La Provincia - Diario de Las Palmas

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Javier Durán

reseteando

Javier Durán

Débiles y fuertes

No me extraña nada que un hombre con 15 licencias de rifle muriese por la bala de uno de ellos. Lo sacas del armero para un día de asueto en un coto de caza y acabas convirtiéndolo en un afable interlocutor sobre qué puerta del futuro toca abrir. El arma pasa a ser un fetiche: puede ser que desde hace tiempo espere un entrañable encuentro con su dueño bajo el espeso olor a la hierba mañanera asada por el bochorno. Hay la intemerata de ejemplos, pero me viene a la cabeza el soliloquio que mantuvo Ernest Hemingway con su escopeta. A fin de cuentas, qué mejor compañera que ella cuando todo se tuerce, pensaría el inspector de Hacienda y exbanquero Miguel Blesa, esponja absorbente de herramientas heterodoxas de los usos y costumbres de la crisis bancaria. Hay tipos duros, muy duros, que son capaces de moverse en la adversidad sin que una gota de sudor les moje el sobaco. Y hasta están los que renacen de sus cenizas para llenarse los pulmones de aire y comenzar una nueva partida de ajedrez. Pero el camino para volver a alcanzar la cubierta del hermoso velero es largo y fangoso. No, no es tan fácil recuperar el placer de perder la mirada entre los rayos de sol que atraviesan el cristal de la copa, ni sentir el cosquilleo que provoca saber que el mundo está a tus pies, que eres un poderoso perteneciente a una excelente camada de triunfadores. Y en este punto el mundo se divide entre débiles y fuertes, aunque tampoco cabe una separación científica. Más bien existen confusiones sobre las que descansa un enorme material literario. Recomiendo La montaña mágica de Thomas Mann para comprenderlo. En fin, no por vivir rodeado del olor a pólvora, por tocar con la punta de los dedos la herida del animal, se es más sólido. Todo lo contrario: se es un débil.

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