La Provincia - Diario de Las Palmas

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AFORISMOS CANARIOS

Echarle un puño a la baifa

Baifa resulta ser con toda probabilidad vocablo de origen prehispánico -como apuntan de manera prácticamente unánime nuestros dialectólogos- y así ha pervivido hasta hoy en la mayor parte de las islas. Baifa (o baifita) se le llama -como es sabido- a la cría hembra de la cabra desde que nace hasta que deja de mamar (en algunos lugares, desde el destete hasta que le despuntan los cuernos), es decir, el baifo o la baifa sería lo que en castellano se llama cabrito/a y con tal significado ha sobrevivido y sigue utilizándose.

El infinitivo echar tiene aquí un sentido literal equivalente a la locución verbal echar de comer, que es lo que significa echar(le) un puño (de alfalfa o yerba) al animal. En su literalidad, pues, quiere decir dar de comer a la cabrita -normalmente- por las tardes, allá al sol puesto. Pero en sentido figurado -que es el que aquí nos interesa- se utiliza(ba) a menudo para referirse al novio cuando va a ver a la novia o a mociar (o mocear).

Antiguamente la costumbre marcaba determinados días de la semana que eran propios para ir a ver a la novia o cuando el pretendiente estaba hablando con una muchacha núbil que era el modo de decir que la estaba cortejando. De sólito se señalaban tradicionalmente dos días de "visita", de entresemana, amén del sábado y el domingo. El disfrute de estas licencias dependía del grado e intensidad de la relación amorosa o de la efervescencia del enamoramiento de los mozos. El dicho, en general, se asocia a cierta picardía con insinuaciones de "festín" cuando los machos hablan entre ellos, y de la predisposición a obtener algún provecho de la lisonjería insistente del pretendiente. Se incluye así dentro del elenco de expresiones propias del acervo doméstico con carácter libidinal y "paramisógino". No en vano el término baifa se utiliza a veces en Canarias para referirse a la novia.

El verbo echar goza de ciertas connotaciones amatorias y de hecho suele formar parte de las distintas locuciones verbales que -acompañado de un sustantivo- expresan o transmiten decididamente un mensaje de orden sexual o libidinoso. Por lo que la picardía y jocosidad en su entonación deja al descubierto tal intencionalidad, siendo utilizada sólo por los varones e imponiéndose el recato en presencia de mujeres. En ocasiones casi se vulgariza la expresión en ambientes más bien machistas que la reduce a la forma sintética de echar un puñito y que acaso comparte un sentido más picante y directo, por así decirlo.

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