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OBSERVATORIO

Frentismo / Inclusismo

No se puede decir que la política de frentes políticos sea una novedad en nuestra democracia. En el Gobierno central el frentismo ha sido excepcional, pero no así en las comunidades autónomas y en los entes locales.

Adolfo Suárez se situó en el centro del arco parlamentario por lo que su alianza con el nacionalismo vasco y catalán no puede calificarse como el primer frentismo centrista en la etapa democrática, pues dejaba al margen de un lado al Partido Socialista y al Partido Comunista y al otro lado a Alianza Popular.

Felipe González no necesitó ningún apoyo para gobernar en las primeras Legislaturas, al conseguir mayorías absolutas, y cuando necesitó alianzas para lograr la mayoría absoluta en el Congreso se alió con la derecha nacionalista catalana. La aversión de Felipe González a aliarse con el Partido Comunista, o con su sucesora Izquierda Unida, parece tener su origen en el recuerdo del Frente Popular de la Segunda República. Y no le faltaba razón porque, en los inicios de la democracia, era necesario convertir al PSOE, si pretendía gobernar, en un partido de centro izquierda que cubriera un gran espectro de electorado alejado de los extremos del arco parlamentario que ocupaban Alianza Popular y el Partido Comunista, pues los nacionalismos catalán y vasco, en los años 80 y 90 del pasado siglo, se presentaban como derechas centristas alejadas de cualquier versión del extremismo, capaces de hacer las funciones de bisagra con la izquierda y con la derecha, a cambio de obtener compensaciones económicas y competenciales para sus comunidades autónomas.

La renovada Alianza Popular, en su versión de Partido Popular, se fue acercando desde la extrema derecha al centro derecha en tiempos de Aznar que, cuando en 1996 derrotó al PSOE, para obtener la mayoría absoluta, como antes hiciera González, se alió con la derecha nacionalista catalana y vasca.

No es posible considerar iguales las alianzas de González que las de Aznar, justamente porque González al aliarse con los nacionalistas catalanes, es decir, con la derecha moderada, estaba excluyendo el frentismo. Por el contrario Aznar, a salvo de la época en que se alió esporádicamente con el Partido Comunista de Anguita, cuando gobernó con los partidos nacionalistas catalanes y vascos, con los que tenía coincidencia ideológicas, diríamos que practicó por primera vez en España un frentismo de derechas.

La política antifrentista de González no se practicó por su partido en los niveles autonómico y local. En los ayuntamientos el frentismo fue frecuente. Por ejemplo, en tiempos de Tierno Galván, el PSOE gobernó con el Partido Comunista, y esto sucedió en numerosos ayuntamientos españoles. En las autonomías españolas se puede decir lo mismo, el PSOE recibió el apoyo parlamentario del Partido Comunista y posteriormente de Izquierda Unida para gobernar en algunas Comunidades Autónomas en las que no obtuvo la mayoría absoluta. El conocido como tripartito catalán, en tiempos del presidente socialista Montilla, fue una manifestación extrema de frentismo político de izquierdas. A partir de 2014, con el surgimiento en la escena parlamentaria de Ciudadanos y Podemos, así como con la radicalización del nacionalismo catalán, el frentismo de derechas y de izquierdas parece haberse impuesto con carácter general. Ciudadanos es el único partido que ha practicado, hasta las elecciones andaluzas de diciembre de 2018, una política antifrentista. Primero se asoció con el PSOE de Pedro Sánchez, para intentar que éste se invistiera como presidente del Gobierno y cuando esa alianza fracasó se alió con el Partido Popular de Rajoy. Además, en la Comunidad de Madrid dio el poder al Partido Popular y en Andalucía cambió de socio invistiendo a la líder del Partido Socialista. Pero Ciudadanos se ha desdibujado tras la elecciones andaluzas en que ha prestado su apoyo al Partido Popular, en vez de al Partido Socialista que ganó las elecciones, en contra de sus precedentes anteriores. Ciudadanos se ha encontrado con una situación inédita en que salvo la abstención, todas las demás opciones estaban contaminadas. Si apoyaba al PSOE sabía que era necesario que ese proyecto de gobierno fuera apoyado por Podemos (Adelante Andalucía) y si apoyaba al PP, como ha hecho, sabía igualmente que era necesario el apoyo de VOX para gobernar. De manera que hiciera lo que hiciera, salvo abstenerse de entrar en el gobierno de Andalucía, su condición centrista quedaba en entredicho, pues sin el apoyo de VOX hubiera sido imposible acceder a la Junta de Andalucía. No es necesario explicar que el Gobierno central se ha sostenido y se sostiene por el apoyo en un frente heterogéneo de socialistas, populistas, e independentistas catalanes y vascos de distinta naturaleza que contradice la historia del PSOE en el gobierno del Estado, y que traspasa todas las líneas rojas de la socialdemocracia. La deriva actual hacia frentismos de derechas y de izquierdas: ¿es la única solución a nuestros problemas? y sobre todo ¿es la mejor solución para el bienestar de los ciudadanos y para la gobernabilidad de nuestra comunidad política? Creemos que el frentismo de cualquier naturaleza es un error porque va contra los vientos políticos y sociales de nuestro tiempo. Por una parte, porque cualquier versión del frentismo, en la actualidad, en nuestro país, supone dar credibilidad a los extremos populistas de derechas y de izquierdas que en la medida en que sean necesarios para gobernar cobran un protagonismo que poco tiene que ver con lo que representan. Ese protagonismo lo han cobrado los partidos independentistas catalanes y vascos, así como Podemos y VOX que condicionan las políticas del PSOE, del PP y de Ciudadanos en el Estado y en las comunidades autónomas. Pues no cabe duda de que los apoyos que reciben los gobiernos sostenidos por independentistas y populistas se pagan con concesiones o privilegios que en nada benefician a los ciudadanos en su conjunto, ni al interés general. El frentismo solo beneficia a los que lo propician y deja una huella de insolidaridad que no pasa inadvertida por los ciudadanos.

Pero, sobre todo, el frentismo presenta un problema más grave, pues lejos de ser útil para unir a los ciudadanos en empresas comunes sirve para dividir, para generar tensiones en la sociedad, para marginar las ideas de los otros a las que se tacha de antidemocráticas, anticonstitucionales, o con apelativos groseros, lo que es un gran problema, ya que para avanzar es imprescindible contar con los demás, pues con incondicionales no se va muy lejos. Las sociedades que cosechan mayores éxitos son las inclusivas, lo que no significa que no quepan visiones diferentes de la sociedad, sino que postulan la integración de visiones que se aproximen a la mayoría de los ciudadanos, dejando al margen los extremismos. El fraccionamiento de los arcos parlamentarios exige, más que nunca, esa visión integradora que evite las que podemos denominar políticas del péndulo, que perturban la tranquilidad de los ciudadanos y empobrecen nuestro país. Por eso, postulamos gobiernos y políticas inclusivos, alejados del frentismo o del rodillo, que hemos sufrido en algunos mandatos de los distintos partidos políticos. Es necesario recuperar un principio que estaba vigente en las democracias avanzadas en la practica política del siglo XX, a saber: la mayoría de los partidos políticos democráticos deben coincidir en los grandes temas, coincidencia que debe ser amplia, de manera que las disputas políticas se centren en algunos asuntos, a ser posible no fundamentales, de manera que los cambios de gobiernos, que son saludables, no produzcan convulsiones sociales. No se debe generar la división de las sociedades llevándolas al borde del abismo como han hecho, por ejemplo, los independentistas catalanes, que parecen no entender las consecuencias dramáticas que sus pretensiones tendrían si triunfaran, o los políticos británicos que mediante el rexit, en contra del pragmatismo y la inteligencia política que siempre les caracterizó, han generado la crisis social más grave que se recuerda.

Los políticos deben ser prudentes y capaces de utilizar las luces largas de su inteligencia para valorar no solo lo inmediato sino las consecuencias de sus actos a medio y largo plazo.

Felipe Guardiola. Abogado, exmiembro del Consejo de Europa

Enrique Linde . Catedrático de Derecho Administrativo

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