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Javier Durán

Reseteando

Javier Durán

Europa da una lección

Los aplausos a Pedro Sánchez de sus ministros tras participar en las noventa horas en las que Europa se jugaba vivir o morir demuestra, una vez más, la tendencia de los gobernantes españoles a metabolizar los grandes acontecimientos de la Historia con cierto gesto taurino y mucha ausencia de autocrítica profunda. Los maratonianos encuentros en Bruselas para salvar el plan anticrisis contra los estragos económicos y sociales de la pandemia vienen a ser, sin duda alguna, el revés de lo que ocurre en nuestro país, donde las negociaciones hasta la madrugada para enfrentarse a una emergencia, o no existen, o se perdieron en los años de la Transición. Hemos sido testigos de la gestión de un diálogo, incluso con puñaladas traperas (la primera fue contra la aspirante Nadia Calviño), o con elementos tan quisquillosos como Mark Rutter Van der Does y su comparsa de frugales o avariciosillos. Pablo Casado, en su eterno carrusel, se atrevió a decir, como reacción al regreso triunfal del presidente, que la UE había demostrado con su acuerdo todo lo contrario a lo que hacen el PSOE y Unidas Podemos en el Consejo de Ministros. Barrió para su humilde posada. Más bien queda patente la inutilidad de los políticos para alcanzar acuerdos por los que suspiran los españoles, más que acostumbrados a que los temas de enjundia del país se resuelvan en una conversación telefónica de 15 minutillos o una sentada en Moncloa de media hora. Las horas consumidas entre Merkel, Michel, Conte, Sánchez, Macron y otros son una enormidad frente a los tiempos que se ventilan por aquí. Lo único que cabe esperar es que el líder socialista se sienta seducido por estas jornadas maratonianas en las que la historia pende de un hilo y las convierta en libro de cabecera. Otra cosa es que su socio Pablo Iglesias le deje alcanzar macroacuerdos que hagan innecesario su apoyo. El vértigo para llegar a un consenso europeo pone en evidencia dos temas capitales: aún nos encontramos muy lejos de la brillantez democrática, siendo incapaces de dejar a un lado la maniobra, el tacticismo o la demagogia. Existe otra política, como ha quedado claro en Bruselas, con sus más y sus menos, pero con un diálogo capaz de sacar al continente del atolladero. La segunda lección es que es un varapalo para los extremismos nacionalistas, también para rebajar la tensión frente a una ultraderecha que se alimenta del fracaso y, por supuesto, para un contagio del Brexit antieuropeísta.

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