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RESETEANDO

Javier Durán

Irene y Pablo ascienden

El hito que abrió en canal las vergüenzas de la beautiful people del PSOE fue el asentamiento definitivo en villa meona, la casa de Isabel Preysler, del exministro Miguel Boyer, que poseído por las caricias de la celebridad esponjaba aun más la creencia de una izquierda de caviar en torno al felipismo, avanzada por la sobriedad de sindicalistas de fábrica y barrio como Marcelino Camacho. Sin desconsiderar la capacidad intelectual del economista traspasado por el amor y los encantos del Ibex, cito el episodio rupturista para acercarme a la adquisición por Iglesias y Montero de un chalé en las afueras de Madrid por 600.000 euros. Una compra que demuestra que nadie está a salvo de las horteradas que se suelen cometer cuando se toca poder y se obtiene una abultada nómina. Desahuciados, inquilinos, acampados de Sol, pensionistas, precaristas, becarios, científicos estrangulados... Toda la prole que alimenta el transversal movimiento Podemos se ha quedado sin aliento al saber que la pareja parlamentaria optaba por uno de los gestos más obscenos de la política: ir de sobrados con la cartera. Lo que provoca más recochineo no es la traición a los suyos (cosas que todavía valen en la izquierda más izquierda), sino que se justifique con el deseo de que los niños tengan su paraíso con olor a lavanda y un huerto de hortalizas. Los padres toman a veces decisiones que, además de descarrilar a los hijos, levantan un conflicto de intereses: Aznar casó a su hija en El Escorial, y España se quedó estupefacta ante aquel desfile de ambiciosos. Irene y Pablo se han saltado una fase clave de la revolución. Tenían que haber esperado a que todos los suyos gozasen de un bienestar similar al alcanzado por ellos. ¿Cómo explicar a las masas que se han dado más prisa en el proceso? Lo único es contar que el líder necesita una buena hacienda, unos muros que lo eleven por encima del resto.

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