1898 narra la historia de una derrota. La de unos héroes que se quedaron sin patria. La trama se desarrolla en el año más negro de la España imperial en el crepúsculo del día sin noches que siglos antes conoció Felipe II. En Filipinas hubo poca gloria, según lo que expone Salvador Calvo en una esta superproducción, con un regimiento de patriotas que quedó olvidada por su nación.

La versión antigua destaca el valor de los milicianos españoles, la épica de su resistencia y el orgullo patrio que la alimentó. La obra de Calvo hace equilibrios en una fina frontera entre el absurdo y la gesta, porque los héroes siguen siendo héroes. Y su gloria está en el recuerdo de su hazaña 118 años después.

Al estilo de El Álamo texano, los soldados del regimiento del teniente Saturnino Martín Cerezo propusieron una resistencia numantina en su ejercicio de supervivencia sin saber que la guerra había concluido y ellos quedaron olvidados. El sufrimiento en la peor de las penurias es extremo: enfermedad, locura, hambre, opio, comida en mal estado, patria y religión.

El cine bélico es un género poco trabajado por el cine español más allá del dedicado a la Guerra Civil. En la ópera prima de Salvador Clavo destaca la belleza de los planos aéreos y el esplendor natural del barranco de Tirajana, con el horizonte imponente de la cumbre siempre de fondo. Filipinas habita en el corazón de Gran Canaria. La fotografía es uno de los puntos fuertes de un filme en el que destaca, como no, un Luis Tosar tan fiable en su repertorio como el mejor reloj suizo. El cásting brilla al completo, con su equilibrio entre consagrados y jóvenes meritorios. Los últimos de Filipinas apunta a los Goya.

Mención aparte merece el papel que acostumbran a tener los actores de la tierra, por aquello de la cuota canaria en la factura de los incentivos fiscales. En este titulo aparecen Maykol Hernández y Ciro Miró. El primero tan solo tiene una frase. "Sí, mi teniente". Eso es todo. Mientras que a Miró lo matan casi antes de entrar en escena puesto que lo hace con dos flechas en el costado. Mal asunto. Este último es el más prolífico entre las últimas producciones canarias como El faro de las orcas. Solo La isla del viento le reservó un papel de cierto calado y enjundia. En otras, sus escenas ni siquiera han llegado a superar la fase de montaje. Tal vez halla que aceptar las migajas y dar las gracias... O quizás algún director les vea igual de válidos .