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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

La hora de los expertos

El Consejo Social de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) ha creado, bajo la coordinación de Rubio Royo, una plataforma o grupo de profesionales que ofrecerán su visión sobre el futuro de Canarias como consecuencia de la Covid-19. La búsqueda de un modelo alternativo al ferozmente extractivo (en los sectores agrícola y turístico) es una vieja dama que merodea por las Islas desde que tuvimos conciencia de que los ciclos suelen tener un punto y final. Pese al éxito limitado que han tenido experiencias anteriores, siempre es una satisfacción ver que hay individuos inteligentes que no se dejan llevar por la incapacidad política para afrontar la catástrofe anunciada: el turismo no es un bien sagrado, inmarchitable ante un fenómeno natural o un giro del mercado; la agricultura, por su parte, feneció bajo la sobreexplotación, el deterioro medioambiental del suelo y la competencia. Estos influyentes tienen una ventaja: no tienen que dejarse la piel con informes sobre lo que podría estar al caer, sino que por desgracia chapotean en el seno del lodazal, en el núcleo de una nueva normalidad que ha dejado a la Islas sin brújula. Por ello, quizás sus pensamientos obtegan una mayor recepción entre una clase política embrutecida con el día a día, poco dada a la prospectiva y que no tiene recetas a mano para explicarnos cómo van a salir adelante estos terruños del Atlántico. Realmente es la hora de los expertos, como así ha sucedido desde el principio de la pandemia. Y una prueba de ello es que el virus se llevó por delante a las consejeras de Sanidad y Educación, demostrando, de paso, que en el ejercicio de la política cada vez florece con mayor intensidad la osadía frente a la pericia y el conocimiento. En las Islas, las dos cualidades se convierten en material de hojalatero gracias a los clientelismos, las cuotas, los chiringuitos insulares y los favores a la famiglia, carcomas que nos llevarán a la ruina. No se trata de la hora de los tecnócratas, ni mucho menos, pero si de que los representantes públicos reconozcan que están sobrepasados y que necesitan la ayuda de unos expertos que nos saquen del atolladero. La movilización de estos profesionales es lo más sensato que nos ha podido ocurrir, dado que la falta de reflexión y de la toma de decisiones a partir de los datos provenientes de centros de estudios (privados o públicos) ha pasado a ser una rutina. Y no saber hacia dónde vamos, carecer de un proyecto, es sumamente arriesgado.

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