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DANZA ' Giselle'

Adam lo pide todo

Si nos acercáramos a Giselle como a un cuento maravilloso, podríamos concluir que su verdadero protagonista es Albrecht, el apuesto duque renano que seduce a la candorosa campesina haciéndose pasar por un muchacho de su mismo estamento. Contra lo que pudiera parecer, el error fatal del joven no se encuentra en esta acción, aunque sea reprobable. Este consistiría, sobre todo, en menospreciar el poder de su enemigo, ese rudo cazador del lugar que movido por los celos acabará revelando a todos los aldeanos la identidad de un campesino que se hace llamar Loys. Entonces, el segundo acto podría ser visto como una terrible noche de iniciación en la que Albrecht descubre los misterios de la vida, sufre su primera pérdida y experimenta el poder del amor.

Giselle, el ballet, ha ido evolucionando desde su creación en 1841, y una de las principales aportaciones que se hicieron a la coreografía reside en el enriquecimiento del papel del bailarín principal con nuevos pasos, equilibrando de este modo el casi absoluto protagonismo que en el ballet romántico se concedía a la bailarina. A pesar de ello, el personaje con el hoy en día asociamos este ballet es aún la muchacha que le da nombre. En la función del Alfredo Kraus la protagonista también fue Giselle. Valorando al elenco en su conjunto podemos decir que, en esta modesta producción de la compañía moscovita, con música grabada y un decorado ligero que no cuesta demasiado llevar de gira, fueron ellas las que destacaron. Especialmente, la bailarina moldava Cristina Terentieva.

Timur Fayziev, el director de la compañía se puso un objetivo muy alto cuando la fundó en 1989: emplear el método de interpretación actoral creado por Stanislavsky para desarrollar el talento dramático de sus bailarines. Sin embargo, al menos en la función del sábado, Alexei Terentiev, Albrecht, no estuvo del todo presente. Es posible que esto pueda ser explicado, al menos en parte, por una desafortunada organización del espacio escénico. ¿No es extraño que en la escena de la locura, clímax del primer acto, la prometida de Albrecht y su acompañante permanezcan de espaldas? A veces, el bailarín protagonista parecía no saber cuál es su intención, a dónde va.

Meterse en la piel de Giselle varias noches a la semana, requiere mucho temple. Exige tanto como ser Lady Macbeth cada noche, y sobre puntas. Además, como explica el director de orquesta Michael Tilson Thomas, la partitura compuesta por Adam ha de ubicarse en la avanzadilla de una causa artística que priorizaba la confesión de los sentimientos más íntimos. Escuchando el pathos trágico de la introducción, que suena con el escenario todavía a oscuras, uno desea ir a más y convertir la sinfonía incompleta de Schubert en un ballet. Mientras el público que llenaba el patio de butacas volvía a su cotidianeidad, escuché el testimonio de un espectador que asistía por primera vez a un ballet. Se había fijado en la habilidad que tenía Cristina Terentieva para dar a sus movimientos una belleza que le costaba explicar. Decía: parece que no va a llegar a tiempo de acompasarse con su compañeras, porque mueve el brazo más despacio, pero al final lo hace.

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