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Zigurat

Nueva demagogia

Para el año próximo dejamos las dudas en la política española, donde los distintos grupos están intentando calmar a sus bases, por si un inesperado acercamiento entre opuestos da como resultado lo que no está escrito o no forma parte de las obligaciones contraídas en sus programas. Más preocupados en formar gobierno como sea, para conseguir el poder que demuestre por un lado que estamos en pleno cambio de ciclo, y por otro que nada o casi nada ha de cambiar, los líderes entran en la vorágine de citas, entrevistas, visitas de unos a otros para decirse de aquí no me muevo porque está en mi programa.

Hay que añadir que es una situación difícil, porque en estos momentos para gobernar lo que va quedando del país, es necesario sentarse y hablar en serio y no en serie. Y si por el bien común ha de dejarse algo en el papel o en lo que algunos llaman el camino del cambio, para no que no altere la difícil situación del país, hay que intentar dialogar para buscar la mejor solución para atajar los problemas que aún siguen entre los primeros de una sociedad democrática. Sanidad y educación pasarán sin duda sus tortuosos trámites parlamentarios por enésima vez, porque aquí el que gobierna siempre hace mal las cosas y el siguiente en legislar tiene que dejar la parte alícuota de ideología -más bien política- que dejar las cosas como están, si funcionan.

El desempleo sigue su tímida bajada en algunas regiones, pero lo que debe preocupar son las condiciones de esa nueva y truculenta mecánica del empleo: masivas dadas de altas en la Seguridad Social, sin estar bien estructurado todavía el sistema de tributación de los autónomos, destrucción de empleo fijo, precariedad temporal y salarios rozando la sinrazón de los que no quieren pagar por trabajador, ni tributar a Hacienda, que por cierto, en días atrás la prensa dejó información de la familiar lista negra de defraudadores. Esta lista junto a otras que han circulado con los sueldos que las grandes empresas de alimentación pagan a sus empleados, nos dan una idea de por dónde van las cosas cuando el año termina.

Siempre hay que dialogar, hablar mucho hasta que algo se entienda entre todos con la misma eficacia; dejar de proclamar que la constitución es un libro de normas intocable y sagrado, cuando precisamente fue posible porque gentes de distinto signo político se pusieron un tanto de acuerdo para poder dar una salida decente a la dictadura. Por la misma razón ahora, con un país distinto, con gentes que no vivieron la represión y que van a gobernar, sería conveniente y hasta necesario, abrir las páginas para que se pueda discutir sin miedo a los sables militares o a los nacionalismos violentos que en nada ayudarán a mejorar nuestra convivencia.

Pero si cada uno se mantiene inflexible en sus deudas para con el que le ha votado, si anteponen la letra impresa a la realidad estatal, si dejan pasar la oportunidad de tornar de verdad lo que nunca se hubo de tocar e intentan con imaginación, grandes dosis de escucha y muchas más de habla, pasar la hoja del libro, podrán interpretar de otra forma lo que estamos viviendo y lo que se nos viene encima. Lo demás sería demagogia, de unos y otros, pues desde la Grecia clásica la demagogia siempre ha sido grata a los oídos del pueblo.

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