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Desviaciones

Javier Durán

Sólo nos queda Brad Pitt

Se habla del 'sorpasso', adelantamiento electoral, en tendencia de voto, de la conjunción Unidos Podemos, pero se habla poco del zarpazo, que es menos refinado, sin tantas connotaciones cinematográficas, y que viene a ser la sacudida de una zarpa que te deja en la piel arañazos en surco, remediables con puntos de sutura o un simple derrame de Betadine, todo depende de que sea el manotazo de un oso o las uñas de un gato, aunque hoy con las bacterias nunca se sabe. En las Islas de adentro siempre se ha utilizado zarpazo para referirse a un leñazo, a una caída en peso cuyo daños, claro está, oscilan entre las consecuencias de un mal paso sobre un andamio a una entrada en falso en una curva con la Orbea por roce del pedal en la tierra. El desenlace culmina de la peor o mejor manera. Algunos escapan locos, o con una costilla astillada, que hoy nos es nada o casi nada. En la autovía de lo beneficioso, los vecinos de aquí al lado andan deseosos de recibir un zarpazo que les arregle la descomposición que padecen: tras el anuncio de la repetición de elecciones, tras pasar por la ventanilla del IRPF, tras ver que los Alcántara también van de paraísos fiscales (los ídolos son de barro), esperan ahora con ansiedad (veo comportamientos extraños) a que aparezca en la Plaza Padre Hilario, conocida por Perojo, nuestro Brad Pitt de 'Málditos bastardos', se tome una cerveza en la terraza y enfoque su ojo arquitectónico, de apasionado por la arquitectura, de allí a la torre de la Catedral. Sería, de seguro, un golpe, un zarpazo, para desconectar: sólo se hablaría de lo mismo en semanas. Brad Pitt para arriba, Brad Pitt para abajo?

Pero la duda es la siguiente: estos golpes en seco, más bien un KO que te tumba en la lona, el mismo que lleva al entrenador a solicitar una retirada, son ahora igual que antes. Sin ir más lejos, ¿el efecto sobre un contubernio (o no) en la judicatura con grabaciones al mejor estilo John Le Carré de provincias, con empresarios por medio, con palabrotas e insultos, con bacanal futurible en el Pelotari, con enemistades y odios, todo ello, quiero decir, tambalea la democracia, corroe los pilares, o más bien nos deja igual, tumbados en la hamaca, y con la exigencia al camarero que nos traiga más de lo mismo, aunque la próxima con curry o con lo más picón que tenga a mano? Visto este zarpazo y su magnitud pienso en el que le metieron al juez Garzón, que fue inhabilitado por supuesto daño a los derechos de unos corruptos que trajinaban con sus abogados para mover el dinero de caja. A él si lo nombro: a estas alturas, con la que llueve sobre la cubierta de la Ciudad Judicial, creo, sin exagerar, que es un mártir. Yo estoy tan tocado que a lo único que aspiro es a que entre tanto centro comercial pongan un establecimiento especializado que tenga paraguas con micrófonos, bolígrafos con sensores ocultos o zapatos con tacones que almacenan microelectrónica de la más variada.

Pero volvamos a los preparativos del rodaje en la capital, pero sin olvidar el movidón que hay con las togas de Vegueta. Y no sé si es más por lo primero que por lo segundo me acuerdo de otra película con Brad, 'Quemar después de leer', donde los Coen enfilan jocosamente una historia de espionaje muy chapucera donde nuestro actor de actualidad provinciana acaba fiambre. Su compañera de trabajo se metió en un berenjenal con una información confidencial, que quiso vender a los soviéticos. Su falta de experiencia en esos menesteres provocó una situación realmente absurda: un asunto que parecía de ganancia fácil se le fue de las manos; ella sólo quería dinero para arreglarse los pechos y las caderas. Habrán podido observar que he estado entre la expansión y la compresión. Estoy afectado por el zarpazo. Ahora creo más en los poderes subterráneos, mucho más que antes. Soy menos ingenuo. Todo tiene un precio. Leonardo Sciascia lo sabía. Sigamos con la conjeturas, con el vapor de las conspiraciones, con escalofríos, con las manos que mecen la cuna, con campanillas que suenan y que llaman a clavar los dientes. Después de los hechos ventilados sólo nos queda esperar por Brad Pitt, aunque la realidad parece superar la ficción. Un pregunta: ¿qué carpinteros son los que panelan y cambian la fachada de nuestro ecosistema político-judicial? No son, ni mucho menos, los de la película 'Allied'. Ellos están para llevarnos a la Segunda Guerra Mundial, mientras que los otros están para el gobierno de las tinieblas.

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