Ya en la etapa final de Paulino Rivero frente al Gobierno autónomo se respiraba entre los coalicioneros tinerfeños -sin excluir al presidente-cierta impaciencia con la situación de CC en Gran Canaria. El voto a CC en la isla descendía elección tras elección. El partido no existía -y sigue sin existir- en Las Palmas y los ciudadanos, con su voto, refrendaban esa paradoja brutal: se gobernaba en Canarias pero no se sacaba (ni se saca) un concejal en la cocapital de la Comunidad Autonómica. Todo el apoyo institucional brindado a María del Mar Julios y a Fernando Bañolas se ha revelado como inútil desde un punto de vista político-electoral.

Julios fue durante cuatro años, en el Ejecutivo de Adán Martín, vicepresidenta y consejera de Sanidad, sin que sirviera para transformarla en una figura política mínimamente atractiva para los grancanarios. Julios vive hace años un interminable Día de la Marmota en la que es elegida diputada por los pelos, la envían a Madrid para ocupar plaza en el Senado y vuelve de nuevo a la casilla de salida para empezar otra vez. Muestra el carisma de un taxidermista que no se llevara bien con su peluquero.

Fernando Bañolas fue, hace mucho tiempo, un alcalde estupendo, pero no tiene la más repajolera idea de cómo reconstruir una organización política entre cuyas ruinas deambula como buscando una ortopedia. La refundación de CC de Gran Canaria debería empezar prioritariamente por Las Palmas y Bañolas -buena gente y nacionalista convencido- no conoce las entrañas de la capital, ni sus sectores sociales y profesionales más dinámicos y creativos, ni cómo convertir un partido de una docena de cargos y media decena de cuadros en una organización abierta, plural, cargada de razones programáticas, participada y participativa.

Y aun así la dirección de CC -o lo que es lo mismo en este instante: el presidente Fernando Clavijo y el crepuscular José Miguel Barragán- ha cometido un error designando a Esther Monzón como directora del área de Salud de Gran Canaria. La señora Monzón es, como Bañolas, consejera del Cabildo Insular, pero por ese partidete, Unidos por Gran Canaria, que José Miguel Bravo de Laguna se montó en un segundo cuando Soria decidió que no sería candidato del PP. La decisión no se consultó a Bañolas. Como no se le consultaron -ni siquiera se le informó previamente- otros nombramientos de compañeros grancanarios para el Ejecutivo. La irritación del presidente de CC de Gran Canaria es comprensible, pero es que resulta muy difícil de entender este movimiento del presidente del Gobierno. ¿La sangre nueva que necesita el proyecto coalicionero en la isla pasa por la señorial hemoglobina de Bravo de Laguna? Es difícil entender que CC no entienda que estas opciones refuerzan con torpeza inaudita las soflamas sobre la tinerfeñización del partido y el desdén militante hacia Gran Canaria. Porque, en efecto, si Bañolas se siente maltratado y preterido desde la cúpula de CC y del Gobierno, ¿cómo podrán sentirse los que no son de CC ni tienen compañeros en el Gobierno?