La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Dolor lumbar

La posición erecta que adoptaron nuestros ancestros nos da muchas ventajas. Una teoría es que toleramos mejor la insolación que se sufría en la sabana. En ese medio parece ser que nacimos, cuando los accidentes naturales arrasaron con los bosques que cubrían esa zona de África. Pero sin duda lo más importante es que desarrollamos una maestría en el uso de los miembros superiores. Arrojamos objetos con una precisión admirable, la posición de los ojos también ayuda. Sin esas dos facultades difícil sería que hubiéramos sobrevivido, no tenemos otro modo de atacar y defendernos, ni garras ni dientes. Vivir de pie ha sido una condición necesaria para nuestra existencia por la que parece ser que pagamos un rédito notable: el dolor de espalda.

Son muy pocos los que tienen la suerte de no haber sufrido nunca dolor de espalda, uno de los males más comunes. A pesar de su frecuencia y del coste laboral y social de este trastorno, apenas sabemos nada de él. No hace tantos años se recomendaba guardar cama durante un mes. Conocí a personas jóvenes a las que les habían prescrito encamamiento. Me pregunto qué tipo de evaluación se hacía. Es cierto que la mayoría de los lumbagos, que denominamos mecánicos, mejoran o se alivian mientras se yace. También sabemos algo de la historia natural de ese dolor: suele desaparecer en menos de cuatro semanas. Y lo más importante es que el reposo no acelera la curación. Es más, hoy se tiende a aconsejar que se mantenga la actividad tanto como se pueda. Se busca con ello que esa zona siga activa, que todos los mecanismos de reparación se aceleren. Además, sin que haya pruebas fehacientes, se razona que como el reposo produce una atrofia muscular y una rigidez de los ligamentos y tendones, más que ayudar puede perjudicar. Pero no hay ninguna correlación entre el grado de musculatura de la espalda y la frecuencia de dolor lumbar. Ni tampoco con la flexibilidad.

Guardar cama era uno de los elementos más importantes en el tratamiento de los enfermos. Recuerdo que a los que sufrían infarto de miocardio se les pedía que yacieran inmóviles y con el brazo izquierdo pegado al pecho. No había explicación más allá de que el dolor cardiaco se irradia a ese brazo. Cuando se levantaban al cabo de varias semanas tenían lo que llamábamos el hombro congelado. Hoy se empieza la rehabilitación, primero pasiva y pronto activa, casi inmediatamente. Las camas han dejado de ser un elemento en la curación. Cada vez se recortan más las estancias en los hospitales para evitar, entre otras cosas, los problemas asociados a la asistencia médica. De aquellos catorce o quince días de estancia media de hace sólo cuarenta años hemos bajado a menos de cinco en los hospitales más punteros.

Tratar un lumbago es algo descorazonador porque no hay mejor remedio que el tiempo y los pacientes esperan algo más. Por ejemplo, que se les haga una radiografía o, más bien, una resonancia magnética. Se acaba de publicar una nueva guía que vuelve a incidir en lo mismo: a no ser que haya unos signos muy claros de daño nervioso que puedan requerir cirugía, o sospecha de un tumor, no se deben hacer estudios de imagen. La experiencia, mil veces confirmada, es que no sólo no aportan nada, sino que pueden producir confusión. Sin embargo, la primera razón para pedir una resonancia sigue siendo la lumbalgia no complicada. La consecuencia, las inmanejables listas de espera para los pacientes que sí requieren esta prueba.

Además de haber un consenso universal sobre la inutilidad de las pruebas de imagen, también lo hay sobre el tratamiento. Hay que convencer al sufrido paciente de que su mal mejorará con el tiempo, que mantener la actividad es saludable y que quizá le alivien los masajes y otras técnicas de fisioterapia. Los analgésicos y los antiinflamatorios pueden ser de ayuda, aunque no siempre. Y nada aportan los corticoides, esas inyecciones que parece que lo curan todo. En cuanto a la cirugía, en los casos de hernia discal con compromiso radicular suele tener éxito, pero cuando la situación no es muy complicada, el tiempo cura con la misma eficacia, aunque más lento.

Es hasta cierto punto una vergüenza para la ciencia médica no saber qué produce el dolor lumbar. Es frecuente experimentarlo cuando se trabaja con la espalda doblada, por ejemplo, cavando en la huerta. Un dolor que suele durar poco. A veces aparece tras un movimiento brusco mal coordinado, o tras un esfuerzo. Por eso se piensa tanto en que la lesión es musculoesquelética. Sin embargo, no hay pruebas de que sea por contracturas musculares o desgarros de ligamentos, ni que la causa esté en las superficies castigadas de los huesos.

No sé si la lumbalgia es un pago que hacemos a la naturaleza por nuestra postura erguida, quién sabe si las vacas o los leones la sufren. Lo que sí sabemos es que no mata, que la mayoría son limitadoras y que lo mejor es no hacer nada, es decir, ignorarla tanto como se pueda.

Compartir el artículo

stats