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Campechano

El artista de los pasillos

El Debate del Estado de la Nacionalidad es como una calle en obras: molestas, pero necesarias que, traducido al lenguaje legislativo, normalmente definiríamos: aburrido, pero preceptivo. Como una novena, legislatura. Sin embargo en esta ocasión no lo fue tanto, por lo novedoso. Un debate por primera vez en tres capítulos, plagado de otras primicias que lo diferencia de anteriores citas. Primera mujer presidenta del Parlamento, primera vez que seis grupos se bregaban en la dialéctica, estreno de nuevas caras y nuevas cuerdas? también vocales y, lo que más agradecieron sus señorías, invitados al gallinero de la Cámara regional, ujieres y periodistas. El discurso compactado del presidente Fernando Clavijo, cronometrado en 51 minutos y 19 folios. El fondo y la forma de su alocución fue un himno a la conciliación, a la política y a la familiar.

En el ambiente del salón de plenos reinaron las buenas formas, una serenidad casi olvidada que, a criterio de muchos, era la calma que precedería a la tormenta. Pero la borrasca pasó rozando las isobaras del Paralelo 28, sin mayoría absoluta. Finalmente, Madrid no fue el Leviatán que todo niega a Canarias, a pesar del lapso de Asier Antona (PP) en su visión ectoplásmica del señor de La Laguna con apellido de El Sauzal. Antona se ofreció a un "yo invito y tú pagas" con una benevolencia aderezada de tibia contrariedad, en especial en el ámbito educativo. Dardo dirigido a la parte contratante de la segunda parte.

Clavijo humanizó su discurso. Dio protagonismo a héroes hasta entonces anónimos. Recordó a las víctimas de los atentados del ISIS. Enfatizó reiteradamente su talante empático e invito a propios y extraños a un "todos juntos y todos al mismo tiempo"? como para arrancar el coche. Poco se puede reprochar a quien lleva menos de nueves meses en el Gobierno. Encarnizarse con él habría sido desmedido e inicuo.

La líder de Podemos, Noemí Santana, mejoró su disertación, su puesta en escena, aunque su quinesia desentonó en distintos pasajes con el lenguaje verbal. Fue la más inquisitiva y crítica con el Gobierno autonómico que posicionó "en funciones". Y no fue un error. Para Santana PP, CC y PSOE, al menos en la hora menos, son franquicias de la misma empresa con domicilio fiscal en Madrid.

En la intervención del asambleario Casimiro Curbelo se echó de menos, quizás como atrezo sonoro, haber mandado a alguien apretar el play del hilo musical de Teobaldo Power. De fondo, un cuarteto de cámara interpretando Canción de cuna, de Schubert, habría vigorizado su intervención caramelosa con el Ejecutivo, no exenta de cierto alivio por un mejor no meneallo? la Ley Electoral.

Sus antiguos coetáneos, los socialistas, de la mano de la lanzaroteña María Dolores Corujo, remarcó un discurso social. No en vano, su denominación de origen es el maridaje sanidad-educación-servicios sociales. Seria, sobria y con natural naturalidad sobre el estrado de oradores, a pesar de su novicio, se expresó con soltura y gracejo. Corujo concretó objetivos, retos y logros recalcando la transparencia como principal valor de su quehacer.

José Miguel Ruano, portavoz de CC, no fue noticia. Así lo admitía él mismo "porque lo que sería noticia es que yo criticase la labor del Gobierno". Unidad de acción para negociar con el Estado, su eje. Elocuente, con acento pacífico, como le caracteriza; sin acritud, sin disputas. Postura firme y regia, pero con la mano tendida para hacer comprender las peculiaridades de las ínsulas, para el Estado todavía baratarias.

Y aunque el debate lo protagonizó en gran parte el REF, el Sistema de Financiación, el reparto del ITE o la Ley del Suelo, los asistentes casi se despegan de él, despertando del letargo vespertino, con la irrupción en el atril del presidente de Nueva Canarias. Una buena amiga y colega presente en el Parlamento, me enviaba en ese mismo instante un whatsapp: "Menos mal. Estaba a punto de pedir otro café para no dormirme".

Román Rodríguez fue un revulsivo oratorio y gestual tanto en los 40 minutos reglamentarios como en las prórrogas que, gentil y generosamente, le cedió la presidenta Carolina Darias, quien supo estar en todo momento a la altura de las circunstancias.

Rodríguez hizo gala de su testada veteranía política. Elevó el tono de voz, insufló ritmo y velocidad al discurso. Jugó con tonos y cadencias. Hizo malabares con un floreado juego de miradas y movimientos de esternocleidomastoideo. Empleó los chascarrillos, en ocasiones con cierto deje mexicano. Con correcta ironía flirteó con Clavijo, Patricia Hernández y con el consejero de Sanidad. El presidente no pudo reprimir sonrisa abierta, sincera, en dueto con su vicepresidenta. Un mensaje, al tiempo, fustigador a la acción del Gobierno, aunque no tanto como se conjeturó. Rodríguez mentó la sospechada falla que divide al Ejecutivo y las disidencias teóricas que "algunos de sus socios me confesaron antes de sonar el timbre". Secretos de estancia que solo puede arrancar "un artista de los pasillos".

Los shares televisivos no traerán récords, las audiencias radiofónicas no coparán picos en el EGM y a la prensa escrita le echaremos un ojo, o un OJD. Verdad. Pero para mi gusto, este debate fue distinto, más digerible. Admito una duda: si mi visión es objetiva o fruto de la deformación profesional.

Lo de las propuestas de resolución. Ese es otro cantar que conoceremos hoy. ¿O ya lo conocemos?

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