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Urnas para la moderación y la transparencia

En general, los sondeos preelectorales de los últimos años no han estado finos. La difusión de la encuesta del CIS en el arranque de la campaña para los comicios del próximo día 24 no restaura la fiabilidad de los datos concretos, seriamente cuestionada tras los resultados de las europeas y las andaluzas. Pero marca tendencias, la aún reciente similitud de resultados de cuatro partidos, dos clásicos y dos emergentes, parece superada al decantarse las mayorías relativas de los dos primeros y su distancia de los segundos. Estos, sin embargo, serán imprescindibles para sumar la mayoría suficiente que permita gobernar con estabilidad. El cambio necesario dependerá de las condiciones de los nuevos para afianzar la opción conservadora o la progresista. Hablamos, pues, de una versión corregida del bipartidismo, menos monolítica y más democrática.

No asoma el vuelco radical que sería anómalo en el marco de las democracias europeas. Los electores que, aun postulando el cambio, se crispan ante la posibilidad de ver al PP y al PSOE en la oposición, tienen en los porcentajes el CIS un motivo de sosiego. Los pactos de mayoría impondrán medidas eficientes contra el paro y la corrupción, tenazmente ubicados en la cabecera de las preocupaciones ciudadanas. Si los estragos de las reformas laborales y sociales, la impunidad del pillaje, la rapiña y la evasión, o el delirante sistema fiscal que exaspera la desigualdad son intervenidos a fondo como prioridades de gobierno, el cambio se hará visible y real; de lo contrario, los nuevos actores desaparecerán a corto plazo de la escena política, sospechosos de haberse vendido a la moqueta y el coche oficial.

El descontento de las mayorías sociales con la gestión pública de los últimos años no aspira a la "revolución permanente" del viejo trotskismo, sino a un concepto dinámico de la moderación asentado en la transparencia.

En una sociedad pluralista, los extremos solo atraen minorías. Moderación y estabilidad son criterios contiguos, casi inseparables y antitéticos de cualesquiera formas totalitarias y del abuso arbitrista. Rescatar los espacios de justicia y libertad degradados por la mala praxis de la derecha o de la izquierda, y perfeccionar sin limitaciones el ejercicio de los derechos de la persona son los objetivos estrella de todas las sociedades desarrolladas. En ellos parecen confluir los programas de la nueva izquierda y la nueva derecha españolas. Creerlos posibles puede ser ingenuidad, pero en el mundo en que vivimos no hay mejor camino.

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