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Piedra lunar

Palabras mayores

El complejo tejido social que conforma una comunidad podemos aprehenderlo cuando se analiza de manera metódica. De ello se ocupan sociólogos, antropólogos y etnógrafos, estableciendo parámetros y nichos de estudio tanto en trabajos de campo como de gabinete: la sociedad urbana y la rural; el mundo juvenil, la mediana y la tercera edad; los sectores laborales y la producción económica; la clase media, la burguesía; la educación en sus varias vertientes, etc. Estos temas y un sinfín más son áreas de trabajo de las que se obtienen conclusiones, a veces provisionales y no siempre plenas de certezas dado el dinamismo y flujo social. Por eso se habla de tendencias porque la realidad no obedece a la exactitud del dos más dos son cuatro. La foto fija no existe y no es duradera en el tiempo. Dicen los filósofos actuales (Badiou y Zîzêk, en Filosofía y actualidad, y El despertar de la historia) que la realidad presente es difícil de explicar. Aun teniendo en cuenta estos presupuestos, el escritor y periodista leonés Emilio Gancedo se aventuró a hacer una exploración por el mundo rural de España y realizó un recorrido por cada una de las diecisiete comunidades autónomas en busca de testimonios de quienes no tienen historia, con una edad no inferior a setenta años, en el marco de indagar en la memoria oral entre la Guerra Civil y el desarrollismo. Buscó a personas anónimas con muchas cosas que contar y entabló con ellas unos diálogos repletos de enjundia narrativa. Dos informantes de Artenara, los hermanos Ismael Díaz González (86 años) y Juan (70), aportaron su testimonio en el relato referido a Canarias. Estos personajes, que poco salieron del pueblo, pertenecen a una familia de 16 miembros, y en el soco de una casa cueva, en La Asomada, narraron parte de su universo particular. Nosotros fuimos testigos silenciosos. El relato queda en el libro Palabras mayores (2014), y al igual que los testimonios de los informantes del territorio peninsular, el capítulo "Los santos en casa" recoge una sorprendente aportación vivencial que desde el momento presente parece un juego entre ficción y realidad. Y, sobre todo, una coincidente filosofía natural, de sentido común y de humanidad que, sin nostalgias, se ha perdido de manera irremediable. Juan, con su prudencia y sabiduría ancestral, murió tres meses más tarde de aquel encuentro de 2013, e Ismael ya ofrece sus recuerdos en un vaivén resbaladizo. La oportuna entrevista con mi amigo Emilio sucedió en el preciso límite de sus memorias.

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