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EN VOZ ALTA

Murphy en Wonderland

Dicen que Murphy tenía un discípulo que se suicidó. Aseguraba que Murphy era demasiado optimista. Desde luego, llevamos dos años en los que en este país se cumplen los principios de Murphy. En la política española, todo lo que podía salir mal ha salido peor.

Recordemos. El PP gobernaba diciendo que luchaba por la regeneración, pero siempre circuló con "el freno de mano echado". Acabó desalojado del poder por una moción de censura justificada en una sentencia judicial, que ahora resulta, como poco, incorrecta.

El flamante primer gobierno de Pedro Sánchez, acumuló tantas contradicciones como falta de apoyos, e incluso, abundancia de desconfianzas. Y, por todo ello, repetimos elecciones.

Acabamos de ver cómo Albert Rivera ha fracasado porque se le culpa de habernos llevado a esa repetición de elecciones de este mes de noviembre. Nada más lejos de la realidad. Ciudadanos ha pagado sus incoherencias cuando, de ser, y deber ser, el partido perfecto de centro, soñó con suplantar al PP como líder de la oposición y, además, trató de adelantarle por la derecha.

Sin embargo, el culpable directo, intencionado y maquinado, de la repetición de elecciones fue, sin duda alguna, el propio Pedro Sánchez. Directamente su intención fue ir a la repetición de elecciones, siempre que consiguiera culpar de ello a otros. En el fondo, el culpable no fue Pedro Sánchez, sino aquellos Tezanos, Redondos, y asimilados, que, halagando su ego y ambición sin límites, le convencieron de que, repitiendo las elecciones, su PSOE arrasaría.

Y aquí estamos. El PSOE obtiene menos escaños que en la anterior convocatoria. Unidas Podemos ha caído a la mitad de sus resultados de hace dos años. Ciudadanos desaparece. El PP solo remonta si comparamos con la ruina a la que llegó en abril, y, además, en su cogote le aparece un Vox absolutamente crecido y creciente. Los independentistas se mantienen tan fuertes como siempre. Nada pudo salir peor.

Y ahora nos quieren convencer de que lo que no era posible hace unos meses, y nos llevó a un gasto desaforado de recursos y un tremendo desgaste e inquietud para toda la sociedad, simplemente por ambición personal, se soluciona en un par de días, con un gobierno de socialistas coaligados con, o entregados a, trotskistas-leninistas. Y ello, con un aderezo, carísimo, ya lo veremos, de independentistas. Estos independentistas son los que dicen que el Estado central no dialoga ni negocia, cuando para ellos la única negociación es más dinero o más competencias, o ambas cosas, cuando no la ilegalidad y la independencia directamente.

La bolsa ha caído y, aunque como siempre volverá a remontar, la inseguridad y gran incertidumbre de los agentes económicos ataca nuestro panorama.

Desde luego, como decíamos antes y al comienzo, nada podía hacerse peor. Digno de Murphy, o de su discípulo pesimista.

Sin embargo, esto es Wonderland, el país de Alicia, el país de las mil maravillas. España es el país de las oportunidades, donde cualquiera puede llegar a lo más alto. Si hace unos años España adoraba la cultura del "pelotazo económico", ahora se ha convertido en el país del "pelotazo político".

Nos gobierna un joven con modales de discoteca que no hace ni cinco años todavía no había trabajado en nada "de verdad", era casi un becario, que presume de una tesis de segura baja calidad y dudosa autoría.

En el partido de la oposición nos encontramos a un licenciado en Derecho, que nunca ha ejercido ninguna profesión más que su vida política, y, en paralelo a su oponente, también cuenta con un máster dudoso. Igualdad de oportunidades.

En el gobierno que se está gestando en estos momentos, otro joven, profesor universitario, sin más pasado que haber asesorado al gobierno venezolano, y poco más, acabará como vicepresidente del gobierno. Su compañera sentimental va camino de ser ministra de algo, supuestamente por el mero hecho de ser actualmente su pareja, ya que no se le conocen otros méritos. En otros momentos podría haber sido otra pareja. Nuevamente, país de oportunidades.

Y así ocurre con muchos de los adláteres de todos los partidos. Sólo me queda el consuelo de pensar que los jóvenes progresistas acaben aburguesándose, y se dediquen a cuidar de sus intereses económicos, a dejar un patrimonio para sus hijos, y dar conferencias. Eso siempre será mejor que se vuelquen en implantar, a estas alturas, una nueva dictadura del proletariado.

Empezamos por Murphy y hemos acabado en Wonderland.

Necesariamente tendrán que darse cuenta las izquierdas de que el país no progresará jamás interviniendo la economía y los mercados, nacionalizando industrias o empresas, acosando a la riqueza justamente adquirida, ni poniendo en marcha iniciativas empresariales gestionadas por funcionarios públicos y, menos, por comisarios políticos.

La economía del país sólo progresará creando un marco jurídico estable y seguro para facilitar el mérito y la iniciativa privada, y asegurar la entrada de muchos agentes económicos en cada actividad, fomentando la competitividad, y luchando contra monopolios y oligopolios, para que la correcta competencia genere productos y servicios del modo más eficiente.

Igualmente, el país sólo progresará cuando las derechas se convenzan de que se deben mejorar los niveles de renta (y capacidad de consumo) de las franjas desfavorecidas de la población, hasta conseguir que cualquier ciudadano tenga una economía y una educación que le permitan tener un proyecto estable de vida y futuro.

Al final, sólo el centro político puede gobernar en Europa.

José Manuel Rodríguez Moral. Economista

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