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Javier Durán

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Javier Durán

Reacción contra los políticos

Si hay algo que podría ser calificado de cóctel llameante en la era posdemocrática es la coincidencia entre políticos y votantes en el deseo de llevar a sus países al abismo: los líderes hacen abstracción de sus deberes de cara a unos votantes en una especie de baño de egolatría, y los electores responden castigándoles con tendencias autodestructivas, difíciles de comprender, pero que suelen tener explicación. Uno de los ingredientes de la crisis de la identidad democrática viene dado por el rechazo a la clase política. Fenómenos como el brexit, Trump, Salvini o Vox tienen entre sus mimbres una rabia (a veces odio) a unos representantes a los que globalmente envuelven en el paquete de la corrupción, la delincuencia fiscal y el descontrol del gasto. En España, aún no se ha cerrado judicialmente el ciclo de una etapa esplendorosa en corruptelas, lo que no ha sido óbice para que se abra otra que podría redoblar la alergia al político profesional. No sabemos con exactitud cuáles serán las consecuencias de una nueva convocatoria electoral por el fracaso de cuatro líderes, pero constatamos que la reacción va a dejar huella y que empiezan a circular propuestas apocalípticas que, en el caso de prosperar, dañarían el sentido de la democracia. Frente a políticos que se empeñan -con alevosía- en penetrar en el abismo, sólo cabe la esperanza de que la sociedad no convierta el signo de la antinegociación en una causa general para arrastrar al país a callejones sin salida. A los españoles siempre se les ha atribuido un plus de sentido común dado lo reciente de su dramática historia, una herida que todavía supura. Pero ahora son muchos los votos de los que no nacieron sin libertad, por lo que hay una nueva lectura e interpretación. Estos meses de bruma han sido un duro golpe, pero vale la pena recuperarse.

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