Misión de raza y orgullo en la vuelta porque aún hay una cuenta pendiente. Acabó la ida de una final ajustada hasta que se alcanzó el último cuarto. Los rusos contaban con cómodas rentas pero el Herbalife Gran Canaria fue capaz de remontar. Y tuvo mérito. Sin embargo, no se dieron cuenta de que era un desafío a doble partido. Los moscovitas rompieron el duelo y olieron sangre y el Granca se vino abajo. Pierdes de 20 y te vas al suelo. Faltó algún síntoma de rabia, levantar al público, gestos de pundonor... El pabellón se quedó helado. Se pecó de inexperiencia en los tramos críticos ante un rival rocoso.
La diferencia no es de 25 puntos. El Khimki demostró que es un equipo con poder anotador y el Herbalife clonó errores de este curso. Tavares hizo un partido flojito -4 puntos y 4 rebotes- y el baloncesto moderno es un balance entre juego interior y exterior. El Granca adolece de una referencia interior y se abusó de los triples (7/25). El Khimki es muy bueno, no tanto por el presupuesto, sino porque está muy bien confeccionado y dirigido de forma soberbia por Kurtinaitis. En el Granca faltó un jugador que endureciese el juego. No es lo mismo caer de 10 que de 25. Hay que ir a Rusia a ganar, a lucir una imagen de seriedad. De club grande buscando la hazaña ante un rival gigante. Poco a poco, centímetro a centímetro. Aún hay una cuenta pendiente. Falta el último asalto.
