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RESETEANDO

Javier Durán

Orden en el Roque Nublo

La iniciativa cabildicia de poner orden a las visitas al Roque Nublo y a otros lugares de devoción paisajística de la Isla estaba tardando en llegar, dadas las riadas humanas, turistas mayormente, que en formato caravana tratan del alcanzar diariamente el lugar más alto. No sé si en la decisión tuvo que ver una contabilidad precisa de la cantidad de tierra que arrastra tanto calzado, o la materia que se mueve de un lado a otro cuando uno de los senderistas decide hacer una parada y luego levantarse. La conclusión es que a un ritmo de excursionistas tan excitante la transformación de este patrimonio de la naturaleza iba a quedar definitivamente asegurada. A veces hay que tomar determinaciones drásticas frente a la masificación turística. La alternativa de la guagua, aunque muy escolar, constituye un plan de racionalización regenerador: las ganas de subir al macizo siempre son ganas aunque sea en transporte colectivo. La misma que tendrán los que estacionen en los aparcamientos que se van a crear, y con los que se pretende que desaparezca la aglomeración de vehículos que se forma ahora mismo al pie del Roque Nublo. El control de visitantes a puntos emblemáticos o de peregrinación de la Isla tenía que haber entrado en vigor desde hace tiempo. No se puede soltar a cientos y cientos de caminantes por los senderos, ni tampoco permitir el entrenamiento desaforado y en grupo de los practicantes del running por las montañas. El mismo trato deben recibir los motoristas de dos o cuatro ruedas, o los 4x4. Hay que pensar que estar entre los primeros en las estadísticas turísticas tiene su coste: por ejemplo, las Dunas de Maspalomas. ¿Cuánto van a sobrevivir? O la misma Caldera de Bandama. El frenesí de llegadas y salidas amenaza con convertir en superficies planas los mejores montículos. Se impone la modulación en vez de cantar cifras y cifras.

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