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Manuel Ángel Santana Turégano

Sobre cómo se cambia al gobierno y el espíritu de la Transición

Hace algunos años, en un reino junto al mar, había un gobierno que tomó medidas que a buena parte del pueblo no le gustaron. Hubo un clamor popular contra el gobierno, la gente se quejaba, se manifestaba, y finalmente ese gobierno se cambió. Pero no porque la gente se manifestara sino, sencillamente, porque los atentados que provocaron dicha indignación sucedieron 3 días antes de las elecciones, a muchos ciudadanos no les gustó cómo gestionó ese gobierno la crisis y cambiaron el sentido del voto, de manera que la esperada victoria de la derecha se acabó convirtiendo en un triunfo de la izquierda.

Hace un año, en un reino junto al mar, salió elegido un gobierno, al que le ha tocado lidiar con una crisis global nunca vista, que ha tomado medidas que a una parte del pueblo no le gustan

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Hace muchos muchos años, en una república junto al mar, un gobierno ganó las elecciones y empezó a tomar medidas que a mucha gente no les gustaron. Así que cuando una parte del gobierno se sublevó contra ese gobierno, parte de la población le apoyó, y aquel país acabó teniendo una guerra civil que duró tres años.

Hace un año, en un reino junto al mar, salió elegido un gobierno, al que le ha tocado lidiar con una crisis global nunca vista, que ha tomado medidas que a una parte del pueblo no le gustan. Hay un partido, al que no le gusta este gobierno, que dice que en menos de 15 días presentará una moción de censura, y si consiguen sus objetivos cambiará el gobierno. Y si no, dado que vivimos en una democracia, habrá que esperar a las próximas elecciones (o a otra moción de censura) si queremos cambiar el gobierno. Porque, sinceramente, no creo que nadie quiera cambiar un gobierno que no le gusta como se hizo en 1936, y en ese sentido creo sigue vigente el espíritu de la Transición.

En los últimos meses se repite a menudo la idea de que este gobierno lo que pretende es implantar una dictadura comunista y acabar con el legado de la transición. Como decía Popper, lo que caracteriza a las democracias es que se puede cambiar al gobierno pacíficamente. Vox pretende cambiar al gobierno de manera pacífica, y si no lo consigue ¿qué pueden hacer quienes desearían que el gobierno fuera otro, aparte de esperar a las próximas elecciones?

Tras cuarenta años de democracia, las generaciones más jóvenes han cambiado de forma de parecer

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¿Acabar con la Democracia? ¿Acabar con la Transición? En realidad, creo que no hay que preocuparse porque un oscuro contubernio socialista-independentista-comunista pretenda acabar con el espíritu de la Transición, porque hay partes del mismo que ya murieron, pero de muerte natural, no porque nadie lo asesinara. Cuando yo era niño había un respeto reverencial por algunas instituciones, como la monarquía. El rey era bueno y punto, no se le cuestionaba. Tras cuarenta años de democracia, las generaciones más jóvenes han cambiado de forma de parecer: juzgan a los representantes del estado, incluyendo a la monarquía, por cómo se comportan, y si un rey no se comporta de manera ejemplar no lo valoran mucho. Cuando yo era niño algunas cuestiones, como la identidad, eran sacrosantas. Las generaciones más jóvenes tienden a pensar que cada quien tiene derecho a sentirse de la identidad que le dé la gana, y si se siente hetero u homosexual, español, canario o catalán, tiene derecho a eso. ¿Quiere eso decir que necesariamente tengamos que convertirnos en una república y que Cataluña o el País Vasco tengan que ser estados independientes? Por supuesto que no.

En la actualidad parece que la edad se está convirtiendo en una variable clave en muchas cuestiones políticas

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Hay algo del espíritu de la Transición que parece que ya ha muerto. Y es que entonces los consensos eran intergeneracionales: jóvenes, mayores y personas de media edad podían tener opiniones similares, por ejemplo, sobre la organización territorial del estado, y lo que marcaba la diferencia entre quienes defendían unas posturas y otras no era la edad. Sin embargo, en la actualidad parece que la edad se está convirtiendo en una variable clave en muchas cuestiones políticas. Los jóvenes no consideran que el Rey deba ser inviolable, los mayores sí; los jóvenes no piensan que plantear alguna reforma en la organización territorial del Estado sea romper España, los mayores sí. Y, en lo que se refiere a la situación más inmediata, mientras que los jóvenes y las personas de media edad tienden a tener como principal preocupación cuestiones como ir a trabajar y llevar dinero a casa (media edad) o cómo encontrar empleo en el futuro (juventud) algunos mayores, que quizá se pasan mucho tiempo aburridos en casa, tienden a pensar que el principal problema es derrocar al gobierno y otros que derrocar la monarquía. Decía Shakespeare que la época en que unos necios conducen a unos ciegos era extraña. A mí me parece más extraña esta época, pues si tradicionalmente eran los jóvenes los que se tendían a ahogar en un vaso de agua y los mayores a ver las cosas con perspectiva, ahora parece suceder al revés. Y esto, sin duda, es una ruptura del espíritu de la transición, no sólo porque la edad se haya convertido en clave en el debate político, sino porque parece que, por primera vez, en vez de ser sensatos y hacer caso a nuestros mayores, para ser sensatos tendremos que, justamente, dejar de hacer caso a los mayores.

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