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Ciclo 'Jóvenes Intérpretes' en el Auditorio

Cultura y encanto del Barroco mundano

Con un programa exigente, los cuatro jóvenes canarios que forman el grupo Academia de los afectos desplegaron un conocimiento experto de las formas del gran Barroco europeo que va de mediados del XVII a mediados del XVIII. Dos flautas traveseras de madera y sin llaves, un fagot de la misma época y el cémbalo fueron el orgánico de una serie de ejecuciones de indiscutible compromiso, servidas con virtuosismo y belleza.

La colección de 16 danzas de la Segunda suite en sol menor del gran Marin Marais abrió la sesión alternando el gusto ceremonial con el popular, las melodías con los bailes, siempre entrelazados por el dúo de flautas con dominio, precisión rítmica, fidelidad estilística y generoso fiato. Netas o adornadas con trinos, grupetos y mordentes característicos, las líneas de flauta ilustraron una etapa esencial del Barroco francés, cortesano e influyente a lo largo del siglo. Fagot y clave bordaron un continuo enriquecido con cierta individualidad.

Para el descanso de los aerófonos, siguió la sesión con una transcripción al clave de la genial Chacona de la Segunda partita de Bach para violín solo. Esta pieza celebérrima, paradigma de la polifonía figurada, tuvo en la clavecinista del grupo una intérprete sobrada de medios, brillante pero un punto fría en la expresividad de la pieza y por momentos demasiado rápida.

Espléndidos los cuatro en la Apoteosis de Lully escrita por François Couperin con el descriptivismo literario que explica los sentidos de la música en la cima del Rococó. La filigrana de recursos sonoros al servicio de los acontecimientos retóricos de la suite -enunciados en francés por la flautista- dieron exacto acento a toda la pieza.

La presencia de Bach oscurece casi siempre los perfiles de sus contemporáneos, y así ocurrió con el Trío Sonata en sol mayor BWV 1038, una maravilla del canon lento-allegro-lento-allegro de finales del XVII, que da nobleza a la transparencia camerística con el imperio del contrapunto. La magnífica interpretación bachiana precedió al final con los Ballets de Village Op.52 de Boismortier, lenguaje evolucionado y libre para bordar con elegancia los ritmos danzables de la gente popular.

Todas las obras fueron premiadas con cálidas ovaciones.

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