamos salvavidas.

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