Tanto el PSC-PSOE como el Partido Popular han mostrado cierta prudencia por la solicitud de la Fiscalía para que el presidente Fernando Clavijo sea llamado a declarar, en calidad de investigado, por el llamado caso grúas frente al Tribunal Superior de Justicia de Canarias. Muy juiciosamente, tanto Asier Antona como Ángel Víctor Torres han coincidido en expresar que, primero, debe esperarse a lo que decida la correspondiente sala del TSJC y luego, si finalmente Clavijo tiene que declarar, se pedirán explicaciones en sede parlamentaria.

En realidad desde un punto de vista estrictamente político es lo que toca. Por lo menos ahora mismo. Podemos, por supuesto, tiene otro punto de vista, un poco más enfático. Un punto de vista según el cual Clavijo ya era sospechoso desde que practicaba el kárate porque, ¿un hombre honrado practica abiertamente el kárate? ¿Y para qué? ¿Es que Clavijo no veía de chico a Bruce Lee, no sabía que la violencia engendra violencia, no recordaba cómo acabó el infeliz actor vigoréxico? Lo que ocurre es que pasaron los años y Clavijo quiso hacer rico a compañeros karatecas porque entre karatecas, ya se sabe, hacerse ricos los unos a los otros es un mandamiento que debes asumir cuando llegas a cinturón negro. De acuerdo, no existe ningún karateca de los que luchaba con Clavijo que se haya hecho rico pero, ¿quién pagaba la tintorería gracias a la cual los trajes de los deportistas presentaban un blanco nuclear? Si les parecen preguntas impertinentes, incluso estúpidas, las he puesto aquí porque se parecen mucho a otros interrogantes retóricos que les he escuchado a cargos y dirigentes de Podemos. Nadie se hizo rico. Ninguna administración perdió un céntimo. Ningún trabajador recibió trato privilegiado ni fue convertido en un probo funcionario de aquí a la eternidad.

Alguien podría maliciar que socialistas y conservadores son cautos porque tienen a muchos militantes de distinto tonelaje político en los juzgados. Curiosamente eso nunca ocurre con Podemos y sus mareas brujas. En el ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, dos concejales están judicialmente investigados, pero basta con un ligero pase de manos, propio de un mago desaliñado en una fiesta de cumpleaños infantil, para distraer al personal. No, no, pero si no están imputados. Un juez les ha llamado para pedirles una pequeña información, algo que no aparece en Público, una minúscula curiosidad de su señoría que carece de cualquier relevancia. Otro juez ha pedido información a todos y cada uno de los concejales del gobierno local de Zaragoza, por amaños poco delicados y bastante sospechosos en las destituciones y nombramientos de sociedades municipales, pero no pasa nada. Una majadería. Nada, ni estamos imputados, ni estamos investigados, ni mucho menos va a dimitir nadie. Debe ser que los concejales de Podemos y sus socios nunca practicaron esa brutalidad del kárate. Lo suyo es el feng shui: mover los muebles por toda la casa hasta que todo confluya y quien corresponda se parta la pata en un juzgado.