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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

El rey emérito es de otro país

A parte del Gobierno de Pedro Sánchez y a la propia Casa Real le gustaría que el rey emérito fuese una especie de monarca de un país imaginario con castillos encantados y cofres llenos de alhajas. Pero no puede ser. El rey emérito es una bisagra histórica imposible de abrillantar, cuyo favor más grande a su reino sería endulzar sus últimos años rodeado de nietos que lo traten amorosamente y le saquen golosinas de su batín. Pero tampoco ha podido ser: lo más curioso de todo es que su abdicación, lejos de convertirlo en una efigie rodeada de cuernos de elefante, ha traído un renacimiento de todos sus pufos contables, amoríos, amistades desérticas, corinaladas, maletines suizos... O sea, una actividad estresante alrededor de su vejez, trufada de comisionistas, hombres de paja, abogados y banqueros que circulan ante la justicia helvética. Un organigrama que pugna contra el otro: los reyes titulares, que tratan de espaciar el goteo de sustos a través de un peregrinaje por la España pandémica, un día con los sectores que se afanan en la reconstrucción, otro con el pueblo sufrido y alguno más con los barrios dañados. Los dos escenarios -Juan Carlos I y Felipe VI- van en paralelo, en una especie de campaña de imagen espasmódica donde padre e hijo, aparentemente, se ignoran como si perteneciesen a dos reinos distintos. La tesis de que la mancha de aceite de la frenética actividad del rey emérito, en su etapa de lobo financiero, no mancha a la pareja real trata de imponerla Moncloa. La ministra portavoz desgajó ayer a la oveja negra de Juan Carlos I del ganado sedoso, modélico, letiziano, del que también fue enajenada la hermana obtusa y el cuñado en mazmorras que quiso imitar al suegro. Una originalidad familiar, un Falcon Crest que los socialistas ya no saben cómo roer, pese a que a cada vez ven más el programa Lazos de sangre de Boris Izaguirre, o piden consejo a los que tratan con la poderosa baronesa Thyssen y su hijo descarriado Borja, dispuestos a llevarse el Mata Mua de Gauguin si no se les satisfacen sus pretensiones. El emérito parece un pozo sin fondo cuyo lodo no se acaba nunca, y Sánchez y compañía tienen pesadillas frente a la próxima exclusiva, el nuevo documento notarial o bordando la actuación de la Fiscalía General del Estado en el trágico -algunos lo ven así- procedimiento. No todos sudan por la noche: hay gente en el PSOE que suspira por las esencias republicanas. Iglesias, por supuesto, está dando de comer a la paloma.

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