Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Reseteando

Javier Durán

Pecho henchido ante la bandera

Está meridianamente claro que el Estado no admite ni una gota de romanticismo entre sus legajos y principios. Nada más sacar el periscopio, su delegado del Gobierno en tierras de ultramar atisbó la intención de algunos díscolos de sacar la bandera canaria de las siete estrellas verdes para celebrar el 52o aniversario de su creación. El alto cargo quería ganarse un bonodel economato del Ministerio del conspirador Jorge Fernández, y hasta vio un repunte, que no brote verde, del independentismo de Antonio Cubillo. Ordenó sin fusta el recurso judicial pertinente, y de paso demostró en la metrópoli que él, lejos de dormirse, mantiene el ojo avizor ante cualquier fueguillo, aunque sea el escozor de un grupo de nostálgicos que un día creyeron verse bajo la efigie de un presidente africano. El asunto estaba en el nivel de provocación, una cosa nada pendenciera, pero ahora quizás entre en la fase ¿no quieres caldo? Pues toma dos tazas, y acabe en una corriente de simpatía que lleve al personal a colgarla de los balcones, a llevarla a los partidos de la UD, a ponerla para la fiesta del barrio o arriarla en el mástil de un velero. Uno no es de banderas ni de banderines, ni de himnos, pero comprende la inclinación hacia el trapo de las siete estrellas verdes, no por el Mpaiac, sino más bien por la dominación histórica que siempre hemos padecido como pueblo y que nos ha dejado exhaustos en cuanto a identidad y con la autoestima hecha unos zorros. Por ello, comparto el subidón de los que se ponen ante la bandera y toman aire a la manera de sir Roger Cassement, que tras luchar contra las atrocidades de Leopoldo II en el Congo sueña con una Irlanda libre. Al omnipotente Estado hay que reclamarle (por carta no con escrache) que nos ofrezca la oportunidad, al igual que a los viejos mariscales de la URSS, de colocarnos ante la explanada y rendir honores a la bandera de las siete estrellas verdes. Y luego volver a meterla en el baúl con la naftalina a la espera de una nueva ceremonia, sin más.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.