La Provincia - Diario de Las Palmas

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PIEDRA LUNAR

Género y palabras

Una ilustre parlamentaria estatal, cuyo nombre los lectores tienen en su mente, se ha metido en el delicado jardín de la lengua y ha pisado una hermosa flor: la palabra voz. Nos quedamos consternados con la ligereza con que se usa el idioma para convertirlo en agente sectario de una causa, ocasionando en su perjuicio el efecto contrario. La viralidad digital no se ha hecho esperar y ahí están los hablantes desternillados con la creatividad desbordada ante tamaño esperpento. Los lectores saben que existen dos géneros: masculino y femenino y que en la lengua se marcan con la oposición -o/-a, (gato-gata) y con los artículos (la calle / el callejón). Pero una cosa es el género gramatical y otra el sexual que solo coinciden en un 14 % de los términos. El resto, con variada flexión, se marca con el artículo: la mujer / el hombre, dos palabras asexuadas sin marca de género en la propia palabra. El uso extendido es lo que manda. Lo demás son pamplinas. En desagravio, recordemos el elogio de la palabra que hace Pablo Neruda en Confieso que he vivido (1974): "Son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como perlas de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola... Todo está en la palabra... Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada... Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de la tierra, de las barbas, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras".

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