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A tiempo y a destiempo

El papa Francisco se la juega

El Papa no descansa. Mañana domingo 4 de octubre, festividad de San Francisco de Asís, a las 10 de la mañana, presidirá la Misa de apertura de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de obispos sobre la Familia. Después del Vaticano II ha habido, entre ordinarios y extraordinarios, 27 Sínodos. En octubre del año pasado, bajo el título Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la Evangelización, comenzó la larga travesía que ha tenido como punto de partida un largo cuestionario sobre la realidad familiar en el mundo de hoy, enviado a todos los fieles, no sólo a los obispos. Sin duda, una novedad.

Jamás se ha hablado tanto de un Sínodo. Culmina uno de los procesos críticos del pontificado de Bergoglio, y las diferentes sensibilidades toman posiciones. Sucede algo parecido a lo del Vaticano II, en el tiempo previo a la discusión y aprobación de algunos documentos. Recuerdo en especial el de libertad religiosa, donde previamente muchos obispos y padres conciliares, entre ellos Monseñor Pildain, expresaron y difundieron sus posturas ante lo que creían innegociable. El próximo Sínodo no será un encuentro fácil, pero sí será un espacio de libertad. Francisco es un Papa que, como buen jesuita, no teme la discusión y el debate, sino que invita y fomenta el intercambio, al que luego aplica el discernimiento ignaciano.

El desarrollo de este Sínodo que afecta a una realidad global tan variada como la familia, impone necesariamente planteamientos complejos. No se vive la realidad familiar en África de mismo modo que se vive en Europa, por señalar visiones diferentes. Salvada la identidad cristiana del sacramento del matrimonio, cada pregunta requerirá respuestas concretas y eso será lo difícil. No quedarse en simples principios doctrinales. Emergerá, sin duda, una especie de calidoscopio. Aunque es de suponer que los aspectos mediáticos del tema (divorciados, las familias monoparentales, los vientres de alquiler, las parejas homosexuales y adopción de hijos, las parejas de hecho, el abandono del sacramento, etc), serán los que ocupen los grandes titulares, aunque ya nos alertan sobre la excesiva expectación creada.

Si algo ha puesto de manifiesto el viaje de Francisco a Cuba y a Estados Unidos es que la Iglesia no es monolítica. No existe una cultura que tiene el monopolio global sobre el cristianismo. Cohesionar los diferentes frentes y dejar claro qué es lo intocable a nivel sacramental, pero también a nivel pastoral, será el gran desafío de este momento que no concluirá el día de la clausura sinodal. A lo largo de estos últimos meses el Papa ha ido dejando algunas migajas que indican el camino a seguir: acortar el recorrido para la nulidad matrimonial; extender a todos los sacerdotes, en el Año del Jubileo, la facultad, hasta ahora exclusiva de los obispos, de absolver a los que han practicado el aborto y piden sinceramente perdón; incluir a laicos, parejas y párrocos ("audientes") entre los sinodales, un rol habitualmente reservado a cardenales y obispos, etc. Algunos de estas cuestiones no son nuevas, pero dan idea de por dónde quiere ir este Sínodo: facilitar el encuentro con las nuevas situaciones familiares, derribar muros y ahorrar sufrimiento. "La familia no es un problema, es un regalo", afirma el Papa.

Francisco, con su estilo simple y pastoral, va ganándose el corazón de la gente. Hay resistencias, pero este Papa no tiene miedo. Mientras la opinión pública le apoye, es difícil aislarlo y zancadillearlo, aunque, por supuesto, lo intentan.

Verle hace tan sólo unos días en el mismo lugar que ha acogi-do innumerables encuentros deportivos, artísticos y musicales, el Madison Square Garden de Nueva York, sorprende. Francisco llevaba un anuncio de esperanza hablando de Jesucristo ante un público que le hacía la ola o le acogía como a una estrella. El Papa se ha movido desde los centros de la opulencia y el poder (Congreso, ONU, Presidentes de Cuba y Estados Unidos), a los barrios, hospitales y escuelas donde habitan los descartados. Ha sido un viaje y unos discursos bien preparados, dando siempre la impresión de que había espacio para la improvisación y el calor humano.

El Papa ha hablado de Aquel que es la luz, a veces oculta, que ilumina las calles de una metrópoli compleja y llena de smog como la Gran Manzana... "Nue- va York, como todas las grandes ciudades, recuerda la riqueza desconocida de nuestro mundo: la variedad de culturas, las tradiciones, la historia, los alimentos y vestidos. Pero al mismo tiempo esconde el rostro de tantos que parecen que no gozan de ciudadanía o son ciudadanos de segunda clase. En el ruido del tráfico, en el ritmo de los cambios, permanecen ahogadas las voces de tantos rostros que no tiene derecho a la ciudadanía, no tienen derecho a formar parte de la ciudad".

Este es Francisco, cuya película documental, recorre, las pantallas de cine en estos días. Un hombre que se sale de un cuerpo ya renqueante ("spiritus promptus est, caro autem infirma"), y que trata de comunicar normalidad y ternura. Un Papa que vie-ne del fin del mundo. Extraño a las nostalgias del pasado y al sentimiento de decadencia que re-corre a Europa, aporta, con su lenguaje sencillo y directo, esperanza y frescura al continente del miedo.

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